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Karim Marzuqa

Cada vez peor

Por Felipe González 
 
Inmediatamente antes de que empezara esta nueva fase aguda del conflicto árabe-israelí, es decir, antes del secuestro de un soldado israelí en los territorios ocupados y de los acontecimientos dramáticos en el Líbano a partir del secuestro de otros dos soldados, tuve una discusión no querida por mí con el embajador israelí.

Estábamos realizando un seminario en Sevilla el primer día de junio en relación con el 20º aniversario del establecimiento de relaciones entre España e Israel. El grueso de la reflexión se situaba en torno a ese hecho histórico y su evolución. Me limité, intencionadamente, a contar algunos de los entresijos no conocidos de aquel proceso complejo de negociación a varias bandas, que culminó en enero del 86.

Acabada la exposición, un periodista de La Vanguardia quiso traernos a la realidad inmediata tras el triunfo de Hamás. No quise eludir la respuesta a los temas puestos sobre la mesa. Creía que era posible y conveniente el diálogo con Hamás, después de la elección libre y transparente de los palestinos. Asimismo afirmé que la Unión Europea no debía cortar la ayuda al pueblo palestino por esta elección, Finalmente, expresé mi convicción de que Israel no podía mantener una política unilateral para la solución de los problemas de fondo.

La indignada reacción del embajador israelí allí presente me obligó a recordar algunos datos históricos que personalmente había vivido para avalar la corrección -en mi criterio personal- de la postura que había expresado. Lamento decir que, tras este verano terrible en Gaza, Cisjordania y particularmente en el Líbano, no sólo no he cambiado de criterio sino que mi razonamiento ha ido más allá. De buena fe cabe hacerse la pregunta sobre lo que hubiera ocurrido si la política se hubiera basado en aquellas premisas que defendí.

Todo ha ido a peor en la zona, como fácilmente puede constatarse viendo la dinámica de guerra civil y enfrentamientos contra los ocupantes en Irak, o la tensión generada con Irán, no sólo la guerra en el Líbano. ¿Dónde están los síntomas que anuncian una nueva realidad de democracia y estabilidad en Medio Oriente? No estamos ante el parto de una nueva y mejor criatura, sino ante el aborto frustrante de un proceso de paz imprescindible.

La paz sigue siendo la condición necesaria, aunque no sea suficiente, para conseguir la estabilidad, el desarrollo y la libertad en la región. Si no hay paz, todo lo demás se frustrará una y otra vez. Y aunque no guste oírlo, y menos escucharlo, el epicentro de la paz y de la guerra sigue estando, como hace décadas, en la solución del problema palestino. La fuerza, la política unilateral basada en ella, y sólo en ella, no garantizará nunca la paz. Los otros conflictos son reales, sin duda, pero su encauzamiento hacia una solución se encadena una y otra vez al del epicentro. La guerra del Líbano es la prueba del nueve.

Hace un año, en la Universidad de Tel Aviv, y después en Ramala, recordé el empate infinito en el que se había instalado este problema. Antes con Arafat, ahora con Hamás, mañana con el que venga. Porque hay conflictos que escapan de la salida clásica de triunfo o derrota, vencedores y vencidos, y suelen ser los peores. En los extremos de la opinión y, a veces, del liderazgo de las partes enfrentadas se llega a instalar el discurso de la derrota total de adversario y, si crece la tensión, contamina a franjas amplias de la opinión con resultados cada vez peores.

¿Qué significaría el triunfo total de Israel sobre los palestinos que quieren recuperar su territorio y disponer de su propio Estado? ¿Desaparecería la comunidad palestina de Cisjordania y Gaza? ¿Israel sería ocupante perpetuo de territorios que no le pertenecen?

¿Qué significaría el triunfo total para los palestinos? ¿La liquidación del Estado de Israel y la desaparición de la comunidad judía? ¿La ocupación del territorio asignado a Israel como Estado?

Israel es más fuerte militarmente, pero no puede ganar por la fuerza. Esto no variará en el futuro. Los palestinos son más débiles y tampoco pueden ganar por la fuerza, ni hoy ni mañana. La conclusión es obvia: sólo un acuerdo respetuoso con las resoluciones fundamentales de la ONU traerá paz y estabilidad a palestinos e israelíes.

Todos los interlocutores se precipitan a responder que es eso lo que pretenden, pero en la práctica no es así.

La terrible guerra del Líbano, cuyo objetivo confesadoera liberar a dos soldados israelíes y derrotar a Hezbolá, ha puesto de manifiesto que el conflicto central, el israelo-palestino, tiene una onda expansiva regional inevitable.

Volveré a insistir, contra corriente, en la necesidad de que la comunidad internacional aborde, con el consentimiento de las partes, una solución global. Si Israel vuelve a las fronteras del 67 y los palestinos disponen de su propio Estado, con todas las consecuencias, podría exigirse a todas las partes implicadas reconocimiento recíproco y respeto a los acuerdos.

En los momentos actuales, más que nunca, el papel de la Unión Europea puede y debe ser relevante. Una vez más vemos las enormes dificultades para encarar responsabilidades en materia de paz y seguridad que vayan más allá de la disponibilidad a pagar los gastos de los destrozos que se producen. Sin embargo, contra pronóstico, ha ocurrido un hecho notable en relación con la situación en el Líbano. La Unión ha llegado a un acuerdo muy significativo para aportar más de la mitad del contingente de Naciones Unidas que se desplegará en el sur del país. Más notable aún si se tiene en cuenta que ni Gran Bretaña ni EE UU formarán parte de la operación.

Pero todo el mundo es consciente de que el del Líbano es un conflicto derivado y que la situación en los territorios ocupados sigue siendo explosiva. Por eso, el nuevo ministro de Exteriores italiano ha hablado de la necesidad de que la Unión Europea piense en la interposición, con mandato de la ONU, entre israelíes y palestinos, llegado el momento.

Si la hoja de ruta está muerta, como los Acuerdos de Oslo; si la comunidad internacional está de acuerdo en un punto mínimo: el Estado palestino; si los procesos de negociación llegaron hasta un punto casi definitivo con Clinton; si la Liga Árabe ofreció en su día un acuerdo sobre bases semejantes, ¿no ha llegado la hora de arrancar con una iniciativa fuerte que siente a todos en torno a un plan definitivo, como si se retomara el impulso de la Conferencia de Madrid de 1991?

Ésta debería ser la propuesta de la Unión Europea, legitimada hoy por su decisión respecto a la paz en el Líbano y siempre por ser la que más esfuerzos ha hecho para ayudar a los países de la región. Seguir parcheando ya no es posible, porque se reproducirán continuamente las situaciones de crisis. La solución global es inaplazable para una visión sensata de los intereses de los israelíes, de los palestinos y de los países árabes concernidos. Entonces sí se podría empezar a hablar de un nuevo Medio Oriente encaminado, desde la paz, hacia un horizonte más libre y próspero. 

Felipe González es ex presidente del Gobierno español.

Fuente: www.palestinalibre.org 

Poscolonialismo y deconstrucción: el pensamiento feminista de Gayatri Spivak

Por Consuelo Rubio Alcover  

 

Llegué a los textos de Gayatri Chakravorty Spivak a través del cine, cuando quise hacer una lectura desde la teoría feminista del documental Ben annemin kiziyim (Soy hija de mi madre, Seyhan Derin, 1995). Jessica Berman, a cuyo curso sobre el feminismo de la segunda, tercera (¿y cuarta?) ola yo estaba asistiendo entonces en la Universidad de Maryland, Baltimore County, me remitió a los escritos de Spivak y Rosi Braidotti. El filme de Derin, que traza un retrato “nomádico” de Durkadin Derin, la madre de la directora, fue una magnífica sorpresa que nos brindó Barbara Mennel durante el curso sobre cine turco-alemán que impartió en otoño de 2001 en la citada Universidad. A Jessica y Bárbara vayan, pues, sendos agradecimientos que han de encabezar este artículo.


Braidotti, en la introducción al volumen Nomadic Subjects, subraya la diferencia  que separa al “nómada” del “emigrante” o del “exiliado”. Aquél –dice– no representa la indigencia ni el desplazamiento compulsivo, sino al tipo de sujeto que ha renunciado a toda idea, deseo o nostalgia de permanencia. La imagen “expresa el deseo de una identidad hecha de transiciones, translaciones sucesivas y cambios coordinados, sin una unidad esencial y en contra de la misma. Pero el sujeto nomádico no carece por completo de unidad; su modo es el de los ciclos estacionales de movimiento por rutas bastante fijas”. De ahí que Braidotti se refiera al nómada como prototipo de hombre o mujer de pensamiento y que haga suya una idea de Deleuze: ser un intelectual nómada significa cruzar fronteras, irse, independientemente del destino1. Esta clarificadora noción, así como las teorías de Spivak en torno al discurso subalterno enunciadas en “Can the Subaltern Speak?”2, me permitieron analizar el viaje cinematográfico de Seyhan y Durkadin Derin en clave posestructuralista-feminista. Aquella reflexión sobre la subjetividad nomádica y los matices que separan al nómada –habitual protagonista de la literatura poscolonial– del exiliado y del emigrante fue el germen de este artículo, en el que presento a los lectores de Debats un espectro amplio de las ideas de Gayatri Chakravorty Spivak.

 

Gayatri Spivak: notas biográficas

 

Comenzaré con un repaso de la obra de Spivak, nacida en Calcuta en 1942 –durante la guerra de independencia –en el seno de una familia india de clase media-alta y educada en un colegio cristiano que marcaría su trayectoria vital y profesional. En algunas de las entrevistas a Spivak que han sido publicadas, ésta se refiere a vivencias de la “hambruna artificial” provocada por el ejército británico en el subcontinente para alimentar a los soldados que operaban en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Son los recuerdos de infancia de la generación inmediatamente anterior a la de los “hijos de la medianoche” de Salman Rushdie; una generación que creció en el momento culminante del movimiento de descolonización. Spivak cuenta cómo la actividad de IPTA (Indian People’s Theatre Association), una organización popular que pretendía sabotear la alianza entre estética y política (colonial) que había heredado el escenario recién emancipado, influyó decisivamente en sus primeras inquietudes intelectuales.


Pero fue probablemente la escolarización no convencional de Spivak el aspecto de su biografía que dejó una huella más profunda en su pensamiento. Sus maestras, indias de origen rural que ni siquiera podían ubicarse socialmente dentro del sistema de castas, habían aceptado la religión que les predicaron los misioneros europeos, y soslayado así la marginalidad a la que su nacimiento las condenaba. En palabras de la propia Spivak, estas maestras “no habían sido cristianizadas, sino que se convirtieron al cristianismo. Todavía no he logrado rememorar aquellos años sin sentir una inmensa gratitud hacia mis padres por haberme enviado a esa escuela, en vez de a una india de las que no estaban tan de moda. En una situación así, una empieza a percibir las cosas sin percatarse de la extraordinaria pluralidad de la fuente de conocimiento (source of enlightenment)”3.


Esa extraordinaria pluralidad, a la que Spivak alude, tiene su manifestación más evidente en la dimensión lingüística. Como otros “trabajadores intelectuales” nacidos en el Segundo y Tercer Mundo, Gayatri Spivak se autodefine como “una persona bilingüe”, que escribe sobre todo en inglés por necesidad, pero que cultiva y mima su lengua materna, el bengalí4. Su paso por la Universidad de Calcuta (Presidency College) le valió dos títulos de Bachelor of Arts, uno en lengua y literatura inglesa y otro en bengalí, y le permitió ponerse en contacto con la izquierda política del país. En su tercer año de estudios graduados, Gayatri Chakravorty llegó a la universidad de Cornell, en Nueva York. A partir de este momento inicia una carrera académica brillante que la ha consagrado como una de las pensadoras más reconocidas internacionalmente en un campo que abarca la crítica literaria, los estudios culturales y la filosofía. Actualmente conserva el apellido de su ex marido (Spivak), con el que publicó sus primeros escritos, y continúa su indagación filosófica, compaginándola con el activismo político, desde la Universidad de Columbia.  


Muchos relacionan el nombre de Gayatri Spivak con la polémica que levantó su artículo “¿Puede hablar lo subalterno?”, publicado en 1985 a raíz del suicidio de la joven Bhubaneswari Bhaduri, que se arrojó a la pira funeraria de su esposo siguiendo el rito tradicional hindú (suttee o sati). La propia autora ha reconocido posteriormente, en varias entrevistas y revisiones del ensayo, que escribió el texto original en un arranque de rabia y que contaba con que el editor lo mutilaría, cosa que no ocurrió. El resultado fue una pieza contundente, no muy reverente y tal vez de poca corrección política, que levantó ampollas entre la comunidad intelectual poscolonial. Spivak utiliza el análisis del sacrificio de Bhubaneswari hecho por los comentaristas de Estados Unidos y Europa como ejemplo del imperialismo disfrazado de radicalidad que domina el discurso filosófico occidental, y acusa a Foucault y Deleuze, dos filósofos representativos de las tendencias posestructuralistas de la izquierda intelectual europea, de poner en escena una mascarada en la que su propia posición de observadores occidentales sirve como punto de referencia transparente con respecto al sujeto colonial (que pierde, por lo tanto, el estatus de sujeto y pasa a ser objeto). La consecuencia última de esta maniobra, según la autora, es que el intelectual europeo, que insiste desde un punto de vista teórico en la fragmentación y en el descentramiento de la subjetividad posmoderna, construye para sí, en la práctica de su discurso, una posición sólida, no problemática. Paradójicamente, tal posición se halla más próxima a aquella que caracterizaba la tradición humanista que a la que teóricos como Deleuze y Foucault atribuyen al sujeto que resulta de la crisis de la posmodernidad.  

La exploración de la pareja de conceptos vertreten/darstellen sirve a Spivak para demostrar que las formulaciones de Deleuze y Foucault no distinguen estos dos sentidos, presentes en la representación del Otro. Una traducción poco cuidadosa de la teoría marxista pasa por alto los dos significados independientes de la representación: darstellen, el retrato, la producción de una imagen que equivalga al objeto, y vertreten, parafraseable como “hablar en nombre de (el objeto)” o “ponerse en la piel del objeto”. Mientras que Marx, en El 18 Brumario, utilizó en sentido restrictivo el primero de estos términos, limitándolo a la “re-presentación” en el terreno económico del intercambio, e hizo lo mismo con el segundo, reduciéndolo a la “representación” política, Deleuze y Foucault no reparan en esta ambivalencia5. La argumentación de Spivak revela cómo, en su diálogo sobre la China maoísta, el deseo de Foucault y Deleuze –los sujetos que teorizan– oscurece su interés. Por lo tanto, ambos filósofos franceses se apropian, para la causa de la izquierda post-1968, de una terminología indígena (“lucha del proletariado”, “maoísmo”, “revolución”, etc.) que se vacía de contenido con este trasvase cultural. En tanto Foucault y Deleuze no examinan su propio interés, ligado al papel de intelectuales (burgueses) –institucionalizado en la maquinaria académica europea, inserta a su vez en un sistema global de explotación de la mano de obra de los países en vías de desarrollo– sus comentarios en torno a cuestiones ideológicas pierden toda credibilidad.  

