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Karim Marzuqa

La influencia de Israel y su cabildeo en la política de USA en Oriente Próximo

Por Jeffrey Blankfort
 
La evidente capacidad de Israel, uno de los países más pequeños del mundo, de conformar la política en Oriente Próximo de la única superpotencia que queda en el mundo, ha sido una fuente de desconcierto, conjetura, y constante frustración para los que luchan por la justicia para los palestinos y para los pueblos de la región en su conjunto.
 
Una de las raíces de este singular fenómeno histórico se puede encontrar en la interpretación de la decisión de hace 120 años de la Corte Suprema de USA que otorgó a las corporaciones los mismos derechos que a los ciudadanos individuales de ese país.
 
Uno de esos derechos es la libertad de palabra garantizada por la primera enmienda de la Constitución de USA.
 
Gracias al extraordinario grado de corrupción que se manifestó en la sociedad usamericana de fines del Siglo XIX, contribuciones financieras a los candidatos políticos llegaron a ser vistas por el tribunal como expresiones de expresión política y por lo tanto bajo la protección de la corte.
 
Esto llevó a que el sistema político de USA se caracterice por interminables y cada vez más costosas campañas políticas y a que sea, sin duda, el más corrupto entre lo que se describe generalmente como “países avanzados.” La decisión de la Corte Suprema, reafirmada con el pasar de los años, abrió la puerta a “intereses especiales” bien financiados y a sus grupos de presión y les ha permitido, mediante lo que equivale a un soborno legal, conformar las políticas exterior e interior de USA.
 
En 1907, el autor usamericano Mark Twain, escribió que existe sólo una “clase criminal nativa en USA – el Congreso” y una década después el humorista Will Rogers bromeó: “USA tiene el mejor Congreso que el dinero pueda comprar.”
 
Los primeros que pagaron el precio usual fueron los ferrocarriles y las compañías siderúrgicas y luego fueron las compañías madereras, petroleras y de la construcción, los fabricantes de armas y de automóviles, las industrias aeronáuticas y de comunicaciones, y lo que se conoce bajo el eufemismo de proveedores sanitarios – los doctores, hospitales y los fabricantes farmacéuticos que han asegurado que los usamericanos sean los únicos ciudadanos en un país desarrollado que no tengan un servicio nacional de salud.
 
En el campo de la política exterior, ningún grupo de presión ha mostrado más poder que aquel de la comunidad judía organizada de USA en apoyo a Israel; a lo que generalmente se refieren como el Lobby de Israel y en las salas del Congreso, simplemente como “el lobby.” Su poder es tanto más impresionante si uno se da cuenta de que el lobby no representa a más de un tercio de los seis millones de judíos de USA.
 
La dedicación y la resolución de ese tercio, sin embargo, contrastan fuertemente con la falta de intervención de la abrumadora mayoría de los usamericanos en un sistema por el que perdieron hace tiempo fe y respeto. Este hecho ha simplificado considerablemente la tarea del lobby, mucho más de lo que podría parecer a primera vista. Por eso, también, el apoyo incondicional para Israel seguirá probablemente siendo el único aspecto en el que demócratas y republicanos entierran sus hostilidades y marchan juntos al unísono como animales adiestrados de un circo. No sólo las medidas favorables a Israel reciben usualmente 400 votos de los 435 miembros de la Cámara de Representantes y hasta 99 de 100 en el Senado, sino cuando se trata de la ayuda al exterior, el Congreso vota frecuentemente a favor de otorgar a Israel más dinero del que ha solicitado un presidente y aprueba legislación favorable al lobby a pesar de la oposición de este último.
 
Desde 1985, el monto de ayuda directa ha fluctuado entre 3.000 y 3.500 millones de dólares, y extras no publicados en el presupuesto del Pentágono tienden a elevar considerablemente esa cifra.
 
Se calcula que el monto total actual es de por lo menos de 108.000 millones de dólares. Esta cifra no incluye el coste de 19.000 millones de dólares en garantías de préstamos a Israel desde 1991, los miles de millones de dólares de dólares del contribuyente que han sido invertidos en bonos del gobierno israelí por fondos de pensión de los sindicatos, estados individuales y gobiernos de distritos y ciudades, ni los millones en donaciones libres de impuestos de judíos usamericanos a agencias y obras benéficas casi-gubernamentales israelíes desde que Israel llegó a ser un Estado.
 
El estado de la economía de USA jamás ha tenido importancia. Cuando no había fondos para programas interiores esenciales, como en 1991, cuando seis de diez ciudades de USA no pudieron cumplir con sus presupuestos y varios estados con sus pagos de salarios, Israel recibió, por sobre los deseos del primer presidente Bush, 650 millones de dólares más en efectivo como parte de la ley de gastos de emergencia de la Guerra del Golfo. En septiembre de 1992, después de resistir obstinadamente durante un año la solicitud israelí de 10.000 millones de dólares en garantías de préstamos, pero ante una difícil elección contra Bill Clinton dentro de dos meses, Bush se adaptó a la exigencia del Congreso de que se aprobara la solicitud de Israel. Fue demasiado tarde para ayudarle en las urnas. No es sólo un tributo a los millones de dólares contribuidos a los candidatos políticos nacionales por acaudalados judíos usamericanos sino un testimonio del temor que AIPAC, el Comité de Asuntos Públicos USA-Israel, el grupo de presión oficialmente registrado de Israel, ha instilado en los miembros del Congreso que no tienen ni un interés personal en el apoyo a Israel ni un electorado judío importante. “Si hubiera un voto secreto, la ayuda a Israel sería reducida severamente,” declaró en 1989 un congresista descrito como favorable a Israel a Morton Kondracke de New Republic. “Israel ya no recibe 3.000 millones de dólares al año por afecto. Es por miedo de que te vayas a despertar una mañana y descubras que un oponente tiene 500.000 dólares para presentarse a las elecciones en tu contra.”
 
