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Karim Marzuqa

Los ojos en Gaza

«Reclamar que del lado palestino se acepten unos acuerdos de paz que los propios gobernantes israelíes, de palabra y de hecho, se han encargado de tirar por la borda es darle la espalda a la realidad».

Las gentes biempensantes han repetido hasta la extenuación que Israel es la única democracia del Oriente Próximo. Que sus percepciones al respecto poco tienen que ver con lo que cualquier persona sensata entiende que es, de suyo, una democracia lo certifica lo que viene sucediendo en Gaza desde días atrás. Aunque, claro, en los tristes tiempos que corren pareciera como si a los ojos de muchos el compromiso franco con el terror de Estado -adobado, por qué no, de nacionalismo étnico- fuese una exigencia inexcusable para reconocer la condición propia de la democracia. El lector bien sabe lo que tenemos entre manos: el secuestro de un soldado propio ha hecho que los gobernantes israelíes hayan acometido operaciones militares de muy diversa índole en Gaza y, secundariamente, también en Cisjordania. ¿Qué ocurriría si un soldado español fuese secuestrado en Afganistán y el Gobierno presidido por Rodríguez Zapatero decidiese bombardear, como represalia, una central eléctrica afgana para a continuación hacer otro tanto con un par de puentes? ¿Cómo podría justificarse que elementos vitales para la vida cotidiana de la población fuesen objeto de destrucción con la vista puesta -supongámoslo ingenuamente- en presionar sobre los integrantes del grupo responsable del secuestro en cuestión? Que esta suerte de consideraciones no afectan un ápice a los dirigentes israelíes del momento lo certifica con claridad el hecho, bien conocido, de que en los tres últimos lustros han sido asesinados en los territorios ilegalmente ocupados -se dice pronto- más de setecientos niños y adolescentes palestinos. Será la razón de Estado. En estas horas, y por añadidura, a todo lo anterior se suman el riesgo de una situación límite en Gaza y -no se olvide- un genuino golpe de Estado provocado desde el exterior en virtud de la detención de un buen número de ministros palestinos acompañada de acciones militares contra edificios oficiales.

Uno que creía haberlo visto todo en abril de 2002 de la mano de los bulldozers del Ejército israelí tirando abajo un campo entero de refugiados... No nos engañemos mucho a la hora de determinar por qué semejante grado de barbarie es una realidad. Israel hace lo que le viene en gana porque sabe de manera fehaciente que no cuenta con otra oposición que la que blande, a la desesperada, un pueblo al que no le queda otro horizonte.

La Casa Blanca -ese encalado edificio que acoge una singular combinación de estulticia, prepotencia, negocios sucios, ultramontanismo religioso y desprecio por la vida ajena- considera, llamativamente, que «Israel tiene a derecho a defenderse». Como de costumbre, y entretanto, la Unión Europea no sabe ni contesta. ¿Dónde está, por cierto, el ministro Moratinos, este patético personaje que a todo el mundo dice lo que intuye que espera oír, cada vez más engatusado por el designio de mostrar que España es lo que en efecto, y por desgracia, es: un aliado fiel de Estados Unidos? Aunque, claro, el silencio alcanza también al grueso de nuestros medios de comunicación y, con ellos, a nuestra autosatisfecha opinión pública. Seré rotundo en la conclusión: de un tiempo a esta parte parece barruntarse entre nosotros que el triunfo de Hamás en las últimas elecciones palestinas ha conducido el conflicto que nos interesa a un callejón sin salida. Nada más lejos de la realidad: el éxito electoral de los islamistas palestinos no fue sino la consecuencia inevitable de lo que, antes, hicieron quienes condujeron el conflicto a ese callejón. Estoy pensando en quienes todavía hoy, impertérritos, prefieren no percatarse de que los acuerdos de paz alentados en el decenio de 1990 conducían, en el mejor de los casos -y perdónese que haga hincapié en esta cláusula restrictora-, al establecimiento de un Estado palestino inviable por su clara subordinación a la lógica colonial y a los intereses de Israel.

No hay duda alguna con respecto al hecho de que fue esta circunstancia, junto con el rechazo que suscitaba una Autoridad Nacional Palestina corrompida y obscenamente supeditada al dictado foráneo, la que provocó el apoyo a Hamás de muchos ciudadanos que ninguna simpatía tienen por los rigorismos religiosos.

Reclamar que del lado palestino se acepten unos acuerdos de paz que los propios gobernantes israelíes, de palabra y de hecho, se han encargado de tirar por la borda es darle la espalda, sin más, a la realidad.

Las políticas criminales que Israel abraza desde mucho tiempo atrás, y con ellas la provocación constante a un pueblo castigado y humillado obligan a preguntarse si no sobran las razones para que Hamás, junto con tantos otros grupos, se mantenga en sus trece de repudiar la farsa de los acuerdos de paz y, al tiempo, no reconocer al agresor.

Fuente: Carlos Taibo* , Diario Vasco - España

*CARLOS TAIBO/PROFESOR DE CIENCIA POLÍTICA EN LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID Y COLABORADOR DE BAKEAZ.

Kirchner tendría que ayudar a detener la ocupación de Gaza

Ni los llamados de atención de la ONU y el Consejo de Derechos Humanos han podido morigerar la barbarie israelí contra la población de Gaza. Néstor Kirchner, que hasta ahora tuvo una postura más bien proisraelí, debe revertir esa política equivocada.

Desde que el ejército israelita invadió Gaza, el 27 de junio, la estadística habla de 28 palestinos muertos, en su mayoría civiles y entre ellos varios niños. Los invasores habían sufrido una sola baja. Esa es la proporción de víctimas de uno y otro lado en mayo y junio último, en extremo desigual para los palestinos.

Antes los trataban como parias, ahora son blancos móviles del contingente de ocupación que anda en tanques Mercava, cuyos motores son fabricados en EEUU bajo licencia de General Dynamics. O son bombardeados desde F-16 provistos por EEUU mediante su trasnacional Lockheed Martin.

Cada día se ve más claro que Ehud Olmert quiere derrocar por la fuerza al gobierno de Ismail Haniyeh, lo que también afecta al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas. Antes Israel establecía algunas diferencias entre ambos sectores. Pero la embajada israelita en Buenos Aires, reproduciendo un texto de su cancillería, sostuvo que Abbas se habría plegado a los planteos “terroristas” de Haniyeh. Textualmente, acusó: “si las intenciones del Presidente de la ANP y la facción Al Fatah eran fortalecer a Mahmoud Abbas, éste documento logra lo contrario. Lo distancia de la posición de Abbas en relación con el reconocimiento de Israel, en poner fin al terrorismo y en adherir a los acuerdos existentes entre la ANP e Israel, adoptando, en efecto, la línea del grupo terrorista Hamas en estos temas”.

Con los razonamientos simplistas del primer ministro Olmert, ex Likud y actual Kadima, y Amir Peretz, su aliado laborista en Defensa, resultaría que el primer ministro palestino y el presidente son terroristas. En consecuencia, hay que bombardearlos sin piedad. ¿Y qué hacer con la población palestina? La respuesta de las autoridades israelitas es obvia: que pague las consecuencias de haberlos elegido y de vivir en Gaza, en el lugar y el momento equivocados. Así razonan los que han reocupado Gaza y que en la primera semana de ocupación habían disparado 1.200 misiles y bombas contra viviendas e infraestructura civil.

El Consejo de Derechos Humanos de la ONU deliberó el 5 y 6 de julio en Ginebra y aprobó una resolución pidiendo a Israel “que ponga fin a sus operaciones militares en los Territorios Ocupados” y llamó la atención “sobre los efectos que la actual ofensiva puede tener sobre la situación humanitaria del pueblo palestino”.

Pero Olmert ni se inmutó, prosiguiendo los bombardeos y la invasión. Algo urgente tiene que hacer la humanidad para parar esa carnicería. Los roles están invertidos: ahora Goliath es Israel y el Holocausto es su campaña en Gaza.

¿Qué puede hacer Kirchner?

Néstor Kirchner puede hacer muchas cosas si quisiera aportar a la paz en Medio Oriente.

De inicio, un mandatario tan mediático como él, tendría que condenar públicamente el operativo invasor israelí y criticar a Israel por haberlo mantenido a pesar de la resolución adversa del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

Las autoridades de nuestro país tienen que desinvitar urgentemente al presidente israelí Moshé Katzav, cuya llegada a Buenos Aires está prevista para el 27 de julio. Argentina debe hacerle saber que la continuidad de la agresión en Gaza no hace aconsejable su viaje, y posponer la visita indefinidamente. Por supuesto, no hay que firmar un tratado comercial del Mercosur con Israel.

Hay otra cosa importantísima, que hace a nuestra soberanía. Argentina no tiene embajada en Palestina debido a la presión ejercida por Israel que ha sido escandalosa e hizo que Kirchner ni siquiera adoptara la decisión menor de abrir un consulado en Ramallah, sede de la ANP.

La primera dama Cristina de Kirchner visitó Israel y el 17 de mayo de 2005 se entrevistó con Ariel Sharon, por entonces primer ministro. Sharon le pidió concesiones pues aclaró que estaba dispuesto a profundizar las relaciones con la Argentina “siempre y cuando hubiera gestos de reciprocidad tanto política como comercial”.