La controvertida conclusión de “¿Puede hablar lo subalterno?” deriva en parte de esta doble noción: el gesto de la joven Bhubaneswari, ejemplo del sujeto subalterno del Tercer Mundo, reflejaría, en la interpretación de Spivak, la incapacidad de hablar (representarse a sí misma en un acto de habla) que es intrínseca a lo Subalterno. Cuando el sujeto subalterno del Tercer Mundo supera esta barrera, pasa a ser el típico intelectual orgánico, que se debate entre el deseo de representar (darstellen y vertreten) su ser anterior y el interés aparejado a la nueva perspectiva. Por lo tanto, pierde, al menos parcialmente, su estatus subalterno originario. Lo subalterno, pues, no puede hablar: éste es el corolario que enfureció a más de un crítico y que llevó a varios a atribuir a Spivak una postura nativista radical que ella misma rechazó más tarde. La premisa de que sólo el sujeto subalterno puede conocer la subalternidad y por lo tanto expresarla –hablar por sí misma/representarse a sí misma (darstellen y vertreten)– es, según Gayatri Spivak, contradictoria con las bases de la deconstrucción, puesto que necesitaría la existencia (imposible) de un sujeto idéntico a su propia narrativa: la posibilidad del conocimiento igual a su propio objeto, o de una identidad que abarque en su totalidad al sujeto. Por otro lado, la adhesión al principio de la Diferencia radical (la différance derridiana) interrumpe la enseñanza de las esencias culturales y elimina la posibilidad de intercambio o transacción, un concepto fundamental en la teoría pedagógica spivakiana6

 

Esencialismo y antiesencialismo

 

La traducción al inglés que Spivak realizó en 1976 de De la Grammatologie (1967) marcó un hito en la difusión de la filosofía de Derrida, nacido en Argelia de padres judíos sefarditas. El compromiso de Spivak con el método deconstructivo derridiano, enlaza con su concepción de estrategia y teoría. En el contexto del establishment académico europeo-estadounidense, descrito como una maquinaria regida por los mismos principios capitalistas que sostienen las sociedades “desarrolladas”, la crítica india hace hincapié en una idea de teoría que desafía el esencialismo: teoría como práctica de la producción de sí misma y compatible con la estrategia que actúa “a través de una constante crítica deconstructiva de lo teórico”7. Esta dinámica bipolar anima la actividad del “Grupo de Estudios Subalternos”, del cual Spivak forma parte, que adoptó su nombre de los escritos de Antonio Gramsci, el marxista italiano que teorizó sobre los fenómenos relacionados con la conciencia de clase en el proletariado. Las (des)lecturas deconstructivas de la historiografía de la India y de otros países del Tercer Mundo que este grupo de historiadores propone, ejemplifican lo que Spivak llama un “uso estratégico de las esencias como un eslogan o palabra-fetiche, por ejemplo mujer o trabajador”, siendo este empleo “consciente por parte de los que se movilizan”. Desde una posición estructural ajena a la institución académica estadounidense, los subalternistas, para quienes las opiniones de Spivak –que dice contarse entre ellos– resultan “demasiado estadounidenses”, han desafiado el dogma antiesencialista que se predica en las universidades occidentales. Desde los márgenes, pues, han intentado fabricar identidades nacionales “estratégicamente esencialistas” que se convierten en armas políticas en la era global-poscolonial.

Spivak, que rechaza explícitamente la extendida creencia de que las enseñanzas de la deconstrucción son puramente textuales o apolíticas, ha tratado de leer “a Derrida en Foucault y a Foucault en Derrida”. En la conjunción de ambos halla la posibilidad de un “uso político y ético de la filosofía crítica”8. La deconstrucción –que, según Spivak, “no es una escuela de pensamiento, sino una forma de “releer”9 – no puede cimentar un programa de intervención ético-política; su “mayor virtud es [...] cuestionar la autoridad del sujeto investigador sin paralizarlo, transformando constantemente condiciones de imposibilidad en condiciones de posibilidad”10. Ello permite a Spivak ahondar en las limitaciones del humanismo liberal y del positivismo científico. Las lecciones deconstructivas de Spivak y otras feministas que contemplan el cuerpo como el texto principal del humanismo tradicional, y la sociedad como su contexto/lectura (reading), han reavivado el debate sobre el esencialismo en los estudios de género. La demarcación de una categoría monolítica (de base biológico-social) correspondiente al “sujeto tercermundista” en la primera etapa de estudios posestructuralistas –la “mujer del Tercer Mundo”, en caso del feminismo de la segunda ola–, entra en crisis en las últimas dos décadas. Esta tensión entre los polos del esencialismo y antiesencialismo es lo que que Elizabeth Spelman ha denominado “el caballo de Troya del etnocentrismo feminista”11. Constituye el fin del “sueño feminista de un lenguaje común”, sustituido en el circuito integrado por una “poderosa heteroglosia”, tal y como Donna Haraway proclama en su formulación feminista-cibórgica12

 

This Bridge Called My Back

 

La dicotomía esencialismo/antiesencialismo, que Spivak ha convertido en foco de atención prioritaria, ha tenido resonancia en la teoría feminista de chicanas como Moraga, Anzaldúa, Lugones y Alarcón. Esta última explica cómo la colección This Bridge Called My Back: Writings By Radical Women of Color13, editada por las escritoras chicanas Gloria Anzaldúa y Cherríe Moraga, fue un intento, llevado a cabo por parte de varias mujeres de color, de levantar sus voces en medio del panorama feminista angloamericano de la década de los ochenta. Pese a haber desplazado el sujeto masculino de su epistemología a través de un hallazgo conceptual fundamental, el género (gender), las feministas angloamericanas continuaban sin alterar la unidad del sujeto generador de conocimiento. El sujeto femenino –“la Mujer” (Woman), basado en un criterio de género (gender)– que la crítica feminista hegemónica venía asumiendo ignoraba diversas divisiones de esta categoría (raciales, de clase, nacionales) que podían restar coherencia al sujeto consciente (subject of consciousness).

Así, Norma Alarcón afirma que “perseguir la unidad de la causa feminista, basándola sólo en el género, es incompatible con la búsqueda de la solidaridad a través de diferentes formaciones políticas y con la exploración de teorías alternativas del sujeto de consciencia. Hay un sector de las epistemologías feministas más elaboradas que afirma una identidad hecha de representaciones heterogéneas y heterónomas de género, raza y clase, y que a menudo comprende diferentes lenguas y culturas”14. Este reto de “solidaridad en la diferencia”, lanzado por las autoras reunidas en Bridge, ha dado lugar, a lo largo de las dos décadas siguientes a la publicación de la antología, a múltiples trabajos teóricos que han resquebrajado el bloque del sujeto femenino (“Woman”) y analizado sus grietas. El documental de Seyhan Derin arriba mencionado se suma a una serie de productos estéticos y teóricos que han puesto en cuestión el perfil que la teoría feminista atribuía sistemáticamente a sujetos subalternos como “la mujer del Tercer Mundo” o la “Mujer en el Islam”15.

 

Feminismo ecológico

 

Los últimos trabajos de Gayatri Spivak, centrados en la relación entre ecología y cultura, profundizan en la diversidad de la consciencia femenina en la que insiste Norma Alarcón. La visión del feminismo “ecológico” que sugieren descansa sobre un principio de responsabilidad con respecto al medio ambiente, inspirado en el psicoanálisis kleiniano. Spivak se adhiere a la crítica que Melanie Klein realizó de los escritos freudianos sobre la evolución psicosexual, y adapta su idea de la reparación. La “reparación” es reinterpretable como la deuda que el individuo contrae con la madre en el momento del nacimiento, siendo el tiempo mismo el don impagable que origina una deuda universal. En el momento de su inserción en la temporalidad aparece la responsabilidad del ser, ligada a una deuda que no se ha de saldar con la madre, sino con la tierra, con los otros o con la Naturaleza como alteridad absoluta16.  

En este marco, el cuerpo de la mujer se convierte en foco privilegiado de atención ideológica, en un campo de batalla política. La argumentación de Spivak demuestra que la concepción de la familia, de la reproducción o de la inserción laboral femenina, que han motivado muchas de las reivindicaciones del feminismo europeo y angloamericano, no son válidas en sociedades donde la segregación sexual no se consuma en los ámbitos público/civil y privado/doméstico, sino en otras esferas. La terminología del desarrollo sostenible, de los recursos limitados o del máximo rendimiento, que subyace en las medidas de control de natalidad, en las polémicas sobre el aborto y sobre la progresiva incorporación de las mujeres al mercado laboral en “Occidente” no es comprensible para grupos de mujeres (y hombres) que no participan como agentes en el capitalismo y cuya relación con el ecosistema no está determinada por las relaciones que exige ese sistema económico.

 

Perspectivas: más allá de la tercera ola

 

Tras las consideraciones de Spivak en este sentido, está servido el debate acerca de los derechos sobre el cuerpo de la mujer en los discursos políticos, filosóficos, científicos y legales de Europa y Estados Unidos, cuyos portavoces, feministas o no, siguen aferrándose con frecuencia a nociones esencialistas (universalistas) de “la Mujer”. A pesar de la transformación que el “sujeto femenino” invocado por el feminismo sufrió en las transiciones de la primera a la segunda y de la segunda a la tercera ola, el empleo de una noción unitaria de “Mujer” –no basada en el factor biológico, “corporal”, sino en la conjunción de biología/cuerpo y sociedad/prácticas sociales– sigue constituyendo uno de los puntos más delicados y vulnerables de la mayor parte de los feminismos de hoy. Como apunta Ellen Rooney en su entrevista a Spivak, una de las cuestiones más controvertidas a las que se enfrenta el feminismo en la actualidad es la que la intelectual india sugiere cuando afirma que las mujeres de hoy quizá deban “aceptar el riesgo del esencialismo” para formular un pensamiento divergente en clave feminista17.  


Llegadas a este punto, probablemente acudan a nosotras interrogantes que enciendan de nuevo la incómoda disyuntiva entre “Diferencia” e “Igualdad”. A lo peor, este dilema, que torturó a las feministas de hornadas anteriores, empezará a desestabilizar nuestras propias convicciones sobre qué es o debe ser el feminismo. ¿Es posible un feminismo no etnocéntrico?, ¿puede una seguir hablando como “mujer” en la teoría y práctica feminista?, ¿cuáles son las consecuencias, las ventajas y los peligros de mantener un núcleo “esencial” si hablamos desde la subjetividad “femenina”?, ¿hasta qué punto regresamos al esencialismo identificado con el cuerpo, si promovemos alianzas entre las mujeres del mundo? Y es que la necesidad coyuntural de establecer coaliciones estratégicas en respuesta a acontecimientos concretos –pensemos en las activistas de RAWA entre las mujeres afganas, en los foros de discusión internacional sobre la mutilación genital femenina, la violación y otros delitos sexuales en el ámbito penal, etc.–, nos obliga a pactar con nosotras mismas sobre la dosis adecuada de esencialismo (y antiesencialismo) que ha de conformar nuestra versión del feminismo.



 



  NOTAS


1.- “As opposed to the images of both the migrant and the exile, I want to emphasize that of the nomad. The nomad does not stand for homelessness, or compulstive displacement; it is rather a figuration for the kind of subject who has relinquished all idea, desire, or nostalgia for fixity. This figuration expresses the desire for an identity made of transitions, successive shifts, and coordinated changes, without and against an essential unity. The nomadic subject, however, is not altogether devoid of unity; his/her mode is one of definite, seasonal patterns of movement through rather fixed routes. It is a cohesion engendered by repetitions, cyclical moves, rhythmical displacement. In this respect, I shall take the nomad as the prototype of the ‘man or woman of ideas’; as Deleuze put it, the point of being an intellectual nomad is about crossing boundaries, about the act of going, regardless of the destination…” (Rosi BRAIDOTTI, Nomadic Subjects. Embodiment and Sexual Difference in Contemporary Feminist Theory, Nueva York, Columbia University Press, 1994, pp. 22-23).  
2.- Gayatri Chakravorty SPIVAK, “Can the Subaltern Speak?”, en Cary NELSON y Larry GROSSBERG (eds.), Marxism and the Interpretation of Culture, Urbana, University of Illinois Press, 1985, pp. 271-313.  
3.- Declaraciones de Gayatri Spivak a Ellen ROONEY: “In a Word: Interview”, entrevista publicada en Linda NICHOLSON (ed.), The Second Wave: A Reader in Feminist Theory, Nueva York, Routledge, Nueva York, p. 364.
4.- Declaraciones de Gayatri Spivak a Alfred ARTEAGA: “Bonding in Difference: Interview”, entrevista publicada en Donna LANDRY y Gerald MACLEAN (eds.), The Spivak Reader, Nueva York, Routledge, 1996, p. 18.  
5.- SPIVAK, “Can the Subaltern Speak?”, p. 276.  
6.- ROONEY, “In a Word: Interview”, en The Second Wave, p. 373.  
7.- Id., ibid., p. 358.  
8.- “More on Power/Knowledge”, en LANDRY y MACLEAN (eds.), The Spivak Reader, p. 141.  
9.- ROONEY, “In a Word: Interview”, p. 363.  
10.- Gayatri Chakravorty SPIVAK, In Other Worlds: Essays in Cultural Politics, Nueva York, Methuen, 1987, p. 201.
11.- Elizabeth V. SPELMAN, Inessential Woman: Problems of Exclusion in Feminist Thought, Boston, Beacon, 1988.
12.- Donna HARAWAY, “A Manifesto for Cyborgs: Science, Technology and Socialist Feminism in the 1980s”, Socialist Review 80 (1985). Reproducido en Coming to Terms: Feminism, Theory and Politics, Elizabeth Weed (ed.), Nueva York, Routledge, 1989, p.173.
13.- Cherríe MORAGA y Gloria ANZALDÚA (eds.), This Bridge Called My Back. Writings By Radical Women of Color, Nueva York, Kitchen Table, Women of Color Press, 1991 (última edición).
14.- Norma ALARCÓN, “This Bridge Called My Back and Anglo-American Feminism”, en The Second Wave, p. 295.  

15.- Vid. Holloway SPARKS, “Dissident Citizenship: Democratic Theory, Political Courage, and Activist Women”, en Anne C. HERRMANN y Abigail J. STEWART (eds.), Colorado y Londres, Westview, 2001, pp. 443-481; Marnia LAZREG, “Feminism and Difference: The Perils of Writing as a Woman on Women in Algeria”, ibid., pp. 321-344; Arlene Elowe MACLEOD, “Hegemonic Relations and Gender Resistance: The New Veiling as Accomodating Protest in Cairo”, ibid., pp. 387-415; Christine SYLVESTER, “African and Western Feminisms: World-Traveling, the Tendencies and Possibilities”, ibid., pp. 501-523.
16.- “Subaltern Talk: Interview with the Editors”, The Spivak Reader, pp. 298-300.
17.- ROONEY, “In a Word: Interview”, pp. 357-358.