Sin embargo el lobby es más que sólo AIPAC, que por sí sólo no podría ejercer tanto poder. Existen, en realidad, más de 60 organizaciones, entre pequeñas y grandes, dedicadas con determinación a promover los intereses de Israel en USA mientras marginan, intimidan y silencian a sus críticos. Entre otros, tienen en la mira a judíos opuestos a la existencia de Israel como Estado judío, como yo y otros que se indignan simplemente por la continua ocupación israelí y por el robo de tierras palestinas, y los medios letales que utiliza para realizarlos, restringidos sólo por las ligeras limitaciones de la comunidad internacional.
 
Unas 52 de estas organizaciones pertenecen a la Conferencia de Presidentes de las Principales Organizaciones Judías Usamericanas, que supuestamente es la voz de los judíos usamericanos.
 
Además de AIPAC, las dos mayores y más influyentes de ellas son la Liga Contra la Difamación, o ADL, y el Comité Judío Usamericano, o AJC. Representantes de las principales organizaciones se reúnen todos los meses para planificar la estrategia para ese mes. No abandonan nada al azar.
 
La ADL comenzó en 1914, como un vástago de la más antigua organización sionista de la nación, B’nai B’rith. Su misión era defender a los judíos contra actos y palabras anti-judíos. Sigue haciéndolo, pero el racismo anti-judío dejó de ser un problema serio en USA hace años y hoy en día la principal tarea de la ADL es recolectar información sobre críticos de Israel, a los que llama “los nuevos antisemitas” y calumniarlos en los medios públicos.
 
Hace catorce años, fue demasiado lejos en su recolección de información. Un allanamiento de la policía de San Francisco de la oficina de ADL en la ciudad reveló que la organización estaba realizando una importante operación de espionaje privado en todo USA. Sólo en el área de San Francisco, su agente había compilado ilegalmente ficheros sobre más de 600 organizaciones y 12.000 individuos, yo entre ellos. No se trataba sólo de grupos árabes-usamericanos, palestinos y musulmanes, sino asimismo negros, latinos, asiáticos, irlandeses y sindicales.
 
Había una categoría especial para el movimiento contra el apartheid que no podía sorprender en vista de los vínculos de Israel con la África del Sur del apartheid, pero el espía de la ADL también transmitía esa información a un agente del espionaje sudafricano, junto con informes sobre exiliados de ese país residentes en el área.
 
La presión de influyentes sionistas locales convenció a los funcionarios de la ciudad de que no procesaran a la ADL, mientras la organización prometió que abandonaría sus actividades de espionaje. No hay motivos para suponer que lo haya hecho. En la actualidad, trabaja en estrechísima relación con departamentos de la policía en todo el país, educándolos en los así llamados “crímenes de odio” y envía rutinariamente a grupos de policías usamericanos a viajes gratuitos a Israel para que aprendan cómo reaccionar ante “ataques terroristas.” Esto no promete nada bueno para lo que queda de las libertades cívicas usamericanas.
 
El Comité Judío Usamericano fue fundado por judíos alemanes en 1906 y fue firmemente antisionista hasta que los eventos de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto Judío lo llevaron a cambiar su posición. En la actualidad, es la oficina extraoficial de relaciones exteriores del lobby, y hasta hace poco se limitaba en general a trabajar entre bastidores presionando a gobiernos extranjeros en nombre de Israel. Comenzó a mostrar los músculos más públicamente hace dos años cuando abrió una oficina en Bruselas para cabildear a la Unión Europea.
 
El AJC tiene ahora reuniones semanales con un alto funcionario, cuando no con el jefe de Estado de un gobierno miembro de la UE y ya se puede ver el efecto. Durante el año pasado, la UE se ha apartado de su relativo apoyo a los palestinos y ha adoptado una posición tras otra reflejando las exigencias israelíes.
 
No se encuentra en la conferencia de presidentes a una serie de otros importantes componentes del lobby, incluyendo a 117 consejos de relaciones de la comunidad judía, 155 federaciones judías, y varios poderosos gabinetes estratégicos (think-tanks) de Washington como el Instituto para la Política de Oriente Próximo de Washington, creación del AIPAC; el Instituto Empresarial Usamericano, y la Fundación por la Defensa de la Democracia, fundada después del ataque contra el World Trade Center.
 
Si se suma a los que he mencionado hasta ahora, a los organismos religiosos judíos que también cabildean a favor de Israel, debería ser obvio que no existe otro grupo étnico o religioso que llegue cerca de tener una organización tan intensa, con la posible excepción de los sionistas cristianos, pero el alcance de las actividades de estos últimos es relativamente limitado. No es más que uno de varios aspectos que distinguen al Lobby de Israel de otros poderosos grupos de presión usamericanos por intereses especiales, aparte del hecho de que representa los intereses de un país extranjero. Todos son importantes para comprender su éxito.
 
El primero, por supuesto, es el dinero. Es imposible saber cuánto contribuyen los judíos a los políticos usamericanos, pero es mucho más que cualquier otro grupo.
 
La dificultad ocurre porque grupos que controlan los datos categorizan las contribuciones según el sector financiero del donante que, en el caso de Israel, tiende a disfrazar el objetivo del donante. Por ejemplo, la industria de comunicaciones en USA es dominada por judíos, en su mayoría conocidos partidarios de Israel. Cuando contribuyen a los demócratas o republicanos, sin embargo, ese dinero no es atribuido al Lobby de Israel, sino a la industria de comunicaciones. Esto vale para las empresas bancarias y financieras de Wall Street que también son en gran parte judías, así como a otros sectores del mundo de los negocios.
 