Si fotografiarse sonriente con el responsable de las masacres de Sabra y Shatila en El Líbano ya fue un escándalo político para el gobierno argentino que presume de velar por los derechos humanos a nivel mundial, el colmo llegó en la reunión de la senadora con el entonces canciller israelí, Silvan Shalom. Este aprovechó la ocasión para expresar su desacuerdo con la posibilidad de que Argentina abriera una representación diplomática en Palestina. La senadora le respondió que “las decisiones en política exterior forman parte de la soberanía argentina, pero que entendía el reclamo (israelí) por los lazos de amistad entre ambos países”.

Cristina de Kirchner aceptó la injerencia de Tel Aviv: no tenemos aún embajada ni consulado en Palestina. Es una vergüenza de supeditación nacional al lobby de Israel y los empresarios argentino-israelitas. Hay que abrir esas legaciones para recobrar la soberanía y como una forma de estar más cerca del pueblo palestino, víctima del horror neonazi.

El lobby de la Ccai

En la nota de anteayer, informamos del lobby que hace la Cámara de Comercio Argentino Israelí (Ccai) presidida por Miguel Kiguel. Este representante del capital financiero e inmobiliario es directivo del Macroeconomics Advisory Group y titular de Nuverse Financial Advisors. Entró al Banco Hipotecario como presidente y luego permaneció como director como hombre de confianza de Eduardo Elztain, otro peso pesado de la Ccai desde que fue socio de George Soros.

Tanto Kiguel como Pablo Rojo fueron objetados en 2000 y 2001 por el extinto diputado Alfredo Bravo. No debían ser funcionarios del Banco Hipotecario privatizado, según fundamentó en su informe ante la Oficina Anticorrupción sobre la escandalosa privatización de esa entidad.

El presidente de la Cámara cerró en noviembre de 2003 el 39º Coloquio de Idea auspiciando un acuerdo con el FMI y los bonistas en términos desfavorables a los intereses nacionales. Dijo allí: “también está fuera de discusión la consolidación de los equilibrios macroeconómicos fiscal, monetario y externo. Y que para recuperar la inversión indispensable es preciso afirmar la confianza en reglas de juego claras, que respeten el derecho de propiedad, la seguridad jurídica y la rentabilidad empresaria”.

En la Cámara también talla Etztain, que tras separarse de Soros mantuvo el control de las compañías Irsa (inmobiliaria) y Cresud (agropecuaria). Con la primera es dueño de casi todos los shoppings de Buenos Aires, gran parte de Puerto Madero y cinco hoteles cinco estrellas. Con la segunda tiene 19 establecimientos agropecuarios y 420.000 hectáreas de tierras, ubicándose como uno de los mayores productores y terratenientes.

Hasta 2005, la presidencia de ese lobby proisraelita la tenía Marcelo Midlin. Es el dueño del fondo inversor Dolphin, la eléctrica Edenor adquirida a los franceses en 100 millones de dólares y la empresa de transporte eléctrico Transener. Ahora encabeza la Cámara de Empresarios Argentinos de la Energía (Ceade) y tiene mucho predicamento sobre el gobierno nacional, especialmente el ministro Julio de Vido.

Otra estrella de la Ccai es el Grupo Werthein, que tiene el 48 por ciento de la sociedad controlante de Telecom, toda la Caja de Ahorro y Seguros, empresas agropecuarias con 69.000 hectáreas y adquirente del BankBoston en sociedad con los sudafricanos de Standard Bank. Julio Werthein, director del Sudameris y titular por entonces de la Bolsa de Comercio, le declaraba a la revista Veintitrés (16/11/2000) : “el gobierno de Menem es uno de los más importantes que hemos tenido porque más allá de las críticas que le quieran hacer, el presidente Menem ha dejado un país organizado”.
 
Fuente: Emilio Marín, Argenpress.info

¿Cuándo aprenderá Israel?

El presidente palestino y otros dirigentes regionales e internacionales están pidiendo la liberación del soldado israelí "secuestrado" por milicias palestinas al tiempo que los habitantes de Gaza se preparan para una amplia invasión israelí. El mensaje es que los palestinos no deberían resistirse –sólo pueden, y deben, quedarse esperando a los israelíes en sus casas, patios de colegios y en la calle, preparados para morir. Secuestrar a un soldado israelí no nos acercará ni una milésima a la paz, ni tampoco nos acercarán los ataques israelíes de venganza; lo único que puede acercarnos a la paz es el fin de la ocupación.

Por Rifat Odeh Kassis

Cuando escuché por primera vez hablar del soldado israelí “secuestrado” por los palestinos y escuché el llamamiento de Abu Mazen a las facciones palestinas, seguido de los de otros muchos dirigentes árabes y extranjeros pidiendo su liberación, pensé que el soldado había sido secuestrado en un café en Tel Aviv. Este sentimiento se intensificó cuando oí al vocero del ejército israelí haciendo declaraciones ante Al Jasira, apelando a los secuestradores para que le salvaran la vida y lo enviaran de vuelta con su familia y sus padres. Comprendí finalmente que no era ése el caso cuando leí en la BBC que “el hombre desaparecido era el artillero de un tanque atacado durante un ataque efectuado por resistentes palestinos antes del amanecer desde un túnel de 300 metros cavado bajo la valla de la frontera de Gaza cerca del cruce de Kerem Shalom”. Sin embargo, en cierto modo me había confundido el estar todo el tiempo oyendo hablar de un “hombre” y no de un “soldado”.

 

Averigüé que ese soldado/hombre (para no molestar a la BBC) había sido secuestrado en combate en un puesto de control militar dentro de la Línea Verde. Como era el artillero de un tanque, supongo que participó en los lanzamientos de bombas y misiles contra Gaza y que, probablemente, era responsable de la muerte de algunos civiles, quizá hasta de la muerte de algunos niños y excursionistas en la costa de Gaza.

 

Inmediatamente, Israel culpó, como ya es habitual, del incidente a la Autoridad Palestina, incluido su Presidente, aunque el incidente había implicado a soldados y no a civiles.

 

The Associated Press escribió: “A pesar de los continuos esfuerzos de Abbas presionando a sus rivales de Hamas a la moderación, Olmert dijo que culpaba a todo el liderazgo palestino, incluido su presidente, de ser responsables de la espiral de violencia.”

 

“Debe quedar claro que consideramos a la Autoridad Palestina, a todos sus niveles, desde su presidente para abajo, elementos responsables de esta operación y de todo lo que ocurra a partir de ella”, dijo Olmert refiriéndose a Abbas.

 

Más tarde averigüé que el soldado, además de ciudadano israelí, es también ciudadano francés. El gobierno francés fue alertado y anunció que harán todo lo que puedan para salvar la vida del soldado y devolverle con sus amigos y seres queridos – un ciudadano francés sirviendo en territorios ocupados ilegalmente en violación de la IV Convención de Ginebra, de la cual Francia es signataria. No estoy segura de la posición del gobierno francés pero, que yo sepa, no animan habitualmente a sus ciudadanos a ir a Cisjordania o Gaza. Por eso, no puedo entender realmente cómo en esta ocasión el gobierno francés puede aprobar la presencia en Gaza de un ciudadano francés que no está allí de picnic sino violando deliberadamente el Derecho Internacional.

 

Admito que no soy una persona violenta. Me desagrada cualquier actividad violenta y no creo que ningún conflicto pueda o deba ser resuelto mediante la fuerza y la violencia. Por eso creo absolutamente en el Derecho Internacional, que reconoce a los pueblos ocupados el derecho a resistir a sus ocupantes por todos los medios. Gaza, como el resto de Cisjordania y el Este de Jerusalén, está todavía bajo ocupación y no ha sido liberada ni “traspasada” como intentan decir Israel y algunos medios.

 

Retrocediendo a 2004, mucho antes de que la desconexión unilateral de Israel de Gaza tuviera lugar, el relator especial sobre la situación de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, profesor John Dugard, escribió en su informe oficial a la Comisión:

 

“Israel no planea abandonar sus dominios en la Franja de Gaza. Planea retener el control último sobre Gaza controlando sus fronteras, sus aguas marítimas y su espacio aéreo. En consecuencia, según la ley, continúa siendo un poder ocupante que sigue sujeto a las obligaciones señaladas en la IV Convención de Ginebra.”

 

En su último informe tras su visita a los Territorios Ocupados Palestinos entre el 9 y 17 de junio, Dugard escribió:

 

“Gaza está bajo estado de sitio. Israel controla su espacio aéreo y ha reanudado las bombas sónicas que aterrorizan y traumatizan al pueblo palestino. Los asesinatos selectivos de militantes están aumentando. Inevitablemente, al igual que en el pasado, esos asesinatos han implicado la muerte y las heridas de transeúntes inocentes. Israel también controla las aguas marítimas de Gaza y dispara sus misiles hacia el territorio desde barcos en el mar… Dentro de Gaza, los servicios sanitarios se han visto gravemente afectados por la prohibición de financiar equipamiento y suministros médicos administrados por la Autoridad Palestina gobernada por Hamas. La falta de pago de salarios a los empleados de la AP ha afectado tanto a hospitales como a colegios porque los empleados no pueden permitirse el lujo de desplazarse para trabajar. El desempleo y la pobreza no paran de aumentar. Después de un largo período de cierre del cruce comercial de Karni, volvió a abrirse pero sólo se ha tramitado el paso de unos cuantos camiones, con el resultado de que Gaza carece aún hasta de los comestibles más básicos y sigue sin poder exportar sus productos.”