33 años del 11-S latinoamericano

Por Causa Popular.-  

 

Mucho antes que las Torres Gemelas se derrumbaran en Nueva York producto de una sangrienta campaña imperial en Oriente Medio, América Latina sufrió en carne propia un zarpazo en la misma fecha, pero mucho antes. El 11 de septiembre de 1973 el Ejército Chileno abortaba con fuerza criminal la experiencia socialista del gobierno de la Unidad Popular, que implicó la muerte del Presidente Salvador Allende y de miles de chilenos. Se cumplen 33 años de una experiencia inédita que significó el oscuro preludio de lo que seguiría haciendo Estados Unidos en el resto de América Latina. En este informe, una recorrida por los mil días de gobierno socialista en Chile.

 

Unidad Popular para un Gobierno Popular

 

Era la consigna central y el imperativo básico que unió y movilizó a todos los sectores de izquierda y progresistas en el año 69 en Chile. Un amplio movimiento cultural se sumó a la campaña aportando creatividad y entusiasmo. Surgieron las brigadas muralistas, de teatro, canto y las más variadas expresiones del arte que participaron activamente en la campaña.

 

La juventud, mayoritariamente asumió una posición de avanzada. Como decía Allende, "Ser joven y no ser revolucionario es hasta una contradicción casi biológica”.

 

La elaboración del programa de gobierno de la Unidad Popular quedó plasmado en el plan de las cuarenta medidas.

 

El 22 de Enero de 1970, la Unidad Popular proclamó como candidato único a la presidencia a Salvador Allende. Todo el tiempo y las fuerzas dedicadas a la campaña, reuniones, mítines, salidas casa por casa, preparación de lienzos y pinturas. Fue un quehacer permanente, que creció en intensidad a medida que se acercaba el 4 de Septiembre de ese año, día de las elecciones.

 

Para cerrar la campaña en Santiago se realizó una gran concentración en la Alameda (Avenida principal), con grandes marchas que convergían desde los cuatro puntos cardinales.

 

La Alameda era prácticamente un mar humano, desde Plaza Italia hasta Estación Central y también las calles aledañas.

 

Hasta que llegó la noche del 4 de Septiembre de 1970 y Ganó el Chicho.

El primer intento fascista por detener la asunción de Allende al gobierno fue el asesinato del General René Schneider, hasta ese momento Comandante en Jefe del Ejército, un día antes de que se decidiera su mayoría en el Congreso. Fue ejecutado por un comando derechista que dirigía el general Roberto Vioux e inducido por los norteamericanos a fines de Octubre.

 

El 22 de octubre, día de la votación en el Congreso, fue tenso. Voto a voto de los parlamentarios se fue esclareciendo la ratificación de las elecciones del 4 de Septiembre.

 

Los resultados fueron 153 a favor de Salvador Allende, 35 en contra y 7 abstenciones. El pueblo lo celebró con alegría en todo el país.

Salvador Allende es el primer presidente marxista en la historia de la humanidad que llega al gobierno por las propias reglas institucionales del sistema burgués.

 

El Gobierno Popular

 

Y comenzó la historia del intento inédito, de avanzar en la construcción del Socialismo por la vía no armada. Se reanudaron las relaciones diplomáticas con todos los países socialistas. Especial significación tuvo el restablecimiento de las relaciones con Cuba que ayudaba a romper el injusto bloqueo impuesto a la isla por EE.UU.

 

Se profundizó la Reforma Agraria, con la expropiación de tierras. El Gobierno Popular puso fin al latifundio en 1972. Se inició la nacionalización del cobre que culminó con la votación favorable en el Congreso, incluso de los partidos de la Derecha, que a su vez indicaba lo justo de esa reivindicación histórica.

 

Comenzó la creación de la llamada área de propiedad social de la economía, con la expropiación, o más bien la compra por parte del estado de las 100 principales empresas. También se nacionalizó la Banca privada, asestando un duro golpe a la oligarquía financiera. Este conjunto de medidas estructurales, revolucionaron al país.

La reacción fue brutal, se inició un bloqueo económico internacional por parte de EE.UU. con el congelamiento de las ventas del cobre en el exterior, mientras que en Chile, la reacción implementó el sabotaje interno, el acaparamiento de mercaderías, insumos y repuestos. Las campañas de prensa de desprestigio, los llamados y presiones de la derecha y el imperio a las FF.AA. para que asestaran un golpe de estado fueron cada día de mayor intensidad.

 

En las elecciones parlamentarias de marzo de 1973, la UP obtuvo el 45% de los votos. Se hundió el tinglado urdido durante la campaña electoral por la oposición de derecha DC-PN que pretendía obtener los dos tercios en las cámaras para decretar la ilegitimidad del Gobierno de Allende.

 

No les quedaba otra opción que recurrir el golpe militar. Hicieron un intento en Junio del 73, el "Tanquetazo" que fracasó. Pero fue una demostración de a qué estaban dispuestos y también de la incapacidad de contrarrestar un golpe sin tener armas para defender al Gobierno Popular.

 

La intentona golpista fue el acicate para los "momios" de continuar con la subversión, el terror y todo tipo de maniobras desestabilizadoras.

 

El 29 de julio asesinaron al edecán de Allende, el comandante Araya Peters. Siguieron las presiones a los uniformados leales al Gobierno. Las mujeres de oficiales coludidas con las derechistas, hicieron una manifestación a Carlos Prats, Comandante en Jefe del Ejército. Al no recibir solidaridad de sus pares, en un gesto de dignidad personal, renunció. - El general Prats fue asesinado en Buenos Aires- Ver nota relacionada- Asumió el 22 de Agosto como nuevo comandante en Jefe del Ejército, Augusto Pinochet.

 

El Congreso, con mayoría demo-derechista, aprobó un voto que planteó la inconstitucionalidad del Gobierno Popular. Ello les otorgó a los golpistas la legitimidad para el golpe de Estado.

La última manifestación de masas de la UP se realizó el 4 de Septiembre de 1973, al cumplirse tres años del triunfo electoral. Fue una maciza demostración de respaldo de los sectores populares con más de un millón de manifestantes.

 

Diversas columnas de trabajadores, estudiantes y pueblo en general marcharon frente al Palacio Presidencial "Apoyar, apoyar al Gobierno popular" era la consigna que con más fuerza resonó en las calles de Santiago en ese día. La derecha y la DC minimizaron esa manifestación y siguieron con más fuerza su campaña de desestabilización del Gobierno Popular.

 

El 11 de septiembre de 1973

 

En principio el golpe estaba planificado para el 15 ó 16 de septiembre con el fin de camuflar su preparación con la movilización de tropas de la tradicional parada militar del 19 de septiembre, se anticipó para el día 11. La reacción no podía permitir que Allende lanzara la convocatoria a un plebiscito nacional para dirimir la situación en la Universidad Técnica el día 11. Por ello los confabulados rápidamente se concertaron para adelantar la realización del golpe. El "Tanquetazo" les había servido de experiencia para el golpe definitivo. Tenía que ser rápido y cruento desde el inicio. Había que bombardear la Moneda si no se rendían antes.

 

El golpe comenzó de madrugada, con el alzamiento de la Armada. Luego se desencadenó en todo el territorio y en todas las direcciones una vorágine incontenible de golpes de mano del Ejército, la Armada, la Aviación y también Carabineros. Lo tenían todo planificado para dar un golpe avasallador y fulminante.

 

No hubo espacio ni tiempo para la maniobra. No se podía dejar que la UP se reorganizara y defendiera. Los planes de defensa del Gobierno Popular fueron absolutamente sobrepasados.

 

El zarpazo yanqui del golpe

 

La orden del golpe fue dada por Richard Nixon, segundada por Hery Kissinguer. La preparación del golpe de estado en Chile y demás países latinoamericanos fue impartida desde la Escuela de las Américas instituida en 1946 con sede en Fort-Amador y transferida luego a Fort-Gullik en 1949 en la zona del Canal de Panamá y desde 1963 bajo el mando del comando Sur del Ejército de los Estados unidos.

 

Por sus aulas pasaron oficiales y suboficiales de los ejércitos de la mayor parte de los países latinoamericanos. Permitió formar ideológica y militarmente a más de 45.000 oficiales de 22 países Latinoamericanos, en especial donde la subversión era considerada de primera magnitud, en particular Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Bolivia y Paraguay. Entre sus alumnos estuvieron los generales golpistas Viola y Videla (Argentina), Somoza (Nicaragua), Pinochet (Chile), Stroessner (Paraguay), Banzer (Bolivia), Melgar Castro (Honduras), Carlos Humberto Romero (El Salvador)

 

Salvador Allende legado consecuente

 

El Presidente Salvador Allende es quien mejor encarna lo que significó la Unidad Popular y la vía chilena al socialismo. Estaba absolutamente convencido de su hacer. Sus discursos eran largos, improvisados pero con mucha coherencia. Era un educador de masas, que explicaba la situación política, el porqué, el cómo y cuáles eran las opciones para continuar con el proceso revolucionario. Siempre remarcó que el Gobierno Popular no sería un gobierno reformista más.

 

En el informe anual del Presidente al Congreso de la República, el 21 de mayo 1971 Salvador Allende expresó:

 

"Como Rusia, entonces, Chile se encuentra ante la necesidad de iniciar una manera nueva de construir la sociedad socialista: la vía revolucionaria nuestra, la vía pluralista, anticipada por los clásicos del marxismo, pero jamás antes concretada. Los pensadores sociales han supuesto que los primeros en recorrerla serían naciones más desarrolladas, probablemente Italia y Francia, con sus poderosos partidos obreros de definición marxista. Sin embargo, una vez más, la historia permite romper con el pasado y construir un nuevo modelo de sociedad, no sólo donde teóricamente era más previsible, sino donde se crearon condiciones concretas más favorables para su logro. Chile es hoy la primera nación de la Tierra llamada a conformar el segundo modelo de transición a la sociedad socialista".

 

Fue coherente con su pensamiento, pagó con su vida su opción revolucionaria. Entre sus últimas elocuciones desde el palacio presidencial el mismo 11 de septiembre de 1973, emitidas por radio Magallanes, señaló:

 

«No tengo condiciones de mártir, soy un luchador social que cumple una tarea que el pueblo me ha dado. Pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la historia y desconocer la voluntad mayoritaria de Chile; sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás. Que lo sepan, que lo oigan, que se lo graben profundamente: dejaré la Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera, defenderé esta revolución chilena y defenderé el gobierno porque es el mandato que el pueblo me ha entregado. No tengo otra alternativa. Sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo. Si me asesinan, el pueblo seguirá su ruta, seguirá el camino, con la diferencia quizás que las cosas serán mucho más duras, mucho más violentas, porque será una lección objetiva muy clara para las masas de que esta gente no se detiene ante nada».

 

Ultimas palabras de Salvador Allende desde Palacio presidencial el 11 septiembre 1973

 

«"Seguramente, esta será la última oportunidad en que pueda dirigirme a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las antenas de Radio Magallanes. Mis palabras no tienen amargura sino decepción. Que sean ellas un castigo moral para quienes han traicionado su juramento: soldados de Chile, comandantes en jefe titulares, el almirante Merino, que se ha auto designado comandante de la Armada, más el señor Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director general de carabineros. Ante estos hechos sólo me cabe decir a los trabajadores:

 

¡No voy a renunciar!

Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente. Tienen la fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos.

 

Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra en que respetaría la Constitución y la ley, y así lo hizo. En este momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a ustedes, quiero que aprovechen la lección: el capital foráneo, el imperialismo, unidos a la reacción crearon el clima para que las Fuerzas Armadas rompieran su tradición, la que les enseñara el General Schneider y reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que hoy estará esperando con mano ajena, reconquistar el poder para seguir defendiendo sus granjerías y sus privilegios.

 

Me dirijo a ustedes, sobre todo a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que creyó en nosotros, a la madre que supo de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales de la Patria, a los profesionales patriotas que siguieron trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios profesionales, colegios clasistas que defendieron también las ventajas de una sociedad capitalista.

 

Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presente; en los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas, destruyendo los oleoductos y los gaseoductos, frente al silencio de quienes tenían la obligación de proceder.

 

Estaban comprometidos. La historia los juzgará.

 

Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la Patria.

 

El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.

 

Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.

 

¡Viva Chile!

 

¡Viva el pueblo!

 

¡Vivan los trabajadores!

Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición.»

La Revolución Palestina

En este agosto de 2006 en que recrudece la agresión de Israel en Medio Oriente y en que, correspondientemente, se multiplican las mentiras imperialistas propagadas por los grandes monopolios de la comunicación, resulta imprescindible leer lo que escribiera este insigne y reconocido periodista y, más que eso, este consecuente combatiente revolucionario, integrante de Montoneros, que desapareciera en marzo de 1977 a manos de a dictadura de Videla. Es ésta la VERDADERA HISTORIA, documentada aún con fuentes que, como la ONU, si pueden ser sospechadas de parcialidad, no es precisamente en favor de la Resistencia Palestina, y relatada por un Rodolfo Walsh sobre el que hoy ya es universal su credibilidad y honestidad intelectual, un escritor alabado mundialmente y reconocido como un clásico de la literatura política y como un excelso, penetrante e insuperable investigador. El presente trabajo de Rodolfo Walsh fue publicado en el diario “Noticias”, en junio de 1974. Publicamos además la polémica posterior entre Walsh y el entonces embajador del Estado de Israel en Argentina. El conjunto de estos materiales es reproducido en base a los Cuadernos de la revista Jotapé (que aparecía en los ’80) y a la edición realizada por la Editorial Último Recurso”, en mayo de 2005.

Desde 1974 a hoy la Resistencia Palestina y de otros pueblos ha escrito muchas nuevas páginas de su lucha contra el colonialismo sionista. Serán motivo de posteriores envíos para seguir conociendo la VERDADERA HISTORIA.

La Revolución Palestina

Rodolfo Walsh, enviado de Noticias, estaba en Beirut el 15 de mayo cuando un comando palestino golpeó en Maalot. Caminó al día siguiente entre las ruinas de las aldeas libanesas bombardeadas por la aviación israelí. Entrevistó a los principales dirigentes de la Resistencia Palestina; antes había pulsado el sentimiento dominante en El Cairo, Damasco, Argel. En su opinión, los acuerdos tramitados por Kissinger no sellarán la paz en Medio Oriente. La explicación está en el pueblo palestino expulsado de su tierra y en la marea revolucionaria que sacude a ese pueblo. Esa Revolución es el tema de la serie que empieza a publicar Noticias.

Tres millones de palestinos despojados de su patria cuestionan todo arreglo de paz en Medio Oriente

- ¿Cómo te llamás?

- Zaki.

- ¿Qué edad tenés?

- Siete.

- ¿Vive tu padre?

- Murió.

- ¿Qué era tu padre?

- Fedaí.

- ¿Qué vas a ser cuando seas grande?

- Fedaí.

El chico rubio de cabeza rapada y uniforme a rayas que da estas respuestas en una escuela de huérfanos al sur de Beirut, Líbano, resume la mejor alternativa, que tras 26 años de frustración resta a tres millones de palestinos despojados de su patria: convertirse en fedayines, combatientes de la Revolución Palestina.