Haim Saban ilustra este problema. Multimillonario israelí-usamericano nacido en Egipto y propietario de medios de información, dio en 2002 12,3 millones de dólares al Partido Demócrata. 7,5 millones en un solo pago. Fueron dos millones de dólares más de lo que Exxon dio al Partido Republicano durante un período de 10 años, pero no mereció más de algunas líneas en el New York Times. Saban, buen amigo del ex primer ministro israelí Ehud Barak, también ha hecho grandes contribuciones a AIPAC.
 
También estableció el Centro Saban sobre Oriente Próximo en el Instituto Brookings, convirtiendo lo que otrora fuera un gabinete estratégico independiente en otro componente del lobby. Los 12,3 millones de dólares de Saban, sin embargo, no fueron considerados como financiamiento de grupos de presión para Israel.
 
Lo que se considera como dinero favorable a Israel es limitado en gran parte a fondos de unas tres docenas de PAC pro-Israel, o sea comités de acción política y sus miembros. Los PAC son grupos autorizados a recolectar donaciones y entregarlas a políticos que apoyan los intereses particulares de la industria, los sindicatos o de organizaciones sin fines de lucro que constituyeron el PAC. Lo que distingue a los PAC pro-Israel de otros es que disimulan su identidad para evitar la mirada indagadora de los medios y del público. Lo logran simplemente al no mencionar a Israel en su nombre. Por lo tanto tenemos a Californianos del Norte por un Buen Gobierno, Luisianos por un Buen Gobierno, el Caucus del Desierto, el PAC de Hudson Valley, y NATPAC, etc. Esto ha llevado a que un ex funcionario del Departamento de Estado se haya referido a ellos como “PAC furtivos.”
 
Además, a diferencia de otros PAC, sólo contribuyen a candidatos en otros estados.
 
Por ejemplo, Caucus del Desierto envía dinero a candidatos al Congreso o a miembros titulares del Senado o de la Cámara de Representantes en Illinois o Nueva Jersey, basándose solamente en sus posiciones respecto a Israel. Esto ha llevado a críticos del lobby a retratarlos como “Israel Primeros”. Con ello quieren indicar que se preocupan más por el bienestar de Israel que por el de sus conciudadanos.
 
Medí las contribuciones políticas favorables a Israel abriendo el sitio en la red de la revista Mother Jones, una revista mensual liberal favorable a Israel. En 1997 y 2000 compiló listas de los 400 principales donantes individuales a ambos partidos políticos. Lo que descubrí fue que en 2000, 7 de los principales 10 donantes, 12 de los principales 20, y por lo menos, 125 de los principales 250, eran judíos, la mayoría donantes al Partido Demócrata. En otras palabras, por lo menos un 50% o más de los grandes donantes. Es una cifra extraordinaria si se considera que los judíos representan sólo un 2,3% de la población usamericana.
 
La cifra general de un 50% corresponde a cálculos desde dentro del Partido Demócrata, así como de organizaciones judías, aunque algunos especulan que la cifra podría ascender a un 70%.
 
La dimensión de estas contribuciones, combinada con las de los sindicatos que están vigorosamente a favor de Israel al nivel de su sus direcciones y que han invertido por lo menos 5.000 millones de dólares en bonos del gobierno de Israel, ha convertido al Partido Demócrata, en lo que el profesor de derecho usamericano Francis Boyle, calificó recientemente de “una fachada para AIPAC.”
 
Mientras mantiene una formidable presencia en el Congreso de la nación, hasta el punto de que en el Congreso hablan simplemente de “el lobby”, AIPAC cobra su fuerza de sus cuadros de base y de la de otras organizaciones judías con las que se entrelaza en cada estado y ciudad importante en USA. Sus operaciones son realizadas por un personal de 165, un saludable presupuesto anual de 47 millones de dólares, y oficinas en todo el país. Una ventaja especial le asegura el que sea considerada un grupo de presión nacional y que no tenga que registrarse según la Ley de Registro de Agentes Extranjeros.
 
Esto brinda a sus cabilderos accesos a sitios y actividades que le serían prohibidos si estuviera registrado, como ser su participación en audiencias de comités del Congreso, la presentación o aprobación de legislación que referente a Israel o al Oriente Próximo, y la colocación de sus pasantes como voluntarios en las oficinas de miembros del Congreso, donde sirven como ojos de AIPAC, o si se prefiere, sus espías.
 
Pocos miembros del personal de AIPAC cabildean realmente. La mayoría suministra materiales de investigación, puntos de discusión, y discursos para miembros del Congreso o ayuda a preparar el Informe de Oriente Próximo de AIPAC, un periódico quincenal que es una lectura esencial en el Congreso. A nivel local, además de contribuir dinero, miembros de AIPAC proveen voluntariamente su pericia a candidatos presentados a las elecciones parlamentarias, de manera que quienquiera gane, Israel está seguro de ganar un partidario.
 
La conferencia anual de AIPAC en Washington cada primavera es un evento importante de la temporada política. En 2005, 4.000 miembros asistieron junto con 1.000 estudiantes invitados. El discurso central es usualmente hecho por el presidente, el vicepresidente o el Secretario de Estado. Este año recibieron al vicepresidente Dick Cheney con repetidos aplausos y una ovación de pie. Como tributo al poder del lobby, asiste aproximadamente la mitad de los miembros del Congreso, incluyendo a los jefes de la mayoría democrática y republicana en el Senado y la Cámara. Predeciblemente, sus discursos reflejan su lealtad personal y el compromiso inquebrantable de USA con Israel. Los nombres de los miembros del congreso que aparecen son publicados en el sitio en la red de AIPAC, que subraya su condición entre los principales donantes judíos.
 