 

Para empeorar las cosas un poco más, cuando Al Jasira le preguntó a un vocero militar si Israel detendría su planeada invasión de Gaza una vez que el soldado fuera liberado, contestó que ésas eran dos historias diferentes. Es decir, que Gaza será invadida de una forma u otra. Según el diario israelí Yediot Ahoronot, la invasión de Gaza fue planeada mucho antes del secuestro del soldado. Eso significa que no sólo los niños en prisión no van a ser liberados a cambio de la vida del soldado, sino que es probable que mueran más niños durante la próxima invasión.

 

Así es, en efecto, el presidente palestino y otros dirigentes regionales e internacionales están pidiendo la liberación del soldado al tiempo que los habitantes de Gaza se preparan para una amplia invasión israelí. El mensaje es que los palestinos no deberían resistirse –sólo pueden, y deben, quedarse esperando a los israelíes en sus casas, patios de colegios y en la calle, preparados para morir. Los palestinos no deben defenderse ni defender a sus niños; sencillamente, lo único que tienen que hacer es esperar a que los maten sin presentar resistencia ninguna, esto no es más que un mero y vulgar acto de terror.

 

Mientras tanto, Associated Press y Reuters escribieron:

 

“… la familia del soldado rompió su silencio el lunes para pedir a sus captores que lo traten con humanidad y que recuerden que tiene una familia que le echa mucho de menos. Noam Shalit, en una entrevista con Associated Press Televisión, describió a su hijo como un muchacho tranquilo y servicial que había seguido la senda de su hermano mayor metiéndose en el cuerpo de blindados del ejército. ‘Lo único que tenemos que hacer ahora es no perder la esperanza, sólo eso’, dijo.”

 

Leer esas conmovedoras líneas me llevó a compararlas con los sentimientos de una madre palestina que había declarado a Al Jasira, tras los últimos bombardeos de Israel, que precisamente el concepto de esperanza es lo que ha sido borrado de su conciencia.

 

Lo que la familia Shalit está sintiendo ahora es exactamente lo que sienten o han sentido la mayor parte de las familias palestinas. Todos los israelíes deben conocer eso. Necesitan saber, y aceptar, que los palestinos son tan humanos como ellos. Los palestinos lloran cuando sus niños son asesinados y se sienten desesperados cuando sus hijos son encarcelados. Ese horrible ciclo vicioso de violencia tiene que detenerse. Israel debe terminar con su ocupación de una vez por todas y no dejar de lado ninguna cuestión importante, como hace siempre. Deberían retirarse completamente de Gaza y Cisjordania, incluido Jerusalén Este, y devolver a los palestinos sus derechos políticos y económicos. Los israelíes necesitan dar a los palestinos la oportunidad de vivir junto a ellos en paz y prosperidad –en una paz justa.

 

Secuestrar a un soldado israelí no nos acercará ni una milésima a la paz, ni tampoco nos acercarán los ataques israelíes de venganza, los ataques preventivos o castigos colectivos, como hurtar los suministros de alimentos, la electricidad o el agua. La única respuesta lógica de Israel debería satisfacer a la familia Shalit, y a cualquier afligida familia israelí o palestina, poniendo fin a la ocupación. El momento ha llegado. El tiempo ha sido siempre ahora. Israel, ¿cuándo aprenderás?

 

La fuente: Rifat Odeh Kassis es una activista palestina por los derechos humanos y presdiente de Defense for Children International. El artículo original en inglés fue publicado por Electronic Intifada. La traducción pertenece a Sinfo Fernández para Rebelión.

El avance de los judíos dispara la tensión en Jerusalén

 

La zona árabe de la ciudad se convierte en un polvorín tras el aumento del número de colonos

Por Juan Miguel Muñoz - Jerusalén

 

La colonización judía de la Jerusalén árabe y de su entorno avanza imparable. A la docena de grandes asentamientos que ya cercan la mitad palestina se suma el goteo de fanáticos religiosos que aprovechan ingentes ayudas financieras privadas y el respaldo del Gobierno israelí para mudarse a barrios en los que hasta hace escasos años sólo vivían palestinos. La tensión es enorme. La mecha, piensan muchos, está encendida. Resta saber su longitud. "Jerusalén Este se halla en el umbral de una poderosa explosión. Esta explosión no tendrá que ver con el nacionalismo. Sucederá por la mezcla de varios factores... Está escrito en las paredes, pero los funcionarios israelíes no pisan el lado oriental de la ciudad y no lo ven venir", ha escrito Meir Margalit, coordinador del Comité Israelí contra la Demolición de Casas, ex concejal y doctor en Historia Judía Moderna.

 

 

 
La crisis económica, la rampante corrupción de altos funcionarios de la Autoridad Nacional Palestina que se llenaron los bolsillos durante una década, la decepción respecto a un proceso de paz con Israel en el que casi nadie cree, la discriminación que sufren a diario los palestinos residentes en Jerusalén Este; en fin, la ausencia de toda expectativa configura un cóctel repleto de riesgos. Y la chispa saltará en cualquier momento. El odio se palpa, y la llegada de colonos, amparados por el Ayuntamiento y el Gobierno, hace prever a buen número de organizaciones de derechos humanos que un estallido violento es sólo cuestión de tiempo.

 
La incesante colonización ejecutada por El Ad, Ateret Cohanim y varios grupos que se nutren de donaciones de millonarios estadounidenses y de las prebendas del poder político comenzó a mediados de los noventa, precisamente cuando el hoy primer ministro, Ehud Olmert, ejercía como alcalde. Alentó la edificación y la instalación de colonos -muchos emigrados de EE UU- en los barrios árabes. Todos conocen en Jerusalén Este a Irving Moskowitz, un magnate del juego que compra predios e inmuebles en la zona ocupada para instalar a extremistas judíos en medio de un mar de vecinos palestinos.

 

 

 

"Hay grupos muy ideologizados cuya misión es traer a colonos para hacer más difícil cualquier solución. Olmert ya trabajó en EE UU para conseguir financiación para El Ad", afirma Hagit Ofran, miembro de Peace Now, una de las ONG más activas en Israel. "Para el Gobierno", añade, "es ideal. Cuenta con alguien dispuesto a pagarlo todo, aprovechando la pobreza de los más débiles". Generalmente emplean a intermediarios palestinos para las adquisiciones de parcelas a los árabes, pero se utilizan otros métodos que tendrán consecuencias: se paga a personas mayores millonadas por sus viviendas y se formalizan los documentos. Pero el vendedor puede seguir en su domicilio hasta su muerte, momento en el que los colonos ocupan su lugar. Se evita así que sean asesinados. Si un palestino vende abiertamente una casa a un judío es hombre muerto.

 

 

 

Además del muro de hormigón que rodeará Jerusalén en pocos meses, y que hace inviable la vida familiar, cultural, económica y social de decenas de miles de palestinos, el Ejecutivo de Olmert acaba de anunciar la expansión de Givat Zeev, uno de los 12 asentamientos de la ciudad. Por no mencionar Maale Adumim, que con 30.000 vecinos secciona Cisjordania en dos mitades. Habitan la parte ocupada de Jerusalén 180.000 judíos y 231.000 palestinos. Pero en el corazón árabe de la ciudad vieja -con su inmensa carga histórica, simbólica y sentimental- un proyecto ya aprobado por el municipio reúne todos los requisitos para devenir en polvorín.

 

 

 

Ante la Puerta de Herodes funcionan una comisaría y una oficina de correos, y a unos 200 metros ondea la bandera de Israel sobre el tejado del Museo Rockefeller. Nada más atravesar la puerta de la muralla, junto a los comercios palestinos, cuelgan cámaras de vigilancia. "Los colonos ya han tomado posesión de un terreno de 9.000 metros cuadrados en el que los planes urbanísticos del municipio prevén construir 42 viviendas y una gran sinagoga. Está prohibido construir junto a la muralla, y todavía más que la sinagoga supere la altura de la muralla", comenta Margalit. Es exactamente el plan diseñado por el consistorio.

 

 

 

"La zona comercial adyacente va a decaer y se están ocupando las áreas estratégicas. Es la hebronización de Jerusalén", añade el autor del libro Discriminación en el corazón de la ciudad santa. Decenas de militares mantienen vedada la circulación en buena parte del centro de Hebrón a 170.000 palestinos para preservar la seguridad de 500 colonos. "Sólo la presión internacional", dice, "podría detener este proyecto".

 

 

 

El Gobierno no esconde sus intenciones. "A medida que Olmert se retire de Cisjordania va a ir dando más propiedades a los colonos en Jerusalén Oriental", augura Margalit. Al pie de una de las empinadas cuestas que conducen al Monte de los Olivos, un cartel anuncia: "Parque Nacional de En Zurim". Nada tiene de reserva natural. Es un amplio terreno cuyos propietarios palestinos no registraron. Todos sabían a quién pertenecían los dominios. La declaración de Parque Nacional exime de compensar a los dueños. ¿Y quién es el director de Parques Nacionales? Jonatan Cohen, un colono de la extrema derecha, correligionario del dirigente de Unión Nacional Benny Elon.