“¿Palestinos? No sé lo que es eso”, declaró en una oportunidad la ex primer ministro de Israel, Golda Meir. Se conoce la eficacia ilusoria del argumento, utilizado en Argelia, Vietnam, colonias portuguesas, para negar la existencia de sus movimientos de liberación. Muyaidín? Connait pas. Libération Front? Never heard of it. FRELIMO? Nao conhece. El enemigo no existe y todo está en orden. Cada una de estas negativas ha hecho correr un río de sangre pero no ha detenido la historia.

Desde hace un cuarto de siglo la política oficial del Estado de Israel consiste en simular que los palestinos son jordanos, egipcios, sirios o libaneses que se han vuelto locos y dicen que son palestinos, pero además pretenden volver a las tierras de las que se fueron “voluntariamente” en 1948, o que les fueron quitadas no tan voluntariamente en las guerras de 1956 y 1967. Como no pueden, se vuelcan al terrorismo. Son en definitiva “terroristas árabes”.

Es inútil que en el Medio Oriente estos argumentos hayan sido desmantelados, reducidos a su última inconsecuencia. Israel es Occidente y en Occidente la mentira circula como verdad hasta el día en que se vuelve militarmente insostenible.

La hoja 1974 de esta historia no ha sido todavía doblada y ya tiene varios renglones sangrientos: Keriat Shmonet, Kfair, Maalot, Nabatyé. Es difícil entenderla si se ignoran las hojas 1967, 1948, 1917, y aún las anteriores, incluso las que se salen de la historia y se hunden en la literatura religiosa.

En el principio fue...

Primero -dicen- fueron los caanitas y después fueron los hebreos. Faltaban mil años para que naciera Cristo cuando Saúl fundó su reino, que después se partió en dos. Hace casi 2700 años el reino de Israel fue abatido por los asirios. Hace 2560 años el reino de Judá fue liquidado por los babilonios, y en el año 70 de nuestra era los romanos arrasaron Jerusalén.

Estos son los precedentes históricos del Estado de Israel, sus títulos de propiedad sobre Palestina.

El Sha de Irán podría alegar títulos análogos fundado en la invasión persa del siglo VI antes de Cristo, la Junta Militar griega podría recordar que Alejandro ocupó Palestina el año 331, Paulo VI acordarse de que en el año 1099 los cruzados católicos fundaron el reino de Jerusalén. Los propios historiadores árabes han señalado burlonamente que los caanitas que ocuparon Palestina antes que los hebreos, venían de la península arábiga y eran, en consecuencia, “árabes”.

Con la destrucción de Jerusalén -dicen- empezó la diáspora judía, la dispersión. Desde entonces, según la leyenda moderna, el judío anduvo errante por el mundo esperando el momento de volver a Palestina..

¿Cuántos volvieron realmente? Historiadores ingleses afirman que en el siglo XVI vivían en Palestina menos de 4.000 judíos, en el siglo XVIII, 5.000, y a mediados del siglo pasado, 10.000. Es recién a fines de ese siglo cuando algunos judíos empiezan a plantearse el retorno masivo, y cuando ese retorno asume una forma política y una ideología: el sionismo.. ¿Por qué?

Un fruto tardío del capitalismo

Una respuesta posible a esa pregunta surgió del campo de concentración nazi de Auschwitz. La escribió en 1944, su último año de vida, un judío marxista de 26 años, Abraham León: “El sionismo, que pretende extraer su origen de un pasado dos veces milenario, es en realidad el producto de la última fase del capitalismo”

En esa fase todos los nacionalismos europeos han construido sus estados y no necesitan ya de la burguesía judía que ayudó a construirlos, pero que ahora es un competidor molesto para el capitalismo nativo.

“Repentinamente” surge en esos países el chovinismo antisemita, y se convierten en extranjeros indeseables judíos integrados durante siglos a la vida de los mismos, que, como dice León, “tenían tan poco interés en volver a Palestina como el millonario norteamericano de hoy”.

Las persecuciones del siglo XIX afectan más a la clase media judía que a la clase alta, cuyos representantes notorios iban a lograr una nueva integración a nivel del capital financiero internacional.

Aquellos judíos europeos perseguidos que descubrieron en el capitalismo la verdadera causa de sus males, se integraron en los movimientos revolucionarios de sus países reales. El sionismo evidentemente no lo hizo y se configuró como ideología de la pequeña burguesía, alentada sin embargo por aquellos banqueros que -como los Rotschild- veían venir la ola y querían que sus “hermanos” se fueran lo más lejos posible. A fines del siglo pasado esa ideología encontró su profeta en un periodista de Budapest, Teodoro Herzl, su programa en las resoluciones del Congreso de Basilea de 1897 y su herramienta en la Organización Mundial Sionista.

El retorno a Palestina tropezaba sin embargo con el inconveniente de que el país estaba ocupado por una población -500.000 habitantes- que desde la conquista islámica del siglo VII era árabe.

Los fundadores del sionismo negaron el problema. En 1898 Herzl hizo un viaje a Palestina y preparó un informe donde la palabra árabe no figuraba. Palestina era una tierra sin pueblo donde debía ir el pueblo sin tierra. El palestino se convirtió en “el hombre invisible” del Medio Oriente. Algunos alcanzaron sin embargo a descubrirlo. El escritor francés Max Nordau vio un día a Herzl y le dijo asombrado: “Pero en Palestina hay árabes” y agregó: “Vamos a cometer una injusticia”.

En medio siglo el sionismo reemplazó a la población árabe de Palestina por inmigrantes europeos

“Palestina es mi país” dice Ihsan. “Nunca estuve en Palestina”, dice, “pero algún día volveré porque nuestros comandos están peleando para que volvamos”.

“Mi padre murió en Abar el Djelili”, dice Naifa. “La muerte de mi padre no me duele, porque murió por nosotros”.

“Mi padre se llamaba Salah”, dice Randa. “Estaba peleando y murió”.

Ninguno de los 480 huérfanos de la escuela de Suq el Garb, al sur de Beirut, había visto Palestina si no era a través de los ojos del padre muerto.

En el aula las muchachas se levantaron para saludar al visitante que venía de tan lejos. En el pizarrón había una inscripción en árabe. Pregunté qué decía. Decía: “Historia Palestina”.

La idea del Estado Judío surgió a fines del siglo pasado, como el último proyecto de un estado europeo cuando ya no existía en Europa lugar para un nuevo estado.

Ese estado debía en consecuencia instalarse fuera de Europa y el lugar elegido resultó Oriente. La contradicción fue “resuelta” a través de la ideología -el sionismo- y la ideología se alimentó en el mito bíblico y en la simulación de que Palestina estaba deshabitada.

Históricamente, estas construcciones mentales producen víctimas. En 1900 había en Palestina 500.000 árabes y 30.000 judíos. Si en 1974 hay tres millones de israelíes y 350.000 árabes, no hace falta preguntarse dónde están las víctimas: están afuera de Palestina, expulsadas de su patria.

Conviene recordar -porque es la cuestión de fondo- cómo se produce ese trasvasamiento sin precedentes en que la población de un país es reemplazada por otra.

Los primeros inmigrantes no provocaron la desconfianza de los árabes. En 1883 los habitantes de Sarafand recibieron a los colonos que llegaban con estas palabras. “Desde tiempo inmemorial somos hermanos de nuestros vecinos, los hijos de Israel, y viviremos con ellos como hermanos”. Ocho años después sin embargo los notables de Jerusalén pidieron al imperio otomano, que gobernaba Palestina, que prohibiera la inmigración judía, y en 1898 los árabes de Transjordania expulsaron violentamente una colonia judía.

A pesar de las prohibiciones oficiales la inmigración continuó, aprovechando la corrupción de funcionarios turcos y de terratenientes árabes ausentistas que vendían sus tierras. En 1907 se estableció el primer kibutz, granja colectiva que desde el principio excluyó al trabajador árabe. Cuando en 1914 los turcos hicieron su primer y último censo, resultó que había en Palestina 690.000 habitantes, de los que 60.000 eran judíos. Ese año la guerra mundial dio al sionismo su gran oportunidad.

Inglaterra regala Palestina
Foreign Office, Noviembre 2, 1917.

Querido Lord Rotschild:

Tengo mucho placer en transmitirle, de parte del gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía con las aspiraciones Judías Sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él.

“El gobierno de Su Majestad contempla con simpatía en establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo Judío, y usará sus mejores esfuerzos para facilitar el cumplimiento de ese objetivo, quedando claramente entendido que nada se hará que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de comunidades no-Judías existentes en Palestina, o los derechos y el status político de que disfrutan los Judíos en cualquier otro país”.

“Le agradeceré ponga esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista”.

Este trozo de papel, en apariencia inofensivo, es el fundamento moderno del Estado de Israel. Se lo conoce como de declaración de Balfour, y lleva la firma del canciller inglés.

Dos años después Balfour aclaró lo que quería decir: “El sionismo, bueno o malo, es mucho más trascendente que los deseos y prejuicios de los 700.000 árabes que ahora habitan esa antigua tierra... En Palestina no pensamos llenar siquiera la formalidad de consultar los deseos de los actuales habitantes del país”.

Dos años antes de la Declaración, Gran Bretaña había prometido al Shariff Hussein, la independencia de los países árabes, a cambio de su ayuda en la guerra contra Turquía, aliada de Alemania. Y en efecto fueron soldados árabes los que liquidaron el dominio otomano en Medio Oriente.

La declaración Balfour se conoció después y, finalizada la guerra, sirvió de base para la resolución de la Liga de las Naciones que convirtió a Palestina en mandato británico. En la redacción de ese documento participó la Organización Mundial Sionista.

A partir de ese momento la inmigración creció inconteniblemente, organizada por la Agencia Judía, que formaba parte de la administración británica.

Cuando los ingleses hicieron su primer censo en 1922 había en Palestina 760.000 habitantes, de los que algo más de 80.000 eran judíos: o sea el 11%. Esa proporción había subido en 1931 al 16 y en 1936 al 28%. Ese año se produciría la primera rebelión palestina contra los ingleses, que duró tres años y costó millares de muertos.

Manual del colonialismo

Todavía en 1917 David Ben Gurion afirmó que “en un sentido histórico y moral” Palestina era un país “sin habitantes”.

Ben Gurion no ignoraba que el 90% de los habitantes eran árabes: decía simplemente que no existían como seres históricos o morales. Por la misma época, según relata Fanon, los profesores franceses de la Universidad de Argel enseñaban seriamente que los argelinos eran más parecidos a los monos que a los hombres.

Este tren de pensamiento, llevado a sus conclusiones prácticas, puede encontrarse en el propio fundador del sionismo, Teodoro Herzl. “La edificación del Estado Judío” escribió “no puede hacerse por métodos arcaicos. Supongamos que queremos exterminar los animales salvajes de una región. Es evidente que no iremos con arco y flecha a seguir la pista de las fieras, como se hacía en el siglo XV. Organizaremos una gran cacería colectiva, bien preparada, y mataremos las fieras lanzando entre ellas bombas de alto poder explosivo.”

Algunos colonizadores admitían que los palestinos eran hombres, aunque más parecidos a los pieles rojas. “¿Quién ha dicho -preguntaba en 1921 la Organización Sionista de Gran Bretaña- que la colonización de un territorio subdesarrollado debe hacerse con el consentimiento de sus habitantes? Si así fuera... un puñado de pieles rojas reinarían en el espacio ilimitado de América.”

Un ghetto más grande

La mentalidad colonial marcó profundamente el establecimiento de la inmigración judía en Palestina. Se formaron comunidades cerradas, exclusivas, donde el árabe era un intruso. La reventa de tierras a los árabes se convirtió en pecado que las organizaciones terroristas judías castigaron sangrientamente.

Aún a nivel de la clase obrera se instala una perversión de la conciencia que convierte al trabajador árabe primero en competidor del inmigrante, después en enemigo, finalmente en víctima. La Histradut, central sindical judía, no admite en su seno, los boicotea, prohíbe a las empresas judías que compren materiales trabajados por los árabes.

David Hacohen, miembro de la Histradut y años después parlamentario israelí, ha recordado las dificultades que tuvo para explicar a otros “socialistas” ingleses que “en nuestro país uno adoctrina a las amas de casa para que no compren nada a los árabes, se piquetean las plantaciones de citrus para que ningún árabe pueda trabajar en ellas, se vuelca petróleo sobre los tomates árabes, se ataca en el mercado a la mujer judía que ha comprado huevos a un árabe, y se los rompe en la canasta...”

La soberbia racial va moldeando esa sociedad en el más absoluto aislamiento, como si todos los ghettos del mundo se juntaran en un ghetto más grande, pero esta vez deliberadamente encerrado en sí mismo.

Simón Luvich, israelí exiliado en Londres, recuerda con asombro aquella época de su infancia: “Para nosotros, los árabes eran una especie de exótica minoría étnica, que a veces bajaba de las montañas con sus kufeyas... Nunca entendimos de qué se trataba, porque no los veíamos.”

Galili, ministro de Información de Israel, seguía sin verlos en 1969: “No consideramos a los árabes del país un grupo étnico ni un pueblo con carácter nacional definido”.

Si es ceguera no ver lo que existe, a esa ceguera debe atribuirse la sangre que ha corrido y seguirá corriendo en Palestina.

En 1947, una resolución de las Naciones Unidas quitó a los palestinos el derecho a tener una Patria

El israelí se jacta ante el mundo de ser el máximo representante en la historia de la Diáspora... Pero quien posee en tal grado el sentimiento del destierro, llega a ser completamente incapaz de comprender que otros puedan tener ese mismo sentimiento. No es cruel que digamos que el comportamiento de los israelíes sionistas con el pueblo original de Palestina es similar a la persecución nazi contra los propios judíos. (Mahmud Darwis, poeta palestino).

El mandato británico sobre Palestina después de la primera guerra mundial permitió cumplir con la promesa, contenida en la declaración de Balfour de 1917, de establecer un “hogar nacional” judío en un territorio poblado por los árabes. Para el sionismo el Mandato era una etapa intermedia, necesaria antes de establecer una población propia en Palestina como base del Estado Judío, objetivo permanente detrás de la fachada del “hogar nacional”.

Gran Bretaña favoreció ese proyecto hasta que la inminencia de la segunda guerra mundial le hizo ver que el riesgo de que los pueblos árabes se alinearan junto a Alemania. Las falsas promesas de 1915 se renovaron en 1939.

En mayo de ese año el gobierno británico publicó un Libro Blanco donde reafirmaba que no tenía el propósito de imponer la nacionalidad judía a los árabes palestinos, prometía limitar a 75.000 el número de inmigrantes en los próximos cinco años y, a partir de 1944, no admitir nueva inmigración sin el consentimiento explícito de los árabes.

El Libro Blanco fue un producto tardío e ineficaz del colonialismo ingles. En los primeros 20 años de Mandato la proporción de habitantes judíos en Palestina pasó del 10 al 30%. Solamente en 1935 habían entrado más de 60.000 colonos: en 1940 la población judía se acercaba al medio millón.