Igual de importantes, pero raramente publicitados, son los almuerzos y cenas regionales que AIPAC realiza en todo el país, a los que invitan a dirigentes políticos locales – alcaldes, intendentes, miembros de las municipalidades, jefes de la policía, fiscales de distrito, superintendentes de escuelas, etc. Los oradores en esos eventos son usualmente un senador nacional o un gobernador de otro Estado. Lo interesante es que jamás invitan a los medios ni los informan de su presencia, tampoco en el lugar en el que tiene lugar el evento, ni en el Estado del orador.
 
Como corolario, esos funcionarios públicos favorecidos son rápidamente invitados a viajes con todos los gastos pagados a Israel por cuenta de los consejos de relaciones comunitarias de la comunidad judía local. Allí ven al primer ministro, al ministro de defensa, al Jefe de Estado Mayor del ejército israelí, hacen un tour por Israel y a un asentamiento en Cisjordania, y visitan el museo Yad Vashem del Holocausto. Los nuevos miembros del Congreso emergen invariablemente de esos así llamados “funcionarios del Estado” y así las relaciones personales establecidas entre ellos e influyentes activistas de la comunidad judía en dichos viajes son mutuamente provechosas.
 
Políticos, de candidatos al Congreso al presidente, viajan frecuentemente a Israel para obtener el apoyo de los votantes judíos en casa.
 
George W. Bush realizó su único viaje a Israel antes de decidir que se presentaría como candidato a presidente, en lo que fue considerado en general como un esfuerzo por ganar el apoyo de votantes favorables a Israel. El gobernador de California Arnold Schwarzenegger y el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, judío no practicante, hicieron lo mismo.
 
Una vez que están en el Congreso, los legisladores pueden contar con más viajes gratuitos a Israel organizados a través del Fondo de Educación USA-Israel, una fundación establecida por AIPAC con ese propósito. Sólo en 2005, más de 100 miembros del Congreso visitaron Israel, algunos de ellos varias veces.
 
Hay que subrayar que pocos políticos consideran que sea necesario hacer un tal viaje político a México antes o incluso después de una elección, a pesar de que México es mucho más vital para la economía de USA y es la patria auténtica de muchos millones más de usamericanos. Pero, claro, no existe un grupo de presión mexicano con tanta influencia política o financiera.
 
AIPAC no contribuye directamente a campañas parlamentarias o presidenciales, pero aconseja a sus miembros y a la comunidad favorable a Israel dónde su dinero puede ser más efectivo, sea a través de contribuciones individuales o mediante uno de los PAC.
 
Una característica importante del poder de AIPAC es su capacidad de obtener las firmas de por lo menos 70 senadores de USA bajo cualquier carta que desee enviar a un presidente de USA cuando considere que no actúa a favor de los mejores intereses de Israel. Una de las notable fue la carta de 76 de ellos dirigida al presidente Gerald Ford el 21 de mayo de 1975, después de que Ford suspendiera la ayuda para Israel y estuviese a punto de hacer un importante discurso re-evaluando la relación entre USA e Israel y llamando a Israel a retornar a las fronteras de 1967. La carta advirtió a Ford contra todo cambio en la fuerte relación USA-Israel. Ford nunca pronunció el discurso y ningún presidente se ha atrevido a volver a formular una amenaza semejante.
 
Mitchell Bard, un ex editor del Informe de Oriente Próximo de AIPAC, explica que la fuente del poder del grupo de presión es que “los judíos se han dedicado a la política con un fervor casi religioso.” Aunque la población judía en USA es de aproximadamente seis millones, o sea un poco más de un 2% de la población de USA, casi un 90% vive en doce estados clave en el colegio electoral.
 
“Sólo esos estados,” escribe Bard, “significan suficientes votos electorales para elegir al presidente. Si se suma como judíos a los no-judíos identificados en los sondeos de opinión como favorables a Israel, es obvio que Israel tiene el apoyo de uno de los mayores grupos con posibilidades de veto en el país.”·
 
Bard subraya lo que ha sido obvio para los observadores políticos desde hace años. El activismo político judío obliga a los miembros del Congreso a considerar lo que pueden significar para su futuro político si tienen antecedentes de votos divergentes sobre temas relacionados con Israel. No existen ventajas para los que critican abiertamente a Israel y “considerables costos tanto en pérdida de dinero como de votos de judíos y no-judíos por igual.” Para un miembro del Congreso, basta con pedir ecuanimidad con israelíes y palestinos para que se convierta en un candidato a la derrota.
 
Consecuentemente, los políticos a todo nivel del gobierno tienden a ser más receptivos a las preocupaciones de los votantes judíos que a los de mayores segmentos de sus electorados, que se preocupan más por la TV “reality”, las telenovelas, los deportes profesionales, y por sus teléfonos celulares que por la política electoral.
 
Aunque el que “la contribución a las campañas sea una clave importante para el poder judío… [sea] uno de los secretos peor guardados en la política judía usamericana,” como señaló JJ Goldberg, en su libro “Jewish Power”, ésta no fue considerada suficiente por los partidarios de Israel en los años inmediatamente posteriores al establecimiento de Israel. Se estimó necesario que los grupos judíos crearan una estructura supra-organizativa que trabajara para asegurar que ningún sector de la vida usamericana permaneciera inmune a su influencia. Aunque esta estructura se desarrolló con el tiempo y a pesar de que ha expandido y refinado el alcance de sus actividades, su modus operandi ha seguido siendo en gran parte el mismo.
 