 

 

 

Metros más arriba de En Zurim, en la ladera del Monte Scopus, Elon dirige una yeshiva (escuela religiosa judía). A su vera, se han trasladado unas caravanas, las que emplean los radicales para instalarse donde juzgan conveniente. Gozan de impunidad, y sólo las decisiones políticas han permitido el desmantelamiento de alguna de las 126 diminutas colonias que el propio Gobierno israelí considera ilegales. Eso sí, se requieren años. Porque los trámites judiciales se eternizan cuando el demandante es un colono. Para cientos de palestinos que edifican ilegalmente en lugares sensibles, las órdenes de demolición se cumplen sin demora. Treinta días y la piqueta comienza a funcionar. "El municipio ha declarado que hay que mantener el balance demográfico, y esto determina su política. La demolición de casas es parte de esta política, pero en los últimos 10 años todos los palestinos que han podido han regresado a Jerusalén", declara Ofran.

 

 

 

"En el Ministerio de Justicia hay funcionarios que se encargan de la administración de las tierras de los ausentes [los expulsados por las guerras]. Se las otorgan a los colonos para que las administren. Pero es una gran mentira. Se trata de judaizar la parte oriental", advierte Margalit. Un tercio de los 70 kilómetros cuadrados de Jerusalén Este acogen ahora una docena de colonias judías. Salió gratis. Aunque legalmente se debe pagar por las expropiaciones, los palestinos se niegan a recibir dinero para no legitimar la ocupación.

 

 

 

 

 

La colonización de Jerusalén Oriental marcha tan pausada como inexorable. Pero tropieza con un obstáculo. Hagit Ofran explica: "Los límites de Jerusalén los dibujaron a partir de 1967 tres generales. Incluían 28 pueblos palestinos donde vivían 70.000 personas. Hoy son 230.000". El índice de natalidad de los palestinos es muy superior al de los israelíes.
 

 
Silwan es un barrio árabe al pie de la mezquita de Al Aqsa. Otro ejemplo de la arbitrariedad. Los arqueólogos dicen haber hallado restos de la ciudad del rey David. Y ya se ha constituido un parque nacional, gestionado por El Ad. Jóvenes de acento estadounidense armados controlan el acceso al recinto. Y otros deambulan a las puertas de casas adyacentes adquiridas por colonos judíos. "Hay 80 viviendas amenazadas de demolición para extender el parque", afirma Ofran. Muchas otras -190 en los dos últimos años- ya han caído bajo las excavadoras en la ciudad.
 

 

 

 

No se puede edificar ni sumar plantas a los edificios, costumbre muy arraigada entre los palestinos cuando necesitan espacio para sus familiares. Pero de 2000 a 2003, un edificio de siete plantas en un área de 800 metros cuadrados fue alzado. Ninguna autoridad acudió a derribarlo. ¿Nadie lo vio? "El milagro se puede explicar", ha escrito Margalit, "por el hecho de que la supervisión municipal era consciente de quiénes eran los propietarios del edificio que se elevaba ante sus ojos en el corazón de Silwan". Una bandera israelí cubre varias plantas de la mole. Los residentes palestinos no esconden su frustración e impotencia. Y a duras penas su odio.

 

 

 

El Parlamento de Israel promulgó en 1981 la ley que declara Jerusalén como su capital eterna e indivisible. Pero la unidad de la ciudad, 25 años más tarde, es un mito. Los palestinos y los israelíes se dan la espalda. Los ciudadanos judíos apenas pisan la mitad árabe; los taxistas no llevan al pasajero al otro lado; la compañía de autobuses Egged no cubre la parte árabe. Son dos mundos. Aunque los palestinos de Jerusalén representan el 33% de la población, sólo se invirtió en el este de la ciudad -en 2003- el 11,72% del presupuesto municipal. Casi 6.000 shequels (1.039 euros) invierte el municipio por cada ciudadano de la parte oeste. En la zona árabe la suma se reduce a 1.300 shequels.

 

 

 

La discriminación, con todo, no hace mella en el deseo de los palestinos de permanecer en su ciudad. "Los árabes de Jerusalén Este tienen residencia permanente, que puede anular el Ministerio del Interior por razones de seguridad, pero no gozan de ciudadanía. No tienen de pasaporte", explica la activista de Peace Now. No faltan políticos que ignoran esa situación.

 

 

 

Han pasado cuatro décadas -ayer se cumplieron 39 años del comienzo de la Guerra de los Seis Días y de la ocupación de Jerusalén Oriental- y todo empeora. Hasta la primera guerra del Golfo, la libertad de movimiento era completa y la "ocupación ilustrada", como la define Margalit, permitía a los palestinos mantener una vida digna. Todo cambió a partir de 1991. "La residencia pueden retirarla si un palestino ha estado ausente durante siete años desde 1967. Pero sumando todos los periodos, no tienen por qué ser siete años consecutivos", precisa Ofran.

 

 

 

"Lo que se está haciendo es un obstáculo para cualquier negociación. La policía teme que se estén creando células terroristas. Cada bloque que se anexiona ahora es un problema para el futuro. El plan de Olmert es lo más estúpido que se puede hacer. Sólo fortalece a Hamás", concluye Ofran.

 

"La derribarán conmigo dentro"

 

A un centenar de metros de la línea verde, la frontera que antes de la guerra de junio de 1967 separaba Israel de Jordania, vive Fuad Abu Taah y su numerosa prole. Su modesta casa y la de uno de sus primos se mantienen en pie en una zona rodeada por ministerios y por el cuartel general de la policía israelí, antaño tierras de cultivo de los Abu Taah. Estuvo a punto de ser demolida en la primavera de 1982, cuando se comenzaban a alzar edificios oficiales. Pero Zenab, la madre de Fuad, se plantó con una carta en la oficina del primer ministro de Israel, Menahem Begin. Relata Fuad que su madre, hoy octogenaria y muy enferma, escribió al dirigente: "Puede usted venir a mi casa a tomar té y café cuando quiera, o derribarla. Pero será conmigo y con mis hijos dentro". Ahí resisten, sin poder colocar un ladrillo. Han rechazado ofertas millonarias. Ya en 1948, la pudiente familia Abu Taah había sido forzada a abandonar la aldea de Lifta, muy próxima a Jerusalén, y Zenab había jurado que no partiría por segunda vez.

 

Se niega a doblegarse también la familia de Mohamed Abu el Haua, asesinado el 12 de abril. Mohamed había vendido varios de sus pisos a un prominente empresario y a un abogado, ambos palestinos. Pero los inmuebles acabaron en manos de El Ad, una organización de radicales judíos cuyo designio es asentarse y colonizar los barrios árabes de Jerusalén. Mohamed hizo de todo para demostrar que no había enajenado las viviendas a los colonos. Quienes lo hacen firman sentencias de muerte. Pero el 28 de marzo, los fanáticos religiosos llegaron a los pisos que habían comprado: nacía así el primer asentamiento en el barrio de A Tur, en el Monte de los Olivos.

 

Uno de los miembros de la extensa familia Abu el Haua no alberga duda alguna: "Sicarios del empresario palestino mataron a Mohamed para que no siguiera removiendo el asunto. Su cuerpo apareció en su coche incendiado en Jericó con tres tiros en la cara y cuatro en el pecho. Pocos días después, a las tres de la madrugada, varios colonos llamaron a la puerta de la planta baja del edificio y abrieron un maletín con 300.000 dólares. Querían el último de los pisos. El hermano de Mohamed y su viuda se negaron en redondo". Hoy las banderas israelíes cuelgan en las tres plantas superiores del edificio en obras.

Israel y Palestina: El nuevo espejismo sionista

Por Higinio Polo
 
1. Si atendemos a la actividad diplomática de Israel, el conflicto de Oriente Medio parece reducirse a una cuestión de terrorismo. Nada más lejos de la realidad. Si se acepta, como pretende la propaganda sionista, que Israel sólo se defiende del terrorismo (¿no hay una lucha de liberación palestina?, ¿no reconoció la ONU a la OLP como legítimo representante del pueblo palestino?), deja de existir la cuestión central: la ocupación militar ilegal de los territorios palestinos, cuya población tiene derecho, conforme a la legalidad internacional y a la Carta de las Naciones Unidas, a resistirse a la ocupación. Para Israel, la OLP, el FPLP, Hamás y otras organizaciones palestinas son terroristas (lo milagroso sería que, en las condiciones de ocupación y expolio, no hubieran surgido terroristas). A Hamás, vencedor de las últimas elecciones en Cisjordania y Gaza, se le exige que reconozca a Israel. Es decir, se exige a los ocupados que reconozcan a sus ocupantes, mientras la “comunidad internacional” no exige a Israel el reconocimiento de Palestina, el fin de la ocupación, el cese de los asesinatos selectivos, la represión, el robo de tierra palestina.

Israel recurre al terrorismo: no sólo al terrorismo de los ricos (bombardeos, aviones no tripulados, misiles, explosión de bombas a distancia), sino también al de los pobres: en Líbano, tanto Hezbolá como Israel colocaban bombas en las carreteras. Por otra parte, el terrorismo suicida (utilizado como pretexto para la construcción del muro israelí) no nació con Hamás. Apareció por primera vez en el Líbano, en la década de los ochenta del siglo pasado, y no fue exclusivo de los islamistas, ni tampoco realizado sólo por hombres, como con mucha frecuencia se afirma. En Líbano, algunas mujeres llevaron a cabo acciones suicidas y los movimientos nasseristas utilizaron también el terrorismo suicida, que aparece mucho más tarde en los territorios palestinos ocupados por Israel. El terrorismo de Hamás y de la Yihad es de pobres, con suicidas cargados de cinturones de explosivos, que buscan causar víctimas entre la población civil, en pugna con un terrorismo más eficaz de comandos militares, misiles y helicópteros.