Aceitando el fusil

Los jefes de la Agencia Judía concibieron desde el principio la inmigración como una “colonización armada” y construyeron una organización semiclandestina, el Haganah, de la que en 1935 se separó un brote terrorista de ultraderecha, el Irgun, cuyo lema era un mapa de Palestina y Transjordania atravesado por un brazo armado y un fusil con el lema hebreo Rak Kach (“Sólo así”).

Inicialmente estas organizaciones se limitaron a asegurar mediante el terror la vigencia del boycot antiárabe, pero a partir de 1939 empezaron a prepararse para combatir, también a los ingleses. Curiosamente uno de esos preparativos consistió en el ingreso masivo de judíos en el ejército británico: al final de la segunda guerra su número llegaría a 27.000 hombres, que serían el núcleo del ejército judío para la confrontación final en dos tiempos: contra los ingleses y contra los árabes.

El empujón nazi

El estallido de la guerra llevó a su paroxismo la persecución de los judíos en Alemania y brindó un nuevo argumento para la inmigración en Palestina. Ben Gurion resumió en estos términos el sentido y los límites de la alianza entre el sionismo y Gran Bretaña: “Lucharemos junto a Gran Bretaña en esta guerra como si el Libro Blanco no existiera, y lucharemos contra el Libro Blanco como si no existiera la guerra”.

En la práctica esto significó desconocer las cláusulas restrictivas del Libro Blanco e intensificar la inmigración clandestina, aún desafiando el bloqueo inglés. Buques cargados de inmigrantes europeos fugitivos del nazismo empezaron a llegar a las playas palestinas. Cuando en 1940 los ingleses pretendieron devolver el cargamento de dos de esos barcos, el buque Patria que debía transportarlos confinados a la isla Mauricio, saltó en pedazos en el puerto de Haifa. Allí murieron 250 personas, en su mayoría mujeres y niños. Aunque el sionismo alegó que los propios refugiados volaron el Patria, la opinión mundial se indignó ante la insensibilidad británica.

Recién 18 años después un miembro del Comité de Acción Sionista, Rosenblum, reveló que el Patria había sido volado por la Haganah, sin consultar a las víctimas. “Con nuestras propias manos asesinamos a nuestros hijos”, escribió Rosenblum.

Llegan los americanos

En 1942 el centro de gravedad del sionismo se había desplazado de Gran Bretaña a los Estados Unidos. El 11 de mayo de ese año la Organización Sionista Americana publicó un manifiesto que luego fue conocido como el Programa de Baltimore. Planteaba cuatro exigencias: el fin del Mandato, el reconocimiento de Palestina como Estado soberano judío, la creación de un ejército judío, la formación de un gobierno judío.

En Jerusalén, la Agencia Judía adoptó el Programa de Baltimore como política oficial del sionismo y se desligó del Mandato. Gran Bretaña había cumplido su ciclo. Iba a librar aún acciones de retaguardia, condenadas de antemano, pero dejaría en Medio Oriente -como en la India, como en Irlanda- la semilla de un conflicto inagotable.

Los norteamericanos tomaron el relevo de los ingleses y no lo abandonaron hasta hoy.

Cuando en 1945 se desmoronó el nazismo y se abrieron las puertas de los campos de concentración -las cámaras de gas, los patéticos restos de una infinita carnicería-, un sentimiento de horror sacudió a Europa.

Los europeos tienen una singular capacidad para proyectar los propios demonios a lejanos escenarios. Muchos franceses creen que las atrocidades de Hitler son distintas de sus propios crímenes en Indochina y Argelia: ingleses que no han oído de Kenya se asustan de las persecuciones de Stalin, y algunos italianos están convencidos de que el fascismo nació en la Argentina.

De acuerdo con este esquema, el exterminio de los judíos iba a ser purgado no en el lugar donde ocurrió, sino en Medio Oriente: no por quienes lo ejecutaron o lo permitieron sino por gente que no tenía nada que ver.

El proyecto de un Estado Judío en Palestina se convirtió así en clamor mundial y los dirigentes sionistas lo explotaron serenamente. Los 225.000 sobrevivientes de los campos de concentración fueron canalizados a Palestina aumentando una población que ya al fin de la guerra ascendía al 32%.

Entretanto se preparaba la guerra. No se había disipado el humo sobre las ruinas de Berlín ni se había desenterrado el espanto total de Auschwitz cuando David Ben Gurion, futura cabeza del Estado de Israel, negociaba en Estados Unidos la compra de armamento pesado y la reorganización de la Haganah por militares norteamericanos.

Nace una Nación

Una fulgurante campaña de terror contra los ingleses precipitó el epílogo. En febrero de 1947 Gran Bretaña anunció que, en esas condiciones, no estaba dispuesta a seguir gobernando Palestina, y devolvió a las Naciones Unidas el Mandato que le había entregado la Liga de las Naciones.

La Asamblea de la UN discutió siete meses el tema y finalmente elaboró una solución “salomónica”. Palestina sería dividida en dos Estados: uno judío, otro árabe.

En ese momento había en Palestina 1.200.000 árabes y 600.000 judíos. Los palestinos poseían el 94% de la tierra y los judíos el 6%.

El Plan de Partición de las Naciones Unidas dividió el país en dos. En uno, que se convertiría en el Estado de Israel, y que abarcaba el 60% de las mejores tierras cultivables, había 500.000 judíos y 400.000 palestinos. En el 40% restante, que nunca llegó a convertirse en Estado, y que hoy forma parte de Israel, había 800.000 palestinos y 100.000 judíos.

El mapa resultante es un notable ejercicio de topología en que ambos países aparecen superpuestos, con pasadizos y corredores para comunicar regiones separadas. Lo que no dice el mapa es que la mitad de las tierras de propiedad palestina caían bajo jurisdicción israelí, y que en millares de casos la aldea árabe quedaba separada de las tierras que cultivaban sus habitantes.

El 29 de noviembre de 1947, por una mayoría de dos tercios que encabezaban los Estados Unidos y la Unión Soviética, la Asamblea de la UN aprobó el Plan de Partición y desencadenó la desgracia del pueblo palestino, el genocidio, el éxodo y la guerra.

En la votación los norteamericanos presionaron hasta el límite a los dóciles gobiernos asiáticos y latinoamericanos. Una empresa yanqui compró a la vista de todo el mundo el voto de un país africano. El secretario de Defensa norteamericano James Forrestal, que no era propenso a escandalizarse, pudo escribir: “Los métodos que se han usado en la Asamblea General para presionar y coercionar a otras naciones, bordean el escándalo”.

Así nació Israel. Pero la historia no terminaba. Al día siguiente de la votación, el sionismo lanzó todo el peso del terror para despojar a los árabes del territorio que le había dejado el Plan de Partición.

El Terror Sionista y el Exodo Palestino. La Masacre de Deir Yassin sentó un modelo de escarmiento

“Durante tres días, del 11 al 13 de diciembre, atacamos en Haifa y en Jaffa, en Tireb y Yazur. Atacamos y volvimos a atacar en Jerusalén... Las bajas enemigas en muertos y enemigos fueron muy altas”.

De este modo describe Menajem Begin, el jefe del Irgun, el comienzo de la guerra que durante siete meses sacudió a Palestina en 1947-48.

El objetivo de esos ataques no eran ya los ingleses. El 29 de noviembre las Naciones Unidas habían votado la partición de Palestina y Gran Bretaña anunció el 14 de mayo de 1948 que retiraba sus últimas tropas.

El blanco de la ofensiva en que participaron la Haganah, el Irgun y la Banda Stern era la población Palestina, desarmada y desorganizada.

En septiembre de 1946 la Haganah había caracterizado al Irgun y la Banda Stern como “organizaciones que se ganan la vida mediante el gangsterismo, el contrabando, el tráfico de drogas en gran escala, el robo a mano armada, el mercado negro”.

Esta suma de dicterios expresaba en realidad diferencias políticas y de método. Mientras la Haganah, brazo armado de la Agencia Judía, se definía como “socialista” y buscaba una imagen de respetabilidad, el Irgun evolucionaba hacia las posiciones fascistas que hoy sostiene el partido Herut, encabezado por el mismo Begin y la Banda Stern era un grupo de desesperados de ultraderecha.

A pesar de las acciones espectaculares del Irgun, Haganah fue siempre la organización de mayor peso y de ella surgieron los líderes, hasta hoy, del Estado de Israel.

Como jefe militar aparecía Moshe Sneh. La cabeza real era Ben Gurion -luego primer ministro- y entre sus dirigentes figuraban Moshe Dayan, hasta hace poco ministro de Defensa, y el actual primer ministro Itshak Rabin.

Un comité anglonorteamericano de investigación sobre la violencia en Palestina describió en 1946 los efectivos de la Haganah: una fuerza territorial de reserva de 40.000 colonos, un ejército de campaña de 16.000, y una fuerza de choque, el Palmach, que oscilaba entre 2.000 y 6.000.

El Irgun tenia de 3.000 a 5.000 combatientes; la Banda Stern alrededor de 300.

Separadas por ácidas disputas, estas tres fuerzas confluyeron rápidamente ante el anuncio de la retirada inglesa, aceptaron la hegemonía de la Haganah y pusieron en práctica el llamado Plan D, que consistía en aterrorizar a la población árabe en el período de vacío político comprendido desde el voto de la UN y la retirada inglesa y limpiar de árabes el Estado Judío y ocupar todo el territorio posible del Estado Árabe previsto por el Plan de Partición.

Deir Yassin

Las primeras operaciones combinadas de las organizaciones sionistas se desataron en diciembre de 1947 sobre la carretera que unía los dos principales baluartes judíos: la ciudad costera de Tel Aviv y el barrio judío de Jerusalén. La carretera estaba flanqueada por aldeas árabes, lo que equivalía al bloqueo de Jerusalén.

La primera etapa consistió en operaciones de hostigamiento contra esas aldeas, duró hasta marzo de 1948 y dejó 1700 muertos. La ofensiva en gran escala comenzó el 3 de abril cuando el Palmach tomó por asalto la aldea de Qastall, situada sobre un cerro que dominaba la carretera.

Seis días después el Irgun con el conocimiento de la Haganah, desarrolló una operación que hasta el día de hoy aparece ante cien millones de árabes como el símbolo del horror: el asalto y la masacre de Deir Yassin.

Deir Yassin era una pequeña aldea árabe situada cinco kilómetros al oeste de Jerusalén. No tenía importancia estratégica alguna y sus habitantes permanecían al margen de la conflagración. En la mañana del 9 de abril, 200 efectivos del Irgun y la Banda Stern entraron a sangre y fuego casa por casa, masacrando a 254 hombres, mujeres y niños, saquearon, violaron, mutilaron cadáveres y los arrojaron a una fosa común.

“El baño de sangre de Deir Yassin” -admitió después el escritor judío Arthur Koestler- “fue la peor atrocidad cometida por los terroristas en toda su carrera”.

Discurso del Método

En su libro La Rebelión, el autor de la masacre, Menajem Begin, aclaró sus motivos. Después de Deir Yassin, dice, “un pánico sin límites asaltó a los árabes, que empezaron a huir en salvaguarda de sus vidas. Esta fuga en masa se convirtió en un éxodo enloquecido e incontrolable. De los 800.000 árabes que vivían en el actual Estado de Israel, sólo quedaron 165.000”.

La opinión de Begin es confirmada por Koestler: “La población árabe fue presa del pánico y escapó de sus pueblos y aldeas lanzando el lastimero grito: Deir Yassin. Huyeron de sus casas dejando a medio beber el último café en el pocillo de porcelana”.

Si los detalles de la masacre de Deir Yassin merecen un tratamiento aparte cuando se discuta el rol del terrorismo en las luchas palestinas, sus efectos políticos y militares se hicieron evidentes enseguida.

Tres días después el Palmach tomó Kolonia sin lucha y dinamitó una por una las casas árabes. Cinco aldeas más fueron destruidas por la fuerza de choque del Haganah antes del 17 de abril con un saldo de 350 muertos. El 21 de abril, dice Begin, “todas las fuerzas judías penetraron en Haifa como un cuchillo entra en la manteca. Los árabes escapaban aterrados gritando Deir Yassin”.

Haifa era la segunda ciudad de Palestina. En una semana su población se redujo de 60.000 a 9.000.

El 25 de abril el Irgun atacó Jaffa, la ciudad árabe contigua a Tel Aviv. Al principio hubo resistencia, pero después se repitió el fenómeno: los árabes escapaban por decenas de millares. Aquí no fue necesario el ejemplo de Deir Yassin: los últimos defensores de Jaffa fueron fusilados sobre el terreno, los sobrevivientes expulsados con lo puesto, y las casas dinamitadas una tras otra.

El mismo día la Haganah tomó Acre. Bastó un megáfono y el anuncio de represalias, para que el éxodo se repitiera.

Mientras estos episodios se repetían en centenares de aldeas y decenas de millares de familias palestinas ambulaban por los caminos que conducían al Líbano, Siria, Jordania, las tropas británicas observaron con singular indiferencia, limitándose a impedir que los incipientes ejércitos de los países árabes violaran las fronteras del nuevo Estado de Israel.

El 14 de mayo las últimas columnas del ejército inglés desfilaron al son de las gaitas por las calles de Jerusalén. En el primer minuto del 15, una exclamación de júbilo brotó de las posiciones conquistadas por los israelíes: era el Día de la Independencia.

Nathan Chowsi, un judío que emigró a Palestina en 1906, ha calificado ese júbilo:

“Los viejos colonos de Palestina podríamos relatar de que manera nosotros, los judíos, expulsamos a los árabes de sus ciudades y sus aldeas... Aquí había un pueblo que vivió 1300 años en su propia tierra. Vinimos nosotros y convertimos a los árabes en trágicos refugiados. Y todavía nos atrevemos a calumniarlos y difamarlos, a ensuciar su nombre. En vez de sentirnos profundamente avergonzados por lo que hicimos, y tratar de enmendar todo el mal que hemos cometido, ayudando a esos infelices refugiados, justificamos nuestros actos terribles, y tratamos inclusive de glorificarlos”.

Producto de tres guerras y de innumerables persecuciones, el Pueblo de las Tiendas aguarda su hora

- ¿Usted de dónde es?

- Soy de Jaffa.

- ¿Y dónde vive?

- Yo vivo en una carpa. Y usted, ¿de dónde es?

- Soy de Bulgaria.

- ¿Y dónde vive?

- Vivo en Jaffa.

(Arlette Tessier. “Diálogo en Gaza”)

“Esta es una transmisión de la Haganah, intimidando a los árabes a que abandonen esta distrito antes de las 5:15 de la madrugada. Tengan piedad de sus mujeres y de sus hijos y salgan de este baño de sangre. Váyanse por el camino de Jericó, que todavía está abierto. Si se quedan, vendrá el desastre”.

Aún no había amanecido el 15 de mayo de 1948, Día de la Independencia de Israel, cuando decenas de camiones equipados con altoparlantes transmitían este mensaje a las poblaciones árabes.