Esto fue revelado en una audiencia del Comité del Senado sobre Relaciones Exteriores en 1963, cuando la ayuda financiera y el apoyo político de USA para Israel eran mínimos en comparación con lo que ocurriría posteriormente, y aún era posible que por lo menos un legislador elegido criticara públicamente a Israel. La represalia vino más tarde. Por lo tanto, en mayo de 1963, el senador J.W. Fulbright, demócrata de Arkansas, presidente del Comité de Relaciones Exteriores inició una serie de audiencias sobre las actividades de agentes extranjeros en USA para determinar si era necesario imponer leyes más restrictivas.
 
Entre los grupos investigados estaban los del joven lobby de Israel, incluyendo la estructura supra-organizativa o aglutinadora: el Consejo Sionista Usamericano (AZC, por sus siglas en inglés), y AIPAC que entonces era poco más que una organización unipersonal.
 
En esos días, el AZC incluía a otros ocho grupos; sólo dos de ellos son importantes en la actualidad, la Organización Sionista de Usamérica, de extrema derecha, y la Organización Sionista de Mujeres de Usamérica, más conocida como Hadassah. Como el Comité de Asuntos Públicos Sionista Usamericano, AIPAC había sido lanzado en 1951 como el brazo de cabildeo del Consejo Sionista Usamericano, pero se separó del AZC en 1954 para no poner en peligro la libertad de impuestos de las demás organizaciones por sus esfuerzos de cabildeo. Eliminó “Sionista” de su nombre y se convirtió en AIPAC en 1959. La separación fue sobre todo cosmética. Mientras AIPAC concentraba sus esfuerzos en el Congreso, los otros grupos desplegaron su cabildeo a favor de Israel a lo largo y lo ancho de la sociedad de USA.
 
Esto quedó en claro en el programa de un solo comité del AZC que fue presentado en la audiencia del Senado. Hay que señalar que en aquel entonces Israel no enfrentaba un peligro externo y que no existía la Organización por la Liberación de Palestina.
 
El Comité de Información y Relaciones Públicas del Consejo Sionista Usamericano realizaba “una parte importante de su trabajo mediante subcomités altamente especializados compuestos de profesionales en áreas específicas de actividad que ofrecían sus servicios…” Sus objetivos para el año fiscal 1962/63 eran revistas, y sus editores, la televisión, la radio y el cine; grupos religiosos cristianos; las universidades, a todo nivel; la prensa diaria; los editores de libros y su promoción; la expansión de su oficina de oradores, ya activa; la relación con organizaciones, a niveles nacionales y locales, especialmente aquellas con programas de relaciones internacionales, con especial atención a la “comunidad negra:” “la producción de material especial y de orientación en temas controvertidos, como los refugiados árabes, la situación sirio-israelí, etc.;” la subvención de viajes a Israel para “formadores individuales de la opinión pública para ayudar a suministrarles una experiencia en Israel… y organizar viajes “en los que participarán formadores de la opinión pública [y] suministrar arreglos adecuados en Israel para tratar a visitantes usamericanos… contrarrestando la oposición” (que era mínima en aquel entonces, pero no tomaban riesgos), el control y la oposición a todas las actividades realizadas aquí por los árabes, Amigos Usamericanos de Oriente Próximo y otros grupos hostiles”, y finalmente el número doce nombrado “Miscelánea,” que incluía: “Responder a pedidos de información y suministro de literatura adecuada para muchos miles de pedidos recibidos cada año.”
 
Eran sus objetivos hace 44 años. Veamos a dónde han llegado.
 
El primer ítem incluía las revistas y cultivar la relación con sus editores. Aunque varias de las revistas más importantes de la época ya no son publicadas, las que existen en la actualidad, como Newsweek, Time, US News & World Report, y Weekly Standard son de propiedad o tienen dirección judía o una parte sustancial de su personal editorial estaba formada por judíos. Aunque el que alguien sea judío no significa necesariamente que él o ella sea un sionista activo, mis observaciones a través de los años, indican que en su mayoría simpatizan con Israel y, por lo menos, por su propio interés, sabrán cómo hilar una historia.
 
La televisión, la radio y el cine eran dominados en aquel entonces por judíos, pero ahora apoyan con más vigor a Israel, tanto los propietarios como la gerencia, así como la dirección de las noticias. Es una fuente primordial de propaganda e influencia a favor de Israel.
 
Los grupos religiosos cristianos han representado un desafío para el lobby, ya que varias confesiones han buscado, a través de los años, una posición equilibrada ante al conflicto Israel-Palestina. Esto, para los sionistas, es un acto de “antisemitismo”. En general, sin embargo, los sionistas se han asegurado de que en sus relaciones con la mayor parte de las confesiones cristianas nunca se olvide la culpa cristiana por siglos de persecución de los judíos. Su mayor éxito ha sido la suma de los evangélicos cristianos a las filas del movimiento sionista, lo que asegura un masivo apoyo de votantes en USA rural donde viven pocos judíos.
 
Entre las confesiones más liberales, los sionistas han tenido que trabajar recientemente horas extra para impedir que presbiterianos, episcopálicos y congregacionalistas, aprueben o implementen planes que los llevarían a desinvertir de compañías usamericanas que se benefician con la ocupación.
 