Hamás, que ha cumplido la tregua declarada hace un año, sin realizar atentados, ha comprobado que ello no ha supuesto la paralización de los asesinatos realizados por Israel. Sin embargo, ese letal terrorismo israelí apenas es noticia, a diferencia de los atentados perpetrados por Hamás o por otros grupos palestinos. La violencia terrorista no tiene límites para el gobierno israelí: pese a ello, incluso Hamás diferencia entre loa asesinatos de sus militantes, que juzga comprensibles habida cuenta de la situación de enfrentamiento militar, y los bombardeos de poblaciones civiles, que, en clara violación de toda la legislación internacional, Israel sigue realizando para castigar y aterrorizar al pueblo palestino.

Los principales dirigentes de Hamás fueron asesinados por Israel: Sheik Yassin, en marzo de 2004, y el doctor Abdel Aziz Rantissi, en abril del mismo año. La lista de asesinatos selectivos ordenada por los gobiernos israelíes es interminable, y se ha ejecutado en muchos países. Solamente en enero y febrero de 2006, Israel ha lanzado más de diez operaciones terroristas en Gaza y Cisjordania, asesinado a varias decenas de palestinos. A principios de febrero, un tribunal militar israelí condenaba a treinta y cinco años de cárcel a Mustafá Kamel Badarneh, dirigente del FDLP, acusado de dirigir las Brigadas de Resistencia Nacional Palestina, los guerrilleros del FDLP que atacan al ejército ocupante israelí. La represión es igualmente dura con el FPLP: recuérdese que en agosto de 2002, misiles israelíes destruían su sede central en Ramala, asesinando a Abu Alí Mustafá, el secretario general del FPLP.

Es cierto que la caracterización de la resistencia y de las formas de lucha enfrenta a las organizaciones palestinas. A diferencia de la acción que practican los islamistas palestinos, el FPLP no ataca nunca a la población civil israelí: jamás mandaría a un militante a inmolarse en un autobús. Pese a esa firme decisión, más de la cuarta parte de las acciones de la resistencia ante la ocupación son protagonizadas por el FPLP, y no va a renunciar a la resistencia. Tras la victoria de Hamás, los dirigentes del FPLP abonan la democratización de la OLP y la unión de todas las organizaciones resistentes. Su programa puede resumirse en la liberación de Cisjordania y Gaza, el retorno de los refugiados y la creación de un Estado unitario, laico y democrático, en todo el territorio de la vieja Palestina, donde convivan todos los grupos religiosos que lo hacen actualmente.

“El muro es para defendernos de los terroristas suicidas”, alega Israel, pero, en la práctica, su construcción está arrasando cultivos palestinos, rodeando poblaciones, aislando a miles de personas, encarcelando a otras, apoderándose de buena parte del territorio de Cisjordania. El muro no es una defensa contra el terrorismo; es, sobre todo, un intento de apoderarse de más territorios. Los soldados israelíes utilizan sus excavadoras para arrasar los campos palestinos, mientras continúa expropiándose tierra en Jerusalén y Cisjordania para entregarla a colonos judíos, en ocasiones llegados desde otros países. El racismo antiárabe que acompaña a esa política se ha visto en la retirada de Gaza, donde Israel ha dejado arrasados los asentamientos judíos, que eran ilegales según las resoluciones de la ONU. Pese a la retórica antiterrorista de la construcción de un muro defensivo, la sistemática violación de los derechos humanos en los territorios ocupados, la política de asesinatos selectivos, las incautaciones y la propia ocupación militar y la negativa a reconocer a Palestina, muestran la verdadera cara de Israel.

La nueva ocupación israelí de Cisjordania y Gaza, contrariando los acuerdos de Oslo, hizo que la ONU aprobara una nueva resolución, la 1402, que exige la retirada israelí de las ciudades palestinas ocupadas y la renuncia al terrorismo. Fue inútil: Israel siguió manteniendo el cerco sobre Ramala y sobre la presidencia de Arafat, encerrado en la Mukata, de donde saldría para morir. Israel no tiene intención de renunciar al terrorismo de Estado: Avi Dichter, un hombre que dirigió los servicios secretos israelíes del interior, el Shin Bet, y que asesora en asuntos de seguridad al primer ministro, Ehud Olmert, ha señalado públicamente a Ismail Haniya, encargado de formar el nuevo gobierno palestino, como “un objetivo legítimo” de los asesinatos selectivos de Israel.

2. Los refugiados palestinos constituyen uno de los grandes problemas contemporáneos de la humanidad. De hecho, de los más de nueve millones de palestinos, apenas 3.700.000 viven en los territorios ocupados. En Israel vive otro 1.200.000; a los que hay que añadir los 2.500.000 que viven en Jordania; los 400.000 del Líbano, otros 400.000 en Siria, y 500.000 más sumando los que viven en Arabia, los países del golfo Pérsico y Egipto.

El proyecto sionista soñaba con la tierra prometida. Y la campaña para asentarse en Palestina no tenía como objetivo único escapar de la persecución en Europa, puesto que podrían haberse dirigido a cualquier otro lugar, además de a la Palestina del mandato británico. De hecho, muchos lo hicieron: a Estados Unidos, a Argentina, Australia. Tampoco pretendían salir adelante, rehacer sus vidas, como tantos millones de emigrantes lo han hecho en el siglo XIX, en el XX, y en el que hemos iniciado. Los judíos que llegaron para establecerse en Palestina no querían compartir la tierra con quienes allí vivían desde hace siglos. Llegaron para apoderarse de un país que no era suyo y expulsar a sus habitantes. “Esta tierra es nuestra”, siguen afirmando los sionistas. Así, la expulsión de centenares de miles de palestinos de sus pueblos y ciudades (en una feroz operación de limpieza étnica que el sionismo pretende justificar históricamente por el procedimiento de compararlo con el trasvase de población entre griegos y turcos en los años posteriores al hundimiento del Imperio otomano; en la partición de la India, en 1947; y en la evacuación alemana de Prusia oriental, tras la derrota del nazismo) sigue siendo una de las cuestiones centrales del conflicto de Oriente Medio. Sabra y Chatila ilustran el odio del sionismo hacia los refugiados palestinos, porque esos campos son una acusación permanente y la demostración del expolio y la persecución del pueblo palestino. Significativamente, un hombre honesto como Primo Levi, judío él mismo, superviviente de Auschwitz, condenó las matanzas de los campos de Sabra y Chatila, como se opuso a la invasión del Líbano.

El sionismo, desde su aparición, pretendió fundar un Estado judío, para los judíos, pero esa concepción implicaba la segregación, el apartheid, el racismo: para el proyecto sionista, o bien todos los habitantes del país son de religión judía, o bien hay que expulsar a los que no lo son. Así, sorprendentemente, Israel critica en su propaganda el rigorismo religioso saudí o iraní en la definición de sus Estados, pero asume con naturalidad las consecuencias de un Estado judío. ¿No resulta sorprendente que puedan ir los judíos de cualquier lugar del mundo a establecerse a Israel, pero no puedan hacerlo los palestinos que nacieron en esa tierra? No deja de ser revelador que judíos argentinos o rusos, norteamericanos o marroquíes tengan derecho al “retorno” a una tierra en la que jamás han estado, mientras los palestinos expulsados de sus tierras no puedan hacerlo. Muchos palestinos siguen guardando las llaves de sus casas, de Jaffa, de Jerusalén o de San Juan de Acre. Muchas de esas casas ya han sido destruidas: Israel sabe que hay que borrar las huellas del expolio.

Ni siquiera la izquierda moderada israelí acepta el retorno de los refugiados palestinos: en todo caso, aceptarían su vuelta al hipotético Estado palestino que se crease en Gaza y Cisjordania, pero no el retorno a sus localidades de origen, es decir, al Israel actual. La posición israelí es terminante en este asunto. Israel pretende enterrar la cuestión de los refugiados, aunque esté reconocida por la resolución 194 de la ONU; y quiere apoderarse para siempre de Jerusalén, arrebatar a los palestinos una parte de Cisjordania, y, al final del proceso, aceptar un simulacro de Estado palestino, dividido en bantustanes y sometido al control israelí. Porque Israel no quiere renococer las fronteras de 1967, y ese es el principal obstáculo para la paz: pese a su forzada retirada de Gaza, convertida en un hacinado polvorín, Tel-Aviv ha continuado con la ampliación de las colonias en Cisjordania y con la construcción del muro, que, de hecho, hace inviable la creación de un Estado palestino. Además, el intento de ahogar financieramente a la ANP, dejando de entregar los impuestos recogidos en su nombre, o exigiendo el recorte de la ayuda financiera internacional, siembra dudas sobre las intenciones sionistas. ¿Juega también Israel a alentar una guerra civil palestina?

3. La victoria de Hamás en las elecciones ha cambiado el escenario. La corrupción ha sido una de las causas por las que la Autoridad Nacional Palestina ha visto reducidos considerablemente sus apoyos entre la población de los territorios ocupados. La OLP, como coalición de diferentes organizaciones, de las que Al Fatah es la más importante, está ahora en una difícil situación. La izquierda palestina propone la democratización de sus estructuras y la inclusión de Hamás en ella, como una forma de impulsar la creación de un Estado palestino. Pero la corrupción no es asunto exclusivo de la ANP: recuérdese que, en Israel, Annex Research -la empresa que servía para que el dinero de la corrupción llegase hasta Sharon y su partido- es apenas un ejemplo del pantano en que se mueve la política israelí.