El desastre que se invocaba no era una amenaza hueca. El recuerdo de la masacre de Deir Yassin se unía en la mente de los palestinos al de decenas de pueblos y ciudades ocupados a sangre y fuego.

El Plan Dalat o Plan D, puesto en ejecución por el alto mando de la Haganah, al que se plegaron las otras dos organizaciones terroristas -Irgun y Stern- incluyó trece campañas militares en regla entre el 1º de abril (Operación Nachshon) y el 14 de mayo (Operaciones Ben Ami, Pitchfork y Schfilon). Ocho de ellas se desarrollaron fuera de Israel.

El resultado de estas operaciones fue la ocupación de Haifa, Jaffa, Beisan, Acre, barrio residencial árabe de Jerusalén y otras poblaciones menores, así como la “purificación” de Galilea.

Antes que Ben Gurion proclamara el Estado de Israel en un museo de Tel Aviv, bajo un retrato de Teodoro Herzl fundador del sionismo, había ya 400.000 palestinos fugitivos. Pero en la madrugada del 15 las fuerzas israelíes cruzaron arrolladoramente las fronteras del Estado árabe consagrado por el Plan de Partición de la UN que, de ese modo, no llegó a existir.

Es entonces cuando se produce, según la historia oficial israelí, pródiga en mitos, “la invasión de cinco poderosos ejércitos árabes” contra el indefenso Estado de Israel.

El Cowboy y el Pielroja

Después de la guerra del 48, cada bando hizo su balance militar. Solamente la Haganah, que en 1946 tenía 65.000 hombres (fuente británica) y en 1948, 90.000 (fuente israelí), contaba un año antes de la guerra con 10.000 fusiles, 1.900 metralletas, 600 ametralladoras y 768 morteros: en este caso la fuente es Ben Gurion. En los meses anteriores a la Partición, ese armamento se multiplicó merced a la introducción “clandestina” de una fábrica capaz de producir 100 metralletas y 50.000 balas por día. Y en vísperas de la guerra, agentes israelíes contrabandearon por barco y por avión millares de fusiles y ametralladoras checas.

Fuentes árabes estiman el total de sus fuerzas en 21.000 hombres mal equipados, con largas líneas de comunicaciones. En Egipto reinaba el corrompido rey Faruk, cuyo primer ministro Nokrashy no tenía el menor interés en mandar hombres a Palestina, desafiando a los ingleses que aún ocupaban el Canal de Suez. En Irak gobernaba un títere de los ingleses, Nuri as Said. Siria acababa de independizarse de los franceses y su ejército no superaba los 3.000 hombres. El “ejército” libanés tenía apenas 1.000 reclutas.

La única fuerza militar atendible, la Legión Árabe, reunía 4.000 hombres adiestrados y conducidos por oficiales ingleses. El Foreign Office llegó a un acuerdo con el rey Abdullah, por el que se impidió a la Legión violar la frontera israelí. (Abdullah pagó después su traición a manos de un refugiado palestino)

En estas condiciones la invasión de los “poderosos ejércitos árabes” en apoyo de sus hermanos palestinos resultó apenas un gesto desesperado.

A pesar de todo, esas fuerzas consiguieron algunos éxitos iniciales, cuyo eje era el bloqueo de Jerusalén, pero el 11 de junio aceptaron una tregua que les hizo perder todas las ventajas conseguidas. En menos de un mes la Haganah terminó de convertirse en un ejército regular, y cuando el 7 de julio se reanudó la lucha, duró apenas diez días. Ahora sí, los árabes estaban vencidos.

El Masacrador de Lydda

En el contexto de la derrota, cabe el estilo de la victoria. El 11 de julio de 1948, la población árabe de Lydda, que se había rendido a los israelíes, se sublevó al advertir la presencia de unos tanques jordanos.

El tercer regimiento del Palmach liquidó en horas la insurrección, entrando casa por casa y disparando sobre todo lo que se movía. Según fuente israelí, hubo 250 muertos. Según fuente árabe, entre 500 y 1.700, de los cuales 150 fusilados en la Gran Mezquita convertida en prisión. El escritor inglés Erskine Childers dice que una columna israelí entró en el pueblo disparando en todas direcciones: “los cadáveres de hombres, mujeres y niños quedaron desparramados en las calles, tras esta carga implacablemente brillante”.

Y dice quién iba al frente de la columna: Moshe Dayan, un nombre que haría historia.

Tras la firma del armisticio, Israel se quedó con 3.500 kilómetros cuadrados más de tierra palestina, Faruk se apropió la franja de Gaza y la monarquía hachemita anexó la Cisjordania. Palestina había dejado de existir. Casi 900.000 palestinos se amontonaban en los campamentos de refugiados de Jordania, Siria, Líbano, Gaza, alimentándose con las raciones de socorro de la UN. Una generación entera nació y creció bajo las carpas. En 1954 eran más de un millón, en 1956, 1.300.000. Otros 500.000 habían emigrado al Canadá, al Brasil y a otros países.

En 1956 esos desterrados vieron pasar entre columnas de polvo los tanques israelíes que se lanzaban sobre el Sinaí, mientras los ingleses y los franceses ocupaban el Canal. Meses después los vieron regresar.

En 1967 el dios de la guerra volvió a tronar en los escuálidos campamentos del Pueblo de las Tiendas.

La Paz israelí

“Fue con repugnancia que vi por televisión las escenas de Israel en aquellos días; la ostentación del orgullo y la brutalidad del conquistador; los estallidos del chauvinismo; y las salvajes celebraciones del inglorioso triunfo, contrastando con las imágenes del sufrimiento y desolación árabe, las caravanas de refugiados jordanos y los cadáveres de los soldados egipcios muertos de sed en el desierto. Contemplé las figuras medievales de los rabís y los khassidim saltando de alegría en el Muro de los Lamentos; y sentí como los fantasmas del oscurantismo talmúdico -que bien conozco- se amontonaban sobre el país, y cómo la atmósfera reaccionaria de Israel se volvía densa y sofocante”.

Este es el comentario de un escritor judío, Isaac Deutscher, a la fulgurante campaña de los Seis Días que, en junio de 1967, arrojó al ejército egipcio al otro lado del Canal de Suez. Sus glorias han sido suficientemente cantadas. Entre ellas no figura probablemente la expulsión de 250.000 palestinos que aún quedaban en Cisjordania y Gaza.

En el vacío que dejó el largo éxodo palestino, se estableció la Paz Israelí. El profesor de matemáticas italiano le sacó la casa al tendero árabe. El lingüista inglés construyó la suya sobre un espacio demolido. El pintor apátrida del Quartier Latin se rodeó de un ambiente “oriental”. El ingeniero agrónomo argentino se fue al kibutz donde ya no quedaba ni memoria del fellah que durante trece siglos le preparó la tierra: como si no hubiera tierra en la Argentina.

En la resistencia armada el pueblo palestino encontró al fin su identidad negada por la ocupación

“Yo soy de Djebelia, en la franja de Gaza. Allí éramos 16.000 concentrados. Nos quitaron las casas, destruyeron los campos y se repartieron todo. Quieren que todo cambie de aspecto, que nada sea árabe. A la gente más vieja, la que se fue en 1948, no la dejan volver para que no puedan reconocer los lugares. Nos incitan a irnos, nos ofrecen dinero para que nos vayamos a países más ricos. ¡Vayan a Canadá, a Argentina, allá van a estar bien! Tal vez ellos han venido de allá, ¿no?”

“Djebelia tenía fama de brava. A los que éramos de Djebelia no nos daban trabajo, decían que éramos peligrosos. Un día, en 1969, nos bombardearon. Empezaron a las 10 de la mañana y nos cañonearon hasta las 5 de la tarde. Hubo 500 muertos. ¿Por qué? Porque somos palestinos. De noche rodean el campamento con tanques, no nos dejan salir. Y sin embargo, tienen miedo: “Yo aprendí el israelí y los oigo conversar. Cuando pasan en un jeep, van sentados alrededor del jeep, apuntando en distintas direcciones”.

El muchacho se ríe. Estamos en el campamento de Borje Barashne, al sur de Beirut, capital de Líbano, a cuya Universidad ha venido a estudiar. Hay 20.000 refugiados en este campamento que es en realidad un pueblo, una villa cuya copia casi exacta son algunas manzanas de la villa de Retiro: pequeñas casas de bloques con techos de chapa, pasillos de material con la canaleta por donde circula el agua, canillas colectivas. E igual que nuestro villero, el palestino pone una planta, aunque sea una maceta, en el mínimo espacio libre: recuerdo del campo al que uno y otro pertenecen.

Después las diferencias. No hay calles, solamente pasillos, porque en Medio Oriente el espacio es distinto que en Argentina: Líbano cabe dos veces en la provincia de Tucumán. Pero otra diferencia que al principio casi no se nota, va penetrando como la verdad esencial del campamento. Son los hombres vestidos de caqui que sentados en alturas estratégicas vigilan con el fusil AK cruzado sobre las rodillas, es el jefe de la milicia local que sale a recibirnos, es la puerta de madera de una casa donde el refugiado que la habita ha pintado todo a lo alto la bandera roja, verde, blanca y negra de la Resistencia palestina, y adentro de la bandera su nombre en árabe.. Administrativamente, el campamento depende de la UN. Políticamente, la palabra es Fatah.

La luz de la esperanza

En una oficina de Beirut, Abu Hatem, miembro del Comité Central de Fatah (sigla de Movimiento Nacional de Liberación Palestina) enumeró ante el enviado de Noticias las etapas de la Resistencia.

“La primera etapa, antes de 1965, fue de preparación y organización. Llegamos a la conclusión de que la lucha armada era la única salida para el pueblo palestino, y desde ese año empezamos a ponerla en práctica. Fue una época llena de dificultades: teníamos tantos enemigos... No eran sólo los israelíes, sino también el imperialismo y los elementos reaccionarios en los países árabes. Nuestro primer mártir, Ahmed Muza, fue abatido por el ejército jordano al cruzar la frontera con Israel.

“Nuestras operaciones militares fueron una de las razones que alegaron los israelíes para desencadenar la guerra de 1967. Pero allí los países árabes fueron derrotados y se instaló un clima de derrota. Era importante acabar con ese clima, y por eso, apenas terminada la guerra, nosotros reanudamos las hostilidades. Eso fue el 28 de agosto de 1967.

“En cuatro meses, lanzamos 79 operaciones en el interior de Palestina, pusimos fuera de combate a más de 300 sionistas, volamos dos trenes militares, derribamos tres helicópteros, destruimos medio centenar de vehículos, hicimos estallar el depósito de explosivos de Acre y bombardeamos con bazukas los suburbios de Jerusalén y Tel Aviv.

“El precio fue duro: perdimos 46 hombres, de los cuales la mitad eran cuadros de conducción.

“Pero en todo el mundo árabe esa actividad de Fatah fue percibida como una luz de esperanza, que se agrandó el 21 de marzo de 1968, cuando dimos la batalla de Al Karameh”.

El Signo de Karameh

Si Deir Yassin es para los palestinos el recuerdo que sobrecoge y enfurece, Al Karameh simboliza la recuperación de la propia identidad negada tras la derrota, la confiscación, la persecución, el exilio.

Dice un combatiente: “En esa época, nuestro problema era obtener bases permanentes. En la guerra de junio habíamos perdido las bases de Gaza y Cisjordania. Entonces empezamos a filtrarnos en Jordania, por separado, de a uno o de a dos. Así se formó la base de Al Karameh, en el campamento de ese nombre que existía desde 1948. Juntamos 500 combatientes en la zona. De allí lanzamos una escalada operativa.

“El gobierno de Jordania quería echarnos, pero no se atrevía. Los israelíes empezaron a fastidiarse. Al fin planearon una operación de represalia en gran escala, para aplastarnos. Concentraron 15.000 soldados, con tanques. Pero estaban tan orgullosos de la victoria de junio, tan seguros de que nadie podía oponerles resistencia, que no tomaron medidas de seguridad. Nosotros nos enteramos 48 horas antes de la operación.

“Llamamos a todas las organizaciones palestinas para que discutiéramos si debíamos enfrentar el ataque o retirarnos. Algunos dijeron que los principios de la guerrilla prohibían el choque frontal, que si el enemigo ataca en fuerza, nosotros nos retiramos, todas esas cosas.

“Fatah sostuvo que todo eso era cierto, pero que aquí lo fundamental era el marco político: la derrota árabe, el pueblo desesperado. Fatah decidió dar la batalla, a todo o nada. Sólo nos acompañó una pequeña organización, el Ejército de Liberación Palestino.

“Con ellos distribuimos los 500 puestos de combate. No era una emboscada, Al Karameh era terreno llano, con una población, una villa de emergencia. Había que pelear como se pudiera. Durante toda la noche cavamos pozos, nos enterramos, y esperamos el amanecer.

La picadura y el burro

“A las 5 de la mañana empezaron la preparación de artillería, después avanzaron los tanques. Venían como para desfile. Traían periodistas y Dayan les dijo que iban a almorzar en Amán, la capital de Jordania. Cuando les paramos un tanque con un bazukazo, y después otro, se quedaron como sorprendidos. No esperaban eso. Retrocedieron, después volvieron a avanzar. Ahora venían con aviones y helicópteros además de los tanques.

Les resistimos trinchera por trinchera, les resistimos hasta el mediodía.

“Y en esas siete horas interminables, detrás nuestro estaba el ejército jordano, inmóvil. Los oficiales miraban la batalla con sus prismáticos. El rey Hussein había ordenado no intervenir, y los oficiales miraban: oficiales árabes.

“No se sabe quién dio el grito, quién no aguantó más. Y de pronto el ejército jordano avanzaba, desobedeciendo órdenes, se juntaba con nosotros. Eso fue a mediodía.

“A las ocho de la noche la división israelí empezó a retirarse. No podíamos creerlo, era la primera vez que sucedía, la primera vez en la historia. Y cuando avanzamos vimos el daño que les habíamos hecho: los tanques destruidos, los equipos abandonados.

“Al día siguiente Hussein se hizo fotografiar en un tanque capturado. A Dayan le preguntaron para cuando era el almuerzo en Amán, y él contestó que sólo el burro no cambia de opinión. A Levy Eshkol le preguntaron que había sucedido, y él dijo que el que busca miel, debe esperar algunas picaduras.

“Aquella picadura la hicimos nosotros, y nos costó. Nos costó 90 muertos, que son muchos cuando sólo teníamos 500 hombres. Pero Al Karameh cambió todo, fue un viraje decisivo. Les demostró a todos los árabes que ellos podían derrotar al ejército israelí.

“Para nosotros, el resultado fue tremendo. Hasta entonces, Al Fatah era una organización estrictamente secreta, un puñado de hombres. La batalla de Al Karameh demostró a las masas que éramos sinceros, que podíamos convertirnos en el cuchillo y en la víctima como dice uno de nuestros documentos, “entrar en la batalla para crearlo todo de la nada”, que los palestinos podíamos cerrar el puño sobre la brasa ardiente, como dice nuestro hermano Abu Ammar (Arafat)”

Después de la batalla de Al Karameh millares de palestinos acudieron a incorporarse a Al Fatah, que aún no estaba preparado para recibirlos, aunque tuvo que abrir las puertas. Otras organizaciones se enriquecieron con ese flujo. Un año después la Resistencia palestina se paseaba libremente por Siria, tenía una estación de radio en El Cairo, dominaba prácticamente en Líbano Jordania.