Las universidades han sido desde hace tiempo un importante campo de batalla entre los sionistas y los partidarios de Palestina. En los últimos años, la batalla por la desinversión y lo que puede o no ser enseñado sobre el conflicto Israel-Palestina han sido los temas principales. Los sionistas ya se habían mostrado extremadamente activos antes de la actual Intifada, pero poco después de que Israel fuera ampliamente criticado por su ataque contra Yenín en abril de 2002, 26 de los grupos en los campus dirigidos por Hillel, y organizaciones fuera de los campus dirigidas por AIPAC, la ADL y la AJC formaron la Coalición Israel Campus. Hasta ahora han podido impedir todos los intentos de desinversión en los campus universitarios, como lo han hecho en las iglesias.
 
En la batalla por el contenido de la enseñanza, la ADL comenzó temprano. A comienzos de los años ochenta, fue la primera organización que publicó una lista de profesores y activistas favorables a los árabes y la distribuyó entre sus miembros y en los medios de información. El grupo más reciente: Campus Watch, [Vigilancia de los campus], llegó a colocar sus direcciones en su sitio en la red hasta que se vio obligado a retirarlas. En la arena académica, la AJC y Campus Watch han estado empujando al Congreso para que apruebe legislación que exigiría un control de los estudios de Oriente Próximo en las universidades para asegurar que los profesores no indoctrinen a sus estudiantes con “propaganda” contra Israel o contra USA. Ya que esto violaría claramente la Primera Enmienda y limitaría la libertad de expresión de los profesores en las aulas, la legislación está atascada en el Senado.
 
Hace poco, el lobby logró una importante victoria cuando impidió que la universidad Yale, la más antigua de la nación, contratara al profesor de la Universidad de Michigan y experto en Oriente Próximo, Juan Cole, aunque Cole había sido recomendado por los comités de contratación de la universidad. ¿Su crimen? Critica a Israel y al lobby y apoya a los palestinos.
 
La conquista de la prensa diaria ha significado a veces una contienda, pero el lobby logró una clara victoria. Con la propiedad de los dos diarios más influyentes del país, el New York Times y el Washington Post que han estado históricamente en manos judías, con columnistas favorables a Israel en ambos periódicos sindicados en cientos de otros periódicos en todo el país, la posición favorable a Israel es la única que el usamericano lee tanto en sus páginas editoriales como en las de opinión.
 
También las noticias reciben un sesgo pro-israelí pero eso no les basta a los grupos sionistas de control de los medios de información: CAMERA y Honest Reporting. Acusan a ambos periódicos de tener un prejuicio contra Israel, favorable a Palestina. Esto, por cierto, es una estupidez, pero les sirve para meterlos en vereda.
 
Cualquier estudio de los títulos de libros revelará otro éxito del lobby. Ha habido una plétora de libros sobre Israel y la cultura judía, pero nada ha tenido más éxito que la promoción de libros sobre el holocausto judío y la producción parece ser interminable. Además, es poco común que un niño usamericano pase por la escuela pública sin realizar un intenso estudio del holocausto a través del diario de Ana Frank. Para ellos, es la historia de la Segunda Guerra Mundial. En realidad, los escolares usamericanos pasan más tiempo estudiando el holocausto que el genocidio de los usamericanos nativos y los tres y medio siglos de esclavitud y las décadas de racismo que siguieron. Antes de que salgan de la universidad, los estudiantes también habrá leído y experimentado las sensibleras recriminaciones de Eli Wiesel contra el mundo no-judío por no ayudar a los judíos. Wiesel es ahora un personaje permanente en la escena cultural usamericana.
 
No me concentraré en todo el resto del programa del AZC fuera de subrayar que sus vínculos con la comunidad afro-usamericana, y más recientemente con la emergente población latinoamericana, ha sido de gran importancia para la dirección del lobby. Mientras los judíos de izquierda jugaron papeles importantes en las luchas por los derechos cívicos de USA, el control de la agenda política negra y la determinación de su dirección han sido desde hace tiempo objetivos importantes del lobby. Ha tenido éxito en ambos casos. Contribuciones de acaudalados empresarios judíos favorables a Israel dan apoyo financiero a iglesias negras y mantienen tranquilos a sus pastores, mientras el suministro de medios para campañas electorales y bases de datos cruciales para candidatos negros a políticos, aseguran su lealtad a sus donantes, si no a Israel. Los que se niegan a la genuflexión ante el lobby, que exigió su renuncia a toda crítica cuando Israel suministró armas a la África del Sur del apartheid, se ven acusados de “antisemitismo” y son objetivos para la extinción política.
 
Lo que queda hoy es lo que he llamado “la plantación invisible.” La única parlamentaria que no está actualmente en esa plantación es Cynthia McKinney de Atlanta, Georgia. La derrotaron en 2002 por criticar a Israel y a la guerra contra Iraq, pero luchó por recuperar su escaño en 2004, para gran disgusto no sólo del lobby sino también del Partido Demócrata.
 
Apuntan a ella de nuevo en la primaria del 18 de julio en Georgia.
 
Finalmente, y eso lo más inquietando, lo que distingue al Lobby Israel de todos los demás es que no encara una oposición de importancia.
 
En realidad, sólo esta primavera, con la publicación de un trabajo intitulado “El Lobby de Israel y la Política Exterior de USA” en London Review of Books por los profesores John Mearsheimer de la Universidad de Chicago y Steven Walt, de Harvard, el tema del poder y la influencia del lobby sobre la política de Oriente Próximo de USA se convirtió en un tema aceptable para el debate público.
 
En su trabajo, los profesores afirmaron, con considerable evidencia, que el apoyo de USA a Israel a través de los años no ha sido en función del interés nacional de USA y que la actual guerra en Irak fue iniciada esencialmente por cuenta de Israel y argumentaron, efectivamente, contra la noción de que Israel actualmente sirva como un “punto de valor estratégico” para USA.
 