Hamás vio crecer su influencia tras la ocupación israelí de Cisjordania y Gaza, cuando terminó la guerra de los seis días en 1967. La conjunción de intereses entre Israel y los países árabes que, aunque respaldaban formalmente a la OLP no veían con agrado su indiferencia religiosa y su laicismo, hizo que empezaran a financiarse grupos de palestinos islamistas insatisfechos con el movimiento dirigido por Arafat: la OLP siempre ha combatido el integrismo islámico. Los sangrientos enfrentamientos de los palestinos con la milicia chiíta de Amal, en Líbano, en los años ochenta, o, más recientemente, a finales de mayo de 2003, en el campo de refugiados de Ain El Helue, del sur del Líbano, donde los milicianos de Al Fatah se enfrentaron a organizaciones cercanas a Al Qaeda, a las que querían expulsar del campo de refugiados, son muestra de esas diferencias. Hombres de Usbat El Nur y de Usbat El Ansar atacaron a los milicianos de Al Fatah, asesinando a siete de ellos y causando heridas a una treintena de palestinos refugiados.

Tanto Israel como Arabia y otras monarquías petroleras financieron a los grupos islamistas que, ya en los años setenta, desarrollaban labores de asistencia social en los territorios ocupados. Hamás fue utilizada por los gobiernos israelíes (laboristas y del Likud) para limitar la influencia de la OLP en los territorios ocupados: frente a una organización como la OLP, que ponía énfasis en las reivindicaciones nacionales y políticas, se opuso otra, Hamás, que encontraba en las raíces religiosas su razón de ser. Tel-Aviv, jugando a aprendiz de brujo, creyó que podría concluir un tácito acuerdo con quienes también se oponían a Arafat y a su círculo de la vieja guardia tunecina. Es un recurso conocido. Si Estados Unidos financió y estimuló el islamismo como freno al panarabismo socialista (como, después, financió el terrorismo islamista de Ben Laden para combatir a la URSS en Afganistán), Israel protegió al islamismo de Hamás desde sus inicios: primero, para limitar la influencia de la OLP, y, en segundo lugar, para combatir después, más fácilmente, un movimiento de liberación nacional palestino que estuviera dirigido por el islamismo y no por la izquierda laica. La propia ONU reconoce que la resistencia no es terrorismo, pero, en los últimos años, la propaganda sionista ha conseguido, en parte, crear el espantajo de una resistencia palestina en manos del islamismo y del terrorismo.

El Frente Popular para la Liberación de Palestina, FPLP, de filiación comunista, denunciaba tras la victoria de Hamás en las últimas elecciones, que, en Gaza, los círculos religiosos islamistas fueron apoyados y financiados por Israel desde hace más de treinta años, para acabar con el enorme arraigo popular que tenían las organizaciones de izquierda. Consiguieron ese objetivo: en la oleada islamista de Hamás, el FPLP (que continúa siendo una de las organizaciones más relevantes de la resistencia palestina, gobierna en Belén y Ramala, las ciudades más importantes de Cisjordania, y su secretario general, Ahmed Saadat, ha sido elegido diputado, aunque permanece prisionero en la cárcel de Jericó, vigilado por militares norteamericanos y británicos) sólo ha obtenido tres diputados: además de Ahmed Saadat, Jaleda Jarrar, en Nablús, y Jamal Majdalawi en Gaza. Ahmed Saadat, declaraba a principios de 2004 que Arafat, Abu Alá y la dirección de la ANP le habían abandonado.

Pero la victoria de Hamás inaugura una nueva situación. Sin embargo, debe recordarse que, en las elecciones al Consejo Nacional Palestino, el parlamento, sólo ha podido votar la mitad de la población palestina: la otra mitad sigue viviendo en los campos de refugiados, en Líbano, Siria, Jordania; y que la izquierda palestina ha sido incapaz de configurar un frente unido: se han presentado, por un lado, el FPLP, y, por otro, una coalición formada por el Partido del Pueblo Palestino, el FDLP y una pequeña organización socialista. El impacto de la corrupción, reconocido por los propios dirigentes de Al Fatah, la práctica paralización de las negociaciones (Oslo y la hoja de ruta parecen un recuerdo lejano), y la difícil vida bajo la ocupación han sido claves en su derrota. Por si faltara algo, Hamás atribuye la retirada israelí de Gaza a su resistencia armada y a su firmeza para no negociar con Israel. También ha contribuido al resultado el injusto encarcelamiento de Maruan Barguti, que hubiera podido ofrecer una alternativa laica, opuesta a la dirección oficial de la OLP: él mismo denunciaba la corrupción de su organización. Barguti, tras las elecciones, ha llamado a la formación de un gobierno de coalición entre Al Fatah y Hamás. Pero Al Fatah no estaba dispuesta a entrar en un gobierno con los islamistas: solamente sobre la base de la continuidad de la política de acuerdos con Israel están dispuestos sus dirigentes a negociar su participación, aunque esa política haya mostrado ya sus limitaciones. Así, la salida del primer ministro Abu Ala hizo que el presidente Abu Mazen encargase la formación del nuevo gobierno al dirigente de Hamás, Ismail Haniya, que ha creado un gabinete de veinticuatro ministros que ha sido respaldado por el Parlamento. El FDLP se había mostrado dispuesto a entrar a formar parte de un hipotético gobierno de unidad nacional, sobre la base de un programa social y político, y asegurando los mecanismos democráticos de control.

A Hamás se le acusa de pretender crear un estado islámico, algo que sus dirigentes niegan, aunque su rigorismo religioso es equivalente a la definición del Estado judío. Jaled Meshal, dirigente de Hamás (a quien el Mossad intentó asesinar, en Ammán, inyectándole un veneno: el asunto suscitó un escándalo internacional, y los agentes israelíes, que cayeron detenidos, fueron intercambiados por el antídoto para el veneno inoculado a Meshal), declaraba tras la victoria de su partido que, si Israel aceptaba el derecho palestino a vivir en libertad en su tierra, la paz era posible. Para Hamás, los acuerdos de Madrid y de Oslo no han resuelto la ocupación, al tiempo que Israel, con la construcción del muro, se apropia de nuevas tierras palestinas. La hoja de ruta, que impone la desmilitarización de las milicias palestinas y, en la práctica, el fin de la resistencia, deja para el futuro las cuestiones más importantes para los palestinos: el estatuto definitivo de Jerusalén, el retorno de los refugiados y los propios límites del Estado palestino. Frente a la exigencia de los gobiernos occidentales de que Hamás renuncie a las armas y a la destrucción de Israel, los islamistas mantienen que, en sus textos fundacionales hablan de “acabar con la ocupación israelí de Palestina”. Hamás se niega a aceptar los acuerdos de Oslo y no va a reconocer a Israel.

4. Los acuerdos de Oslo, de septiembre de 1993, por los que Israel y la OLP se reconocían mutuamente, implicaban que, en cinco años, Israel se retiraría de Gaza y Cisjordania. El estatuto definitivo de Jerusalén, el futuro de los refugiados, las colonias israelíes en tierras palestinas, así como la definición de las fronteras y las características del futuro Estado palestino se posponían para el futuro. Cuando expiró el plazo, en 1998, el gobierno israelí, alegando diferentes pretextos, había incumplido más del noventa por cierto de los acuerdos. Continuó con una dura política de represión, cuya ferocidad se mostró al mundo en el cerco a Arafat en Ramala.

Los acuerdos de Oslo fracasaron. La hoja de ruta impulsaba la creación de un Estado palestino provisional para finales de 2003, con el fin de la violencia de ambas partes, y pretendía que, dos años después, al término de 2005, se habrían definido unas fronteras seguras y reconocidas, de acuerdo con la resolución 1397 de la ONU de marzo de 2002. Se configuraba así un acuerdo global en la región, con el patrocinio del llamado cuarteto (Estados Unidos, Unión Europea, Rusia y Naciones Unidas) que incluiría la solución a la cuestión de los refugiados, de Jerusalén, de las colonias ilegales y de las fronteras definitivas. Sin embargo, la negativa de Israel a negociar, con diferentes excusas (“Arafat es un terrorista”, “Abu Mazen es muy débil”, “el terrorismo continúa”), ha hecho inviable también ese plan. Ahora, Estados Unidos y la Unión Europea exigen a Hamás la renuncia al terrorismo, pero evitan pedirle lo mismo a Israel. Se exige a Hamás que reconozca a Israel (como hizo la OLP, sin resolver nada), olvidando la incongruencia de que tengan que ser quienes padecen una ocupación militar (¡hace ya 40 años!) los que tengan que reconocer a sus opresores. La Liga Árabe, a través de lo que se conoce como la declaración de Beirut, de 2002, recordaba que Israel debe cumplir las resoluciones internacionales, los acuerdos de la Conferencia de Madrid de 1991 y retirarse a las fronteras del 4 de junio de 1967, para conseguir una paz justa de acuerdo con las resoluciones 242, 338 y 425 del Consejo de Seguridad de la ONU. Estados Unidos y la Unión Europea deberían exigir a Israel el cumplimiento de sus obligaciones de potencia ocupante y el acatamiento de las resoluciones de la ONU.