Sobre ese transitorio triunfo iba a abatirse la traición del rey Hussein. La esperanza palestina ardería en las calles de Amán, en las montañas de Jordania, antes de renacer poco a poco como una llama que no está destinada a apagarse.

“El sionismo no es sólo el enemigo de los árabes, es el enemigo de toda la humanidad” Fatah

En la oficina de Fatah en Beirut, Abu Hatem, miembro del Comité Central de la Organización, refirió a Noticias las etapas posteriores a la batalla de Karameh, que en 1968 demostró por primera vez que una fuerza árabe podía enfrentar al ejército israelí.

“En Karameh, la Revolución Palestina creó las circunstancias de su propio crecimiento. Todo el mundo árabe se acercó a nosotros. Inversamente nuestros enemigos redoblaron sus esfuerzos para destruirnos. Los israelíes atacaron nuestras bases y nuestros campamentos, y los gobiernos árabes reaccionarios también. Esas tentativas culminaron en Jordania, en setiembre de 1970. El ejército de Hussein atacó nuestras bases y nuestros pueblos, con tanques y aviones.

“No consiguió aplastarnos pero mató a muchos miles de compañeros. La masacre se reanudó en julio de 1971. Tuvimos que salir de Jordania.

“Con la pérdida de nuestras bases jordanas, empieza la cuarta etapa de nuestras luchas. Al principio nuestra actividad disminuyó. Tuvimos que adoptar una nueva política, concentrar la fuerza de Fatah en los propios territorios ocupados. El resultado se vio después de un año, con el aumento de las operaciones.

“También aumentamos la acción política, la duplicamos. El resultado es que actualmente la opinión pública mundial empieza a comprender que no hay acuerdo estable en Medio Oriente sin el pueblo palestino, que no hay paz sin Revolución Palestina.

“Actualmente la totalidad de los países africanos, con excepción por supuesto de los residuos coloniales, reconocen a la OLP como el único representante legítimo del pueblo palestino. En la Conferencia de Países no Alineados de Argel, el año pasado, 72 estados reconocieron a la OLP. O sea que las relaciones de la Revolución Palestina con el resto del mundo crecen día a día, y particularmente con el bloque socialista encabezado por la Unión Soviética.

“Por supuesto que no nos quedamos en eso. En la última guerra, la de Octubre, todo el mundo sabe -y principalmente los israelíes- que no hubo dos frentes, sino tres: el egipcio, el sirio y el palestino”.

OLP y CNP

Fatah es la fuerza hegemónica de la guerrilla palestina. Su líder Abu Ammar (Arafat) preside la OLP y, desde comienzos de junio de 1974, el Consejo Nacional Palestino. Pero no es la única organización de la Resistencia.

En la OLP figuran, además de Fatah, el Frente Popular dirigido por Habache, el Frente Democrático de Hawathme (escisión del FP) y Saika, organización adiestrada por los sirios. Después de Fatah, Saika es probablemente la de mayor capacidad militar, y el FD, que se define como marxista-leninista, la de mayor capacidad política, mientras que la estrella de Habache, inclinado al ultraizquierdismo, parece declinar.

Fuera de la OLP se encuentra todavía el Comando General, escindido del FP y dirigido por Ahmad Jibril, que saltó a la notoriedad a comienzos de este año con la operación de Kyriat Shmonet.

El Consejo Nacional Palestino, CNP, la organización más amplia de la Revolución, incluye no sólo a las organizaciones guerrilleras, sino a los frentes de masas, delegados de territorios ocupados y de la emigración y de grupos financieros y religiosos.

A los dirigentes de Fatah no les gustan las fotografías ni las autobiografías. Trazar su historia no es fácil. Un documento de la Organización, fechado en 1969, admite que sus creadores fueron un grupo de intelectuales que publicaban la revista Nuestra Palestina, antes de optar por la lucha armada. En ese punto su primera preocupación fue financiar la futura Organización, sin pedir ayuda a los gobiernos árabes, y el camino que eligieron fue heterodoxo:

“Ya no es un secreto que buscamos empleo o desarrollamos actividades comerciales en las regiones árabes ricas en petróleo, como el Golfo. Al principio esto creó una atmósfera particular alrededor de Fatah, pero eso no nos desalentó... porque nosotros sabíamos que nos privábamos hasta de lo esencial para ahorrar el máximo de nuestros ingresos y destinarlo al movimiento”.

¿Quiénes eran? Los nombres de guerra de alguno de ellos -Abu Ammar, Abu Iyad, Abu Ihad- son conocidos, pero salvo el primero (Arafat), poco se sabe de los demás. Los tres pertenecen sin embargo al grupo que fue al Golfo a trabajar. Cuando en 1965 decidieron lanzar la guerra, volvieron a suelo palestino. Abu Ammar operó allí, en Cisjordania, viviendo como un pastor a medias ciego, de gruesos anteojos negros. Su designación como “vocero” de Fatah fue una decisión en la que no participó.

“Necesitábamos un hombre que pudiera hablar en nombre de Fatah. La prensa israelí había empezado a concentrarse en el nombre de Abu Ammar, porque era uno de los líderes en territorio ocupado, y un combatiente de primera fila... La dirección se reunió y lo designó vocero. Era el único miembro de dirección que no estaba presente. La decisión se anunció y él tuvo que cumplir con la decisión”.

Habla Fatah

A pesar del origen de sus fundadores, Fatah puso siempre el acento en la lucha de masas, además de la acción armada: “Si abordáramos solamente la lucha armada, estaríamos condenados al fracaso, porque en términos militares partimos de una situación de inferioridad. Pero si abordáramos solamente la lucha política, también estaríamos perdidos, porque tarde o temprano nos chocaríamos con la realidad de que el enemigo nos domina por la fuerza. La lucha armada es indisoluble de la lucha política, y el descuido de una o de otra equivale a convertir la guerra revolucionaria en una aventura.

“En consecuencia, nosotros no diferenciamos entre acción política y acción militar, ni mandamos a combatir a nadie que no haya pasado por la organización política”.

¿Cuál es el objetivo último de Fatah? Sus dirigentes lo vienen repitiendo desde hace años: la creación de un estado y no religioso en Palestina. ¿Cuál sería la situación de los judíos en ese Estado?

“Fatah no toma las armas contra los judíos. Aceptamos a los judíos como ciudadanos palestinos en absoluto pie de igualdad con los árabes. Fatah toma las armas contra el sionismo y se propone liquidarlo, porque el sionismo es el enemigo fascista y racista, el enemigo de toda la humanidad y no solamente de los árabes”.

Preguntó un periodista:

- ¿Qué harían ustedes frente a un judío perseguido en cualquier lugar del mundo?

Contestó Fatah:

- Le daríamos un fusil y pelearíamos a su lado.

El bombardeo de aldeas libanesas desnuda la esencia de un terrorismo que se llama “represalia”

Otra vez los rockets de los Phantom se han abatido sobre las aldeas del Líbano, un país pequeño que no tiene ejército ni aviación y cuyo pecado es dar refugio a 300.000 palestinos, una décima parte de los expulsados de su patria por los israelíes.

Nuevamente los campamentos de refugiados son descriptos como “bases” guerrilleras. Visité uno de esos campamentos, el de Nabatiyeh, al día siguiente de su casi total destrucción por los aviones israelíes, el 16 de mayo de este año. Vi las pequeñas casas arrasadas como por una enorme topadora, los utensilios de cocina desparramados, ropa de mujer colgando de los árboles calcinados.

Eso no era una base.

Esto no significa que en Líbano, en Siria, en cualquier país árabe, no existan bases de fedaín. Existen pero ni están a la vista, ni albergan una población civil de millares de almas, ni están indefensas, ni son bombardeadas.

Desde hace 25 años Israel vive anticipando ataques, en perpetuo estado de “represalia”. Una propaganda que empieza a volverse torpe describe cada acción de sus fuerzas como respuesta a un acto de terrorismo.

En cada oportunidad se resucita la historia de ese terrorismo, se invoca Maalot, Kyriat Shmoné, Lod, Munich. Entre esos actos y los campos nazis de concentración se establece una continuidad, se retrocede a los programas zaristas, a la intemporal persecución del judío. En este proceso se ha perdido de vista toda la verdad: el palestino despojado de su patria se ha convertido en agresor, la víctima en verdugo.

Se discute sobre los métodos. ¿Por qué los palestinos atacan escuelas? He visto la escuela de Nabatiyeh, nivelada con la roca. ¿Por qué los palestinos tiran granadas en un mercado? En Ain el Hue, la semana pasada, no quedó siquiera el mercado, bajo las bombas israelíes de 250 kilos.

La discusión sobre los métodos es una de las formas de eludir la discusión sobre el fondo, reemplazar el porqué por el cómo.

Pero aún esa discusión secundaria no debe ser rehuida.

¿De quién es el terror?

Hablemos de Maalot, por ejemplo. Las cosas en Maalot no empezaron el 15 de mayo de 1974, con la matanza de 22 estudiantes israelíes. Empezaron el 15 de mayo de 1948, con el Estado de Israel. Porque Maalot no se llamaba Maalot, sino Tarchiha, y no era un pueblo judío sino una aldea árabe.

¿Dónde está Tarchiha? Arrasada, borrada del mapa. Volvamos a Deir Yassin, otra aldea árabe hoy enterrada bajo Kfar Shaul, un suburbio de Jerusalén. 9 de abril de 1948. Fuerzas de la Haganah y del Irgun atacan la aldea, matan a 254 habitantes, descuartizan los cadáveres y los tiran a un pozo. Escuchemos el testimonio del coronel Meir Bail del ejército israelí, que tardó 24 años en hablar: “Los soldados peinaron las casa, tirando explosivos en su interior y usando todas las armas que tenían. Disparaban indiscriminadamente sobre todo lo que había adentro, incluso mujeres y niños. Sus oficiales no movieron un dedo para impedir las atrocidades que se estaban cometiendo. Junto con otros residentes de Jerusalén, imploré que se ordenara a los soldados detener el fuego. Fue inútil. 25 hombres fueron subidos a un camión, paseados por Jerusalén en “desfile de la victoria”, llevados a una cantera y fusilados a sangre fría.”

Retrocedemos al 30 de enero de 1948. La aldea se llamaba Sheikh. El método fue el mismo. Los muertos, 60.

Sa’sa. 14 de febrero de 1948. 20 casas dinamitadas con sus habitantes adentro. 60 muertos. Recordemos a Lydda. 11 de julio de 1948. La Haganah reprime un alzamiento popular: 250 muertos según fuente israelí, entre 500 y 1700 según fuentes árabes.

14 de octubre de 1953. Bombardeo de aldeas jordanas, 75 muertos. En Qibya se encierra a los vecinos en sus casas con fuego de ametralladoras, luego se las dinamita.

Franja de Gaza. 8 de febrero de 1955. 38 muertos.

31 de agosto de 1955. Ataque a Khan Yunis en la Franja de Gaza, 46 muertos.

11 de diciembre de 1955. Ataque a aldeas sirias. 50 muertos.

Otra vez Khan Yunis, abril de 1956. 275 muertos.

10 de octubre de 1956. Ataque a aldeas jordanas. 48 muertos.

Octubre de 1956. Kafr Qasim. 51 aldeanos son asesinados por estar fuera de su casa en un toque de queda del que no fueron avisados.

13 de noviembre de 1966. Ataque a las aldeas de Gaza y Jordania. 200 muertos.

Noviembre de 1967. Karameh, Jordania. Ataque con morteros a niños que salían de una escuela.

La lista es interminable. Entre 1949 y 1964 los países árabes denunciaron 63000 actos de agresión, entre 1950 y 1966 las Naciones Unidas y la Comisión de Armisticio condenaron 78 veces al Estado de Israel. Después ya nadie llevó la cuenta, la “represalia” se convirtió en costumbre.

Vuelta al origen

Si en el balance del terror en Medio Oriente, Israel lleva una ventaja sobre todos sus adversarios, si el Estado mismo de Israel fue la obra de organizaciones terroristas, si esas organizaciones inventaron o reactualizaron la mayoría de los modernos métodos del terror -recordar el asesinato de conde Bernadotte, la voladura del hotel Rey David, la ejecución de rehenes ingleses, las cartas explosivas- en eso no se agota la discusión sobre los métodos. Para restituir el cuadro disociado, es preciso volver a relacionar los métodos con los objetivos.

El terror es un método de lucha que han usado todas las revoluciones y también todas las reacciones. Hechas las reverencias de práctica a la actitud que prefiere condenarlo “en sí mismo” (como si algo existiera en sí mismo), su humanidad o su inhumanidad depende de sus fines. Nuestra Revolución de Mayo fue terrorista. El general Aramburu también. Con estas precisiones es posible reenfocar el terror en Medio Oriente, superar las barreras de una propaganda que -casualmente- es la del imperialismo occidental, y decidir quién tiene la parte de razón que las circunstancias le permiten tener.

El objetivo del terrorismo palestino es recuperar la patria de que fueron despojados los palestinos. En la más discutible de sus operaciones, queda ese resto de legitimidad.

El terrorismo israelí se propuso dominar un pueblo, condenarlo a la miseria y al exilio. En la más razonable de sus “represalias”, aparece ese pecado original.

La Embajada de Israel replica

El diario Noticias recibió el 27 de junio último una extensa carta del señor Mario H. Sejatovich a cargo de la oficina de prensa de la embajada de Israel, que se reproduce a continuación. El propósito de la dirección del diario fue publicarla íntegra y a la mayor brevedad posible. Lamentablemente cuando iba a cumplirse ese propósito, se produjo la muerte del Teniente General Perón y Noticias -como integrante del pueblo peronista- sumó su duelo al de sus lectores consagrando varias de sus ediciones a informar sobre la vida, la obra y la muerte del gran patriota desaparecido.

Ahora cumplimos ese pedido, formulando tres aclaraciones: 1º) la dirección del diario efectivamente respalda las opiniones vertidas por Rodolfo J. Walsh en su serie de notas sobre La Revolución Palestina aparecidas en Noticias en la semana del 12 al 19 de junio último. Cabe recordar al respecto que Walsh viajó a los países árabes como enviado especial de este matutino; 2º) Walsh utilizará próximamente esta misma columna para contestar a la embajada de Israel; 3º) La descripción objetiva de la injusticia histórica que ha venido soportando el pueblo palestino sólo con malicia puede interpretarse como una actitud antisemita o persecutoria de la comunidad judía de nuestro país.