El que el artículo haya tenido que ser publicado en Londres, después de ser rechazado por la revista Atlantic en USA, es un comentario elocuente sobre el grado en el que la discusión del lobby, ha representado un tema tabú en los círculos políticos usamericanos.
 
Esos círculos incluyen no sólo a los partidarios de Israel y los políticos y los medios de información sobre los que mantienen su influencia, sino a la izquierda usamericana y su principal icono: el profesor Noam Chomsky. Aunque elogió a los dos profesores por haber presentado el tema, procedió a descartar de paso su tesis, sin discutir sus principales puntos.
 
No fue una sorpresa. Durante más de 30 años, en innumerables libros, discursos, y entrevistas, el profesor Chomsky ha sostenido que Israel es un “punto de valor estratégico” para USA, que sirve como “policía de ronda” de Washington en Oriente Próximo, y que el lobby no es realmente un factor en las deliberaciones de política exterior de Washington. Sólo parece que lo es, insiste, porque sus posiciones tienden a coincidir con las de las elites gobernantes de USA. También es importante señalar que se opone enérgicamente a cualquier forma de presión económica contra Israel, sea mediante boicot, desinversión, o sanciones del tipo de las aplicadas a África del Sur.
 
Con todo lo que ha invertido en su posición, el profesor Chomsky no va a cambiar su posición al respecto. Tampoco, al parecer, lo harán otros profesores como Stephen Zunes que han adoptado rígidamente su punto de vista.
 
Por lo más importante y lamentable, es que también ha sido la posición adoptada por los movimientos de solidaridad contra la guerra y de solidaridad con Palestina. En lugar de saludar la oportunidad de criticar o incluso de discutir el papel del lobby que ha ofrecido el artículo de Mearsheimer-Walt, han preferido ignorarlo, como Chomsky y Zunes, insistiendo en que el problema no es el lobby, sino el imperialismo de USA (como si las dos cosas se excluyeran mutuamente) que es un objetivo fácil pero que presenta una base limitada para una acción política concreta. El hecho de que el movimiento de apoyo a Palestina en USA ha sido un terrible fracaso hasta ahora, creo, puede deberse, en gran parte, a su negativa a reconocer el poder del lobby de Israel y a cuestionar ese poder a escala local o nacional.
 
Es interesante señalar que en 1971, tres años antes de que Chomsky publicara su primer libro sobre el tema, Roger Hilsman, que fue funcionario el Departamento de Estado a cargo de espionaje bajo la administración Kennedy escribió:
 
“Es obvio hasta para el observador más despreocupado, por ejemplo, que la política exterior de USA en Oriente Próximo, donde el petróleo reina supremo, ha respondido más a las presiones de la comunidad judía usamericana y a su deseo natural de apoyar a Israel, que a los intereses petroleros usamericanos.”
 
Stephen Green, cuya innovadora investigación de documentos del Departamento de Estado fue incorporada en su extraordinario libro “Taking Sides: America’s Secret Relations with Militant Israel,” lo dijo de un modo más matizado:
 
“Desde 1953,” escribió, “Israel, y los amigos de Israel en USA, han determinado las líneas generales de la política de USA en la región. La tarea de los presidentes de USA ha sido implementar esa política, con diferentes grados de entusiasmo, y de encarar los aspectos tácticos.”
 
El difunto profesor Edward Said no escatimó sus palabras sobre el tema. En 2001, en su contribución a “The New Intifada”, intitulada, adecuadamente: “El último tabú de USA,” preguntó retóricamente: “¿Qué explica esta situación [actual]? La respuesta está en el poder las organizaciones sionistas en la política usamericana, cuyo papel durante todo el “proceso de paz” nunca ha sido encarado suficientemente – un descuido que es absolutamente sorprendente, considerando que la política de la OLP ha sido en esencia depositar nuestra suerte como pueblo en el regazo de USA, sin ninguna conciencia estratégica de cómo la política usamericana es dominada por una pequeña minoría cuyos puntos de vista sobre Oriente Próxima son en algunos puntos más extremos que los del propio Likud.”
 
Y respecto a AIPAC, Said escribió:
 
“El Comité de Asuntos Públicos Usamericano Israel – AIPAC – ha sido durante años el más poderoso grupo de presión en Washington. Al disponer de una población judía bien organizada, bien relacionada, altamente visible y acaudalada, AIPAC inspira temor y respeto intimidantes en el espectro político. ¿Quién va a enfrentar ese Moloch por cuenta de los palestinos, cuando estos no pueden ofrecer nada, y AIPAC puede destruir una carrera profesional en lo que tarda en tomar en manos su libreto de cheques? En el pasado, uno o dos miembros del Congreso se resistieron abiertamente a AIPAC, pero los numerosos comités de acción política controlados por AIPAC se aseguraron de que jamás fueran reelegidos. ¿Si ése es el material que compone la legislatura, qué se puede esperar del ejecutivo?
 
La opinión del profesor Said, como la de los demás, cayeron en oídos sordos.
 
Por lo tanto, no puede sorprender que ante la ausencia de una oposición pública organizada y ante la vil falta de ella por parte de los que pretenden apoyar a la causa palestina, le haya sido fácil al Lobby Israel mantener su control sobre el Congreso de USA, y esencialmente sobre la política de USA para Oriente Próximo mientras convierte una derrota predecible en las urnas en el coste político para cualquier presidente que se le oponga.
 