El Movimiento Islámico de Resistencia, Hamás, a través de su vicepresidente Musa Abu Marzook, escribía en el diario Washington Post, el 31 de enero de 2006, que el Consejo Legislativo Palestino, creado hace una década, no había resuelto los problemas del pueblo palestino y que su vida había empeorado hasta extremos imposibles. Negaba que Hamás pretenda instaurar un Estado islámico: por el contrario, están decididos a preservar “Tierra Santa” para las tres religiones monoteístas. Abu Marzook reclamaba una nueva hoja de ruta, porque el proceso de paz anterior supuso, en la práctica, la expansión de las colonias israelíes y el expolio de tierras palestinas, y un diálogo justo: “¡Debe llegar el día en que vivamos juntos, como antes!”, afirmaba. En algo tienen razón los dirigentes de Hamás: “¿Qué más puede hacernos Israel?”, se preguntan, “¿rechazar unas negociaciones que no existen?” Uno de sus principales dirigentes recordaba que “la realidad de la ocupación son los humillantes puestos de control, el derribo de viviendas, las detenciones ilimitadas y sin juicio, los asesinatos extrajudiciales y los miles de civiles muertos”.

El plan de desconexión de Gaza llevado a cabo por Ariel Sharon, fue el aceptamiento de una evidencia: era imposible mantener la ocupación. De manera que, ahora, el nuevo espejismo sionista ha encontrado forma en el intento de “separar a los palestinos” de la vida de Israel. Kadima, el nuevo partido creado por Sharon y Peres, que tiene a Ehud Olmert como principal candidato, ha prometido en la campaña electoral “separar a los palestinos de nuestras vidas”, fijar las fronteras de manera unilateral, como una forma de terminar con uno de los conflictos más largos y envenenados del mundo contemporáneo. Kadima pretende, así, la incorporación de los territorios donde se encuentran los principales “asentamientos”, es decir, las ilegales colonias judías creadas a la fuerza, y todo Jerusalén y sus alrededores, todas las tierras que el muro deja en el interior de Israel, más el valle del Jordán fronterizo con Jordania. Todo eso supondría, tras el forzado abandono de Gaza, la anexión de más de la mitad de Cisjordania, y dejaría para el futuro Estado palestino apenas el diez por ciento, en enclaves aislados, de lo que había sido la Palestina del mandato británico.

Hay que destacar que ni los palestinos más radicales, al margen de la retórica para consumo militante, reclaman las fronteras de la partición de la ONU en 1947: se conforman con las fronteras de 1967 que suponen, como se ha indicado, la renuncia a la cuarta parte del Estado palestino ideado por la ONU en 1947. Las cuestiones fundamentales que siguen suscitando unanimidad entre las organizaciones palestinas son apenas tres: el regreso de los refugiados, la continuación de la resistencia contra la ocupación israelí, la aspiración a un Estado independiente con capital en Jerusalén. Las tres son irrenunciables: ceder, supondría la dispersión definitiva, el éxodo, la desaparición. Hamás aceptaría una tregua si Israel se limitase a las fronteras de 1967, y si dejase de matar a sus militantes. Pero ¿acaso es posible que Israel acepte algo semejante? La victoria de Kadima en las elecciones israelíes, sujeta a acuerdos con partidos menores para formar nuevo gobierno, puede abrir una vía de negociación ficticia para forzar la aceptación resignada de ese nuevo plan de desconexión: será un nuevo fracaso para la paz.

Tal vez Rabin estaba de acuerdo en cumplir los acuerdos de Oslo en su totalidad: fue asesinado. Los gobiernos laboristas que gobernaron hasta 2001 eran contrarios a la retirada israelí a las fronteras anteriores a 1967, y el Likud ha continuado esa política. Kadima va a defender la misma estrategia. No debe olvidarse que, ya en 2003, Ehud Olmert propuso la retirada de Gaza y parte de Cisjordania, basándose en el riesgo demográfico que suponía la población palestina: fue acusado por la extrema derecha israelí de rendirse al terrorismo palestino. Para Olmert la única posibilidad para preservar el Estado judío, confesional, es asegurar para el futuro que la mayoría de población dentro de las fronteras de Israel siga siendo judía. Así, Kadima estaría dispuesto a ceder una parte de Cisjordania e, incluso, a negociar el estatuto jurídico de una mínima parte de Jerusalén Este, poblado por palestinos, aunque incorporando toda la ciudad al Estado judío, sin que, al mismo tiempo, eso sea obstáculo para declarar terrorista a la nueva Autoridad Nacional Palestina dirigida por Hamás, con objeto de presionar y tomar posiciones. Esa dureza no es un error de Israel, sino una deliberada política para seguir negándose a una negociación real, apostando por la imposición unilateral de las fronteras de un minúsculo e inviable Estado palestino.

El sionismo ha renunciado a Gaza, pero continúa aspirando a quedarse con la mayor parte de Cisjordania. Ben Gurión insistió en que Israel no podía dejar volver a los refugiados palestinos: “los viejos morirán, y los jóvenes olvidarán”. En 1969, Golda Meir fue más lejos: dijo que los palestinos no existían. Los israelíes quisieron creer en esa ilusión. Pero los palestinos existen, y no han olvidado. Casi cuarenta años después, el nuevo sionismo pretende separar con un muro a millones de palestinos, encerrarlos en ghettos, olvidar para siempre a los refugiados y establecer una paz unilateral por separado que es otro espejismo más.
 
Fuente: www.larepublica.es

Al Nakba, la catástrofe de un pueblo...

"Ve y llevate el ultimo pedazo de mi tierra,
Abandona mi cuerpo joven en mazmorras,
Saquea mi herencia,
Quema mis libros,
Alimenta tus perros con mis peces,
Ve y esparce tu red de espanto
Sobre los techos de mi aldea,
Enemigo del hombre,
No habra tregua
Y habre de pelear hasta el fin,
Asi apagues tus fuegos en mis ojos,
Asi me llenes de angustia,
Asi falsifiques mis monedas,
O cortes de raiz la sonrisa de mis hijos,
Asi levantes mil paredes,
Y clavetees mis ojos humillados,
Enemigo del hombre,
No habra tregua
Y habre de pelear hasta el fin"

(Samih Al Qasem)

Razones para oponerse al proyecto Aysén de Endesa

por Juan Pablo Orrego


Poco a poco comienza a crecer la conciencia nacional respecto de los efectos que podría tener la construcción de grandes centrales hidroeléctricas con enormes embalses en la región de Aysén. La complejidad del caso se manifiesta tanto en la cantidad de ámbitos en que éste genera discusión y polémica, como en la poco común alianza entre muy diversos referentes ciudadanos, quienes desde Cochrane y Coyhaique a Santiago nos oponemos enérgicamente a la materialización del mega proyecto planteado confusamente por Endesa.

Las tres grandes problemáticas que rondan este proyecto son el impacto local, la política energética y el modelo de desarrollo. Respecto al primer punto, el plan de Endesa es una amenaza letal para un número aún indeterminable de miles de hectáreas de las extraordinarias cuencas de los ríos Baker y Pascua, ambas de un altísimo valor ecológico, cultural, económico y con un gran potencial agropecuario y turístico. A los impactos de los embalses (más de 9.000 hectáreas) se deben sumar los de todas las obras anexas, tales como plantas conversoras y líneas de transmisión (más de 12.000 has), caminos, campamentos masivos, plantas de áridos y cemento, además de la fuertísima intervención por maquinaria pesada durante 10 o más años, todo con un también masivo aporte de ruido, humo, polvo, derrames y basura. Con todo esto, el efecto de tal emprendimiento en una zona con las características ecológicas y culturales de Aysén sólo puede ser calificado como potencialmente devastador. En términos ecológicos, lo que está en riesgo aquí es lisa y llanamente la subsistencia del corazón de la Patagonia chilena, que es un mosaico complejísimo de ecosistemas, microclimas y especies endémicas que constituyen sin duda un tesoro ambiental a nivel planetario.

Para formarse una idea de los impactos locales de tales proyectos, basta con una breve visita al Alto Biobío: éste ya no es un bellísimo ecosistema fluvial, sino un antiecológico y antiestético artefacto hidráulico. Su forzada instalación significó el desmantelamiento de las comunidades Pehuenche aledañas, cuya actual supervivencia se sustenta exclusivamente en un artificial dispositivo subsidiario de alto costo provisto por Endesa. Tremendo parche para tremenda herida: familias indígenas bajo la tutela de Endesa por dudosos motivos relacionados con el marketing de futuros proyectos. Esta situación sin precedentes no puede volver a repetirse en nuestro país.

En segundo lugar, este proyecto profundiza la poco acertada política energética impuesta al país por Endesa durante las últimas décadas, basada exclusivamente en megacentrales hidroeléctricas y térmicas. Chile está en el subdesarrollo respecto del uso eficiente de la energía y de las fuentes ‘genuinamente’ renovables; hoy gran parte de la comunidad internacional que trabaja en el tema ya no considera las megacentrales hidroeléctricas como fuentes renovables de energía por sus excesivas externalidades ecológicas, sociales, culturales y económicas en el corto, mediano y largo plazo. Necesitamos una política energética pública, nacional, democrática, y altamente eficiente, que evalúe la hidroelectricidad a menor escala con extremo cuidado y permita su construcción quirúrgica en cuencas que hayan sido estudiadas exhaustivamente. Algo así como ‘cuenca contra proyecto’ en vez de ‘proyecto contra cuenca’, como se estila hasta ahora en Chile.