Cada presidente, comenzando con Richard Nixon, ha hecho por lo menos un esfuerzo a medias para lograr que Israel abandone Cisjordania, Gaza y las Alturas del Golán, no para beneficiar a los palestinos, sino para favorecer los intereses regionales de USA y cada uno de ellos ha sido frustrado por el lobby.
 
La excepción fue Jimmy Carter, un ajeno a la situación política, que obligó a Menachem Begin a evacuar el Sinaí a cambio del tratado de paz de Camp David con Egipto y en 1978 y, para refregárselo en la nariz, le ordenó que retirara sus tropas de Líbano después de la primera invasión de su vecino del norte de Israel.
 

 

Al lobby no le gustó Camp David, ni los demás esfuerzos de Carter por presionar a Israel y éste lo pagó en las urnas en 1980 cuando recibió sólo un 48% del voto judío, el menor de cualquier demócrata desde que comenzaron a contarlo. Considerando la situación que he descrito, la perspectiva de modificar la política usamericana en cuanto a asegurar aunque sea un atisbo de justicia para los palestinos, no es brillante. Lo que nos queda por hacer es explicar por qué y retar a aquellos de nuestro lado que controlan obstinadamente el mensaje a que encaren la verdad o se aparten del camino.
 
Nota de Rebelión: Este texto fue presentado originalmente por Jeffrey Blankfort en la Conferencia de la Comisión Islámica de Derechos Humanos, en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos, Londres, 2 de julio de 2006.
 
Jeff Blankfort declaró posteriormente sobre las circunstancias en las que fue presentada su intervención:
 
“Había sido invitado a hablar en un panel en una conferencia de todo un día, patrocinada por la Comisión Islámica de Derechos Humanos, cuyo tema era: “Contra el sionismo: Perspectivas judías.” El día fue dividido en tres paneles. El primero fue: “El caso religioso contra el sionismo” que incluía a dos rabinos de Neturei Karta... El segundo panel sobre “Subyugación en nombre de la autodeterminación” se componía del historiador israelí Uri Davis, que se encontró entre los primeros que describieron a Israel como estado del apartheid, Les Levidow, miembro de la Campaña de Solidaridad con Palestina del Reino Unido, cuyo tema era “Apoyo occidental para el sionismo: Implicaciones para la estrategia,” y Roland Rance, activista sindical cuyo tema fue “Oposición al sionismo: La estrategia central de un movimiento de solidaridad.” En el tercer panel estaban Michael Warshawski, que habló de “Sionismo como la primera línea de la así llamada civilización judeo-cristiana; John Rose, miembro destacado del Partido Socialista de Trabajadores del Reino Unido, que habló de “Desmantelamiento del sionismo – condición previa para la reconciliación árabe-judía,” y yo, que hablé de “La influencia de Israel y su lobby en USA sobre la política de Oriente Próximo de USA.”
 
Se perdonará a cualquiera que haya escuchado al segundo panel si se pregunta si alguno de los oradores había oído hablar del artículo de Mearsheimer-Walt, para no hablar de haberlo leído. No hubo nada en las presentaciones de Levidow o Rance que presumiblemente hablaran de lo que debería ser la estrategia de un movimiento de solidaridad con Palestina, que pudiera indicar que hayan prestado o estén prestando atención a que lo que el lobby sionista hace en el Reino Unido o en otras partes tenga alguna significación. Recién al preguntar un miembro del público preguntó a los panelistas qué pensaban del artículo de Mearsheimer-Walt, reaccionaron y lo denunciaron, así como la noción misma del poder del lobby. Rance, con tanto entusiasmo como el que dedicó a denunciar los crímenes de Israel en Gaza, y Levidow con más pasividad, pero con casi la misma firmeza. Aunque no era el tema de Davis, estuvo de acuerdo con ambos en que la cola israelí no menea al perro usamericano.
 
Mi presentación (continuó Blankfort) provocó la ira de John Rose que se apartó de sus observaciones para arremeter contra la idea de que el lobby tenga alguna influencia sobre la política de USA, insistiendo en que Israel es un “factótum” de USA en la región. En una breve refutación, facilitada por el moderador, atraje la atención del público al hecho de que los únicos dos grupos que han rechazado la tesis del artículo de Mearsheimer-Walt son los propios sionistas, y la izquierda antisionista, y que era curioso que los que lo hicieron con tanta emoción en esa conferencia, a diferencia de mi persona, no hayan tenido experiencia alguna con el lobby de Israel en USA; que su posición permite que las fuerzas favorables a Israel corran por doquier sin encontrar oposición. Aprecio el hecho de que el IHRC me haya dado la oportunidad de representar a una parte que es excluida en gran parte de conferencias sobre el problema Israel-Palestina que son organizados por los grupos “oficiales” de solidaridad con Palestina.
 
Lo que ocurrió ese domingo no fue sólo un desacuerdo académico en una tarde calurosa de verano en Londres, sino representa una falla crítica del movimiento occidental de solidaridad con Palestina; una falla que equivale a permitir que ciertos sedicientes judíos “antisionistas” que con el pasar de los años han asumido posiciones clave en el movimiento, continúen suministrando un escudo de protección para las bien documentadas actividades destructoras de los grupos de presión favorables a Israel tanto en USA como en el Reino Unido y, sin duda, en otros sitios. Es evidente que deben ser enfrentados y cuestionados incluso si el lobby mismo necesita ser enfrentado y cuestionado y el problema debe ser discutido y comprendido exhaustivamente por los miembros del movimiento. Los que piensan de otro modo deberían examinar el triste historial del movimiento de solidaridad hasta ahora y preguntar si uno de los motivos de su fracaso es o no el que no se reconozca la importancia del papel del lobby.
 
FUENTE: www.rebelion.org 

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