Hoy, Endesa y otras empresa del rubro diseñan sus proyectos con una estrecha óptica ingenieril y financiera, y luego los ingresan al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental en Conama, institucionalidad intervenida políticamente desde un poder ejecutivo a su vez cooptado por el sector privado, tal como lo evidencian los casos de Ralco y Celco, entre otros. El resultado, finalmente, es que estas empresas terminan ‘encajando’ la obra en la cuenca, absolutamente a la fuerza, y prometiendo en el papel innumerables medidas de mitigación y compensación que en nada salvan a la cuenca o a las comunidades más directamente afectadas de los implacables impactos negativos de la obra. El Alto Biobío es el mejor aunque mudo testigo de esto.

El tercer fundamento de nuestra posición tiene que ver con la proyección del crecimiento de la demanda que esgrime Endesa para justificar su intervención en Aysén y otros ríos de Chile. En este país cuando ‘los grandes’ debaten respecto del tema energético sólo se refieren a la generación, a la oferta de electricidad, y nunca al por qué de la demanda, que es la segunda parte completa de la ecuación. El problema de fondo es que muchas autoridades se han empapado de la visión de Endesa de pensar en la producción de electricidad como un fin en sí mismo, como un negocio redondo con horizonte infinito, lo cual es funcional a un país estancado en una fase productiva primaria y neocolonial, en un modelo de desarrollo basado en la explotación y procesamiento primario de materias primas y recursos naturales; algo evidentemente insustentable, por no decir autodestructivo.

Las industrias primarias, como las dedicadas a la producción de concentrado de cobre, astillas y/o celulosa, y harina de pescado son, precisamente, las más intensivas en el uso de electricidad y del agua, así como las más contaminantes. Urge que Chile cambie la orientación de lo que llama desarrollo. Nuestro país está óptimamente posicionado en Latinoamérica, abierto al Pacífico y al mundo, para ofrecer servicios de alta calidad en educación, cultura, salud, bancarios y telecomunicaciones, además de un ecoturismo horizontal, diseminado, rural, que podría generar a perpetuidad importantes utilidades y múltiples servicios secundarios, siempre y cuando se proteja, conserve, e incluso restaure el medio ambiente de nuestro país. En este modelo también cabe, por supuesto, la producción de alta tecnología y software, algo que ha permitido el acelerado despegue de países como Escocia, Irlanda y otros. En este esquema productivo, el único genuinamente sustentable, la demanda de electricidad cae precipitosamente.

Más encima, el actual modelo chileno incluye, de manera prominente, nefastos efectos socioeconómicos, concentrando agudamente la riqueza y desparramando ampliamente la pobreza: el 20% más rico del país percibe el 62.2% del ingreso, mientras el 20% más pobre sobrevive con el 3% del ingreso, lo cual se explica en gran medida porque las empresas que explotan recursos naturales acaparan la mayor parte del ingreso del país. En otras palabras destruimos ríos y cuencas para generar la energía y para explotar aún más el medio ambiente, todo lo cual enriquece a una minoría. Esto no es ni equitativo, ni sustentable, ni inteligente.

Como se puede ver, el tema de las centrales en Aysén nos lleva hasta el corazón de los grandes problemas económicos, sociales y ambientales que afectan a nuestro país. Endesa querría que percibiéramos su proyecto como algo aislado de todos estos grandes temas, algo estrictamente ‘energético’ y, además, que sucedería allá lejos, en el extremo austral de nuestro país, afectando solamente a los habitantes de esos territorios, pero somos muchos los que vemos claramente que este emprendimiento ocupa un lugar central en la ‘caja de Pandora’ de Chile, que es su modelo de desarrollo en el que estamos atascados desde que llegaron los españoles a este aislado territorio. Tenemos que ser capaces de abrirla.

El proyecto Aysén de Endesa nos ofrece la oportunidad de hacerlo, empezando por comprobar que el impacto local de la construcción de megacentrales hidroeléctricas, la política energética y el modelo económico conforman una compleja e indisoluble trenza que debe ser analizada, evaluada, y, desde nuestro punto de vista, reorientada en su conjunto.

China y las implicancias de su cuarto 'despertar'

por  Rodrigo Álvarez Valdés
 
El interés mundial generado por el crecimiento económico de la Republica Popular China el cual desde fines de la década de los 70’s, y de acuerdo al Banco Mundial, habría alcanzado un increíble promedio de casi un 10% anual, ha traspasado fronteras, creencias e ideologías. Por esta razón y más allá de temas relacionados con contaminación medio ambiental, derechos humanos, rol de la mujer, sociedad civil y dualismo ideológico, el gigante asiático es hoy un ‘polo’ –principalmente económico- de atracción.

El caso no deja de ser sintomático desde que claramente el mundo –y aún manejando algunas de estas deficiencias y problemas internos chinos- ha promovido una política de carácter pragmático al momento de perfilar las relaciones bilaterales con el gigante milenario. Pragmatismo, el cual es factible decir, que esta sustentado sobre un potencial de algo más de 1.300 millones de razones. Desde esta perspectiva, y considerando la firma del TLC y del último acuerdo de explotación minera entre Codelco y Minmetal, para Chile se hace un urgente deber intentar desarrollar un análisis sostenido sobre el actual dinamismo demostrado por este país.

Así, entonces, es válido preguntarse ¿cuánto de nuevo tiene el actual ‘momentum’ Chino? Wang Gungwu, director del East Asia Institute de la Universidad de Singapur, en su estudio sobre la implicancia cultural, social, política y económica que el actual proceso Chino podría tener a escala global, detalla que lo que estamos observando es el cuarto despertar de la potencia Asiática. Efectivamente, al vigente ciclo de expansión le habrían precedido otras tres épocas de esplendor y desarrollo.

El primer período [255 BC-208 DC] fue dominado por las Dinastías Qin y Han. China, entonces, estandarizó su moneda, su escritura y medidas de medición e incorporó a su filosofía de vida el Confucianismo y el Budismo. El segundo período fue gobernado por las dinastías Sui y Tang. La primera [581-618] reunificó el Sur y Norte e implementó un sistema de igualdad de tierras. La segunda [618-907], sustentó la época de oro literaria y artística. Además, con un férreo control político pero con un alto intercambio comercial alzó la ruta de la seda a su máximo esplendor. El tercer período [1368-1911], fue regido por las dinastías Ming y Qing. La primera de ellas desarrolló una revolución agrícola e instauró el famoso Código Ming. Del mismo modo las expediciones de Zheng-He permitieron la expansión marítima China, la cual fue la base de su revolución comercial. La segunda, entre 1644-1911, y durante la cual se llegó al cenit del poder de la China Imperial, fue la antesala a la creación de la Republica Popular China. Sin embargo, desde una perspectiva mundial, el actual período [desde 1978 hasta hoy] abre una serie de interrogantes. La primera, dice relación con la política exterior. Desde esta perspectiva, China, ha adoptado a lo largo del primer quinquenio del siglo 21 una política algo más agresiva. En efecto, e interfiriendo con el predominio histórico de Estados Unidos y Europa, el país asiático se ha permitido moverse hacia regiones -principalmente en busca de asegurar el suministro de recursos naturales- que hasta ahora le habían sido claramente de interés limitado: África y América Latina. Segundo, y considerando su creciente influencia, se plantean temas en torno a la seguridad y estabilidad regional y mundial. Como sostiene John J. Tkacik en su libro ‘Repensando Una China’, el principal desafío del mundo [y en especial de Estados Unidos] en éste milenio será cómo manejar el actual ‘despertar’ Chino; el cual pareciera estar llamado a tener un rol clave en el manejo de crisis internacionales. Sin embargo, hoy China tiene aún como su mayor preocupación y objetivo la contención de sus fronteras y la soberanía y reincorporación de lo que denomina como provincia rebelde [Taiwán]

Tercero se plantea el tema de la permeabilidad de las instituciones. Así, frente al avance de la globalización la pregunta es si China podrá, con su actual estructura política y social, asimilar la cada vez más penetrante cultura económica global. Sin duda, el antiguo discurso ‘una China dos sistemas’ es cada día más poroso. Un reciente ejemplo ha sido la desesperada lucha que libró el gobierno chino por controlar la información emanada de servidores de Internet en su territorio; y a la cual hasta ahora sólo el 8% de la población tiene acceso.

Sin embargo, y paradójicamente, el sostenido crecimiento económico Chino estaría planteando -al mismo tiempo- una encrucijada que podría, en el mediano plazo, cambiar radicalmente a este país. Clara prueba de esto ha sido el discurso del Primer Ministro Chino, Wen Jiabao, el cual ha reconocido que el gobierno no ha cumplido con las expectativas generadas por el boom económico. Así, entonces, el nuevo plan quinquenal 2006-2010, plantea una serie de medidas que tienen el claro fin de mantener el ‘status quo’ del formato actual chino.

Primero, y tratando de evitar que siga creciendo el clima de descontento popular, se intentará solucionar el tema de inequidad entre las zonas rurales y urbanas; es como sostiene Glyn Ford el objetivo no declarado por manejar la crisis en el ‘countryside’ chino. Segundo, se ajustarán las serias deficiencias observadas en temas como salud y educación. Tercero, y por primera vez desde 1949, China permitirá la existencia de la propiedad privada, giro este último que es visto como crucial para continuar con el desarrollo económico. Cuarto, el desarrollo de una clara política de auto-defensa y quinto, se plantea la implementación de una política de ciencia y tecnología acorde con las necesidades del siglo 21. De esta forma China no sólo plantea, en el corto y mediano plazo, temas de carácter económico para Chile, sino que también abre una gama de otros intereses a los cuales hay que empezar a poner suma atención.
 
Fuente: www.elmostrador.cl