Este es el texto de la embajada de Israel:

“Señor Director: Cumplo en dirigirme a usted con relación a la serie de artículos titulada “La Revolución Palestina” publicada en Noticias cuya representación invoca su autor en reiteradas oportunidades. Como de ello surge que el diario aparece respaldando las afirmaciones del señor Walsh entre las cuales se encuentran flagrantes inexactitudes y deformaciones de los hechos históricos, esta Embajada apela al derecho de respuesta, confiando que dará cabida al texto completo de esta carta en las columnas de su diario.

Ella no intentará ser una refutación exhaustiva del extenso trabajo del señor Walsh, pero entendemos que urge restablecer la verdad acerca de algunos de los más gruesos equívocos en que incurrió el nombrado, a saber: “1.- El problema de los refugiados palestinos fue creado por los propio líderes árabes, al destacar la Resolución de las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947, que determinaba la creación de dos Estados, uno judío y otro árabe, violando así sus deberes como miembros de la Organización Internacional, y al compeler a los pobladores árabes a abandonar sus lugares de residencia para abrir paso a los ejércitos invasores, cuya intención proclamada era destruir el naciente Estado de Israel.

“El señor Walsh intenta demostrar que la inmigración judía significó el desplazamiento de los árabes. La verdad es diferente: al fin de la Primera Guerra Mundial la Tierra de Israel era un país casi despoblado. La población árabe era de 557.000 y la población judía de 100.000. Menos del 30 por ciento de los árabes vivían en el área que es hoy Israel. Hasta los comienzos de la década del 30 era una tierra de emigración árabe, tendencia que revirtió en los años siguientes cuando el desarrollo económico y social promovido por la comunidad judía atrajo la afluencia de árabes de los países vecinos. Al proclamarse la independencia de Israel, el número de árabes que habitaban su territorio era de 600 a 700.000. De éstos, permanecieron donde estaban 160.000. EN consecuencia el número real de refugiados árabes salidos de Israel en 1948 puede estimarse en 450.000 y aún dando margen a errores estadísticos, nunca más de 550.000, cifra que equivale aproximadamente al mismo número de refugiados judíos provenientes de los países árabes (97 por ciento de la población judía total de estos últimos) que se vieron obligados a emigrar a Israel. De hecho se produjo una transferencia de poblaciones. Mientras Israel integró a estos hermanos venidos de los países árabes, los refugiados palestinos fueron concentrados por los países árabes en miserables campamentos, impidiendo hasta hoy día su integración pese a su identidad étnica, cultural, idiomática y religiosa para usufructuar esa situación como un arma política contra Israel.

“¿Quiénes provocaron el éxodo palestino? La respuesta está en las propias palabras de los líderes árabes. Lo admitió explícitamente el señor Emile Ghoury, secretario general del Alto Comité Árabe de Palestina, el 6 de septiembre de 1948:

“El hecho de que existan estos refugiados es consecuencia directa de la acción de los Estados Árabes al oponerse a la participación y al Estado Judío. Los Estados Árabes acordaron unánimemente esta política y deben participar en la solución del problema”. Ya antes del 23 de abril de 1948, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el entonces presidente del Alto Comité Árabe, señor Jamal Husseini, confesaba:

“Nunca hemos ocultado el hecho de que nosotros hemos iniciado la lucha”.

El diario jordano Al-Difaa aportó el 6 de septiembre de 1954 este testimonio de un refugiado: “Los gobiernos árabes nos dijeron: Salid para que nosotros podamos entrar. De modo que nosotros salimos pero ellos no entraron”.

“2.- Fueron los Estados Árabes de la región los que impidieron con su agresión y la secuela consiguiente, la constitución del Estado Árabe Palestino previsto por la Resolución de Partición de la ONU. El señor Trygve Lie, entonces secretario general de las Naciones Unidas, dijo:

“Los Árabes habían afirmado reiteradas veces que resistirían la partición con la fuerza”. Y así ocurrió: el 14 de mayo de 1948 los ejércitos regulares de Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Irak, y contingentes de Arabia Saudita y Yemen, invadieron el Estado de Israel. El 15 de mayo de 1948 en El Cairo, el secretario general de la Liga Árabe, Azzam Pachá, llamó a los árabes a una Guerra Santa contra Israel, y declaró: “Será una guerra de exterminio, una matanza de la que se hablará como se habla de la matanza de los mongoles y de los cruzados”. El señor Andrei Gromyko, entonces representante de la Unión Soviética y actualmente su Ministro de Relaciones Exteriores, declaró en el Consejo de Seguridad de la ONU, el 21 de mayo de 1948:

“La Delegación de la URSS no puede menos que expresar su asombro ante la actitud adoptada por los Estados Árabes en la cuestión palestina y particularmente ante el hecho de que esos Estados hayan enviado sus tropas a Palestina a realizar operaciones militares encaminadas a la supresión del movimiento de liberación nacional en Palestina” (Actas Oficiales del Consejo de Seguridad, Tercer Año, Nº 71, 299 sesión p. 4, mayo 1948).

“La agresión militar árabe fue derrotada, pero el Reino de Transjordania anexó la mayor parte del territorio destinado a convertirse en un Estado palestino, mientras Egipto hacía otro tanto con la franja de Gaza. Fueron los propios árabes, pues, los que impidieron la creación de un Estado palestino.

“3.- El señor Walsh afirma que el pueblo judío no tiene derecho a la Tierra de Israel. A esta altura de la historia ese es un tema fuera de discusión: La Tierra de Israel fue un estado independiente sólo tres veces en su historia y cada una de ellas fue un Estado Judío. Sólo cuando se la identificó con el pueblo judío entró en los anales de la humanidad como una unidad geopolítica e histórica. La ocuparon conquistadores extranjeros, pero sólo el pueblo judío alcanzó su independencia en esta tierra y la consideró el alma y el centro de su existencia nacional.

“4.- El señor Walsh afirma que Gran Bretaña ‘regaló Palestina’ al pueblo judío, provocando con mentalidad colonial, la creación del Estado de Israel. La verdad es opuesta: el renacimiento de Israel, aspiración de siglos, se concretó como movimiento de liberación nacional del pueblo judío a través del sionismo, en la segunda mitad del siglo XIX y se afianzó con el trabajo de tres generaciones de pioneros judíos.

“La Declaración de Balfour no fue otra cosa que el reconocimiento de esa realidad histórica, consagrada por la comunidad internacional cuando la Liga de las Naciones resolvió crear el Mandato sobre Palestina, para instaurar el Hogar Nacional Judío.

“Era la primera vez que el sueño milenario del retorno a Sión recibía el auspicio universal. Incluso de los más representativos caudillos árabes de ese entonces, como el Rey Hussein, de Hejaz, quien escribió:

“Vimos a los judíos afluir a Palestina... El móvil no puede escapar a los que tienen una intuición profunda; saben que este país ha sido para sus hijos originales, pese a todas sus diferencias, una patria sagrada y amada”. (Al Kibla, La Meca Nº 183, 23 de marzo de 1918; George Antonius, Despertar Árabe pág. 269).

“Este reconocimiento a la formación del Estado Judío se integra en el contexto de la creación de los Estados Nacionales árabes en el Medio Oriente, al desintegrarse el Imperio Otomano, tal como en Europa el desmembramiento del Imperio Austro-Húngaro dio lugar a la conquista de su soberanía por los movimientos nacionales de los países sojuzgados.

“5.- El señor Walsh sostiene en sus artículos los objetivos proclamados por la organización Al Fatah: instaurar en reemplazo del Estado de Israel, un Estado árabe con mayoría árabe, lo que implica liquidar totalmente la soberanía y la independencia de Israel. El instrumento adoptado para este objetivo es el terrorismo que elige deliberadamente como blanco a civiles inocentes, en Israel y en el mundo, y que no trepida en asesinar a mujeres y niños. El señor Walsh confiesa haber visitado esas bases terroristas, que buscan abrigo en campamentos de refugiados instalados en territorio del Líbano, cuyo gobierno tolera esa situación.

“Una de las expresiones más significativas de esta situación es que el gobierno libanés ha suspendido el derecho de su ejército y su policía a entrar en las bases de los terroristas y los campos de refugiados que están bajo su control, hasta el punto de no tener siquiera competencia en delitos comunes, o asaltos por parte de los ‘fedayines’, a soldados libaneses, o ante enfrentamientos entre grupos terroristas antagónicos.

“El señor Walsh da un testimonio dramático de lo que significa la educación para el odio, sin repudiarla. Exalta el hecho de que los niños sean adiestrados para matar. Y abunda en ejemplos parecidos para atribuir un contenido ‘revolucionario’ al desborde criminal del terrorismo árabe. De este modo, el señor Walsh aparece justificando las matanzas de Lod, Munich, Fiumicino, Atenas, Zurich, Jartum, Kiriat Shmone, Maalot, Shamir, y Nahariya, entre otras.

“La verdadera revolución en Medio Oriente es la paz”.

Saludo al señor Director atentamente.

Mario H. Sejatovich
Oficina de Prensa
Embajada de Israel

Respuesta

Flagrantes inexactitudes, deformaciones de los hechos históricos, gruesos equívocos, son algunas de las virtudes que la Oficina de Prensa de la Embajada de Israel en Buenos Aires atribuye a mi reciente serie sobre Palestina, según la carta publicada en Noticias el domingo 14.

En ella el señor Sejatovich, funcionario de esa oficina, se propone “reestablecer la verdad” y lo intenta sosteniendo, en síntesis, que Palestina era “un país casi despoblado” al fin de la Primera Guerra Mundial; que el problema de los refugiados palestinos fue “creado por los propios líderes árabes”, en 1948, “al compeler a los pobladores árabes a abandonar sus lugares de residencia”; y que el 14 de mayo de 1948 los Estados Árabes “invadieron el Estado de Israel”.

En mi serie de notas yo he sostenido que Palestina era desde el siglo VII una tierra poblada por árabes; que el éxodo de 1948 fue provocado por las organizaciones terroristas Haganah, Irgun y Stern; y que fueron estas organizaciones las que desencadenaron la guerra.

Frente a opiniones tan dispares, un lector distante tiene derecho a conocer las fuentes en que se basan para deducir dónde está la verdad.

El mito de la “Tierra sin Pueblo”

Expliqué en mis notas que ya a fines del siglo pasado la propaganda sionista convirtió al palestino en “el hombre invisible” de Medio Oriente, a tal extremo que Teodoro Herzl hizo un viaje a Palestina y escribió un informe donde no figuraba la palabra “árabe”. El mito de la “tierra sin pueblo” era útil para fomentar la inmigración del “pueblo sin tierra”. Ese mito renace en la carta de la Embajada de Israel, como si no hubiera sido refutado.

Según el escritor israelí Amos Elon, en un libro de 1971, cuando Herzl viajó a Palestina en 1898, “debía haber allí más de 500.000 árabes palestinos”. Esto se complementa con una observación formulada en 1891 por el judío Achad Haam, que conocía bien Palestina:

“En el extranjero solemos pensar que Palestina hoy es casi desierta, un páramo incultivado... Pero no es así, en absoluto. Es difícil encontrar tierras sin cultivar... En el extranjero solemos pensar que los árabes son todos salvajes, comparables a los animales, pero esto es un gran error”.

Cabe preguntarse si no es esa forma racista de pensar, lo que volvía “invisible” al palestino y lo que, todavía hoy, hace que la Embajada de Israel invente cifras de población distintas a las que figuran en los únicos censos conocidos. Así el señor Sejatovich afirma, sin citar fuente, que al fin de la Primera Guerra “la población árabe era de 557.000 y la población judía, de 100.000”.

La verdad es que en 1914 los turcos hicieron un censo que dio una población total de 689.272, y el sionista Arthur Ruppin estimó que 60.000 eran judíos.

El 31 de diciembre de 1922 el “Gobierno de Palestina” (o sea el Mandato británico) hizo un censo que dio estos resultados:

Árabes: 663.914

Judíos: 83.794

Otros: 9.474

Total: 757.182

Es decir que cuatro años después de lo que dice la Embajada, la población judía aun no llegaba a los 100.000. Tampoco acierta la Embajada cuando dice que Palestina “hasta comienzos de la década del 30 era una tierra de emigración árabe”. Si comparamos el censo de 1922 con el de 1931, vemos que la población árabe creció el 28% y la población judía, el 108% lo que sólo se explica por la política de inmigración que implantó el Mandato británico.

De las cifras que acabo de citar se deduce que los términos “Palestina, país despoblado”, son una falacia en cualquier época que se considere. En 1922, la densidad de población ascendía a 22 habitantes por kilómetro cuadrado, cifra superior en ese momento a la de Estados Unidos o la URSS, y que la Argentina no alcanzará en un siglo: lo que espero no suministre argumentos a ningún colonizador.

El mito de la “Agresión Arabe”

Para explicar el éxodo palestino de 1948, la Embajada de Israel apela a un argumento que el sionismo ha dejado prácticamente de utilizar desde 1961, cuando fue pulverizado por el investigador inglés Erskine Childers.

El argumento pretendía que “dirigentes árabes” habían hablado por radio a los palestinos ordenándoles evacuar sus casas. Childers viajó a Israel en 1953 y pidió pruebas de ese alegato, sin obtenerlas. Acudió entonces al Museo Británico, donde se conserva la versión grabada por la BBC de todas las emisiones de radiales de Medio Oriente desde 1948, y no sólo no encontró un solo llamamiento árabe a la evacuación, sino numerosas exhortaciones, e incluso órdenes, de permanecer en sus casas.

Las razones que incitaron a los palestinos a huir al grito de “Deir Yassin!” son la destrucción de aldeas y las masacres que precedieron al 15 de mayo de 1948. Ello esta demostrado, en primer lugar, por uno de los responsables de esas masacres, el dirigente de la Irgun Menajem Begin, en su libro La Rebelión. Pero hay además centenares de testimonios.

El mediador de la UN, conde Bernadotte (asesinado por terroristas sionistas) dijo en su informe:

“El éxodo de los árabes palestinos resultó del pánico causado por la lucha, de rumores sobre actos de terrorismo reales o supuestos y de la expulsión... Prácticamente toda la población árabe huyó o fue expulsada del área ocupada por los judíos”.

El periodista (y luego diputado) israelí Uri Avneri dice:

“En algunos casos, los dirigentes judíos trataron de persuadir a los árabes de que se quedaran, por ejemplo en Haifa. Pero por regla general los incitaron a abandonar sus ciudades y aldeas”.

El propio Yigal Allon ha referido que para limpiar Galilea de palestinos, llamó a los alcaldes árabes y les advirtió “que se van a quemar todas las aldeas de Huleh... que huyan mientras hay tiempo”.

El mayor O’Ballance, historiador militar inglés, señala que “expeditivamente los árabes fueron expulsados y obligados a huir, como en Ramleh, Lydda y otros lugares. Dondequiera avanzaban en territorio árabe las tropas israelíes, la población árabe era arrancada como por una topadora”.

El terror causado por las masacres tipo Deir Yassin, y no las inexistentes exhortaciones de “dirigentes árabes” a quienes nunca se nombra, fue pues la causa del éxodo.

La mayoría de esas masacres ocurrieron antes del 14 de mayo, fecha de la “invasión” de Estados Árabes, y ocurrieron en zonas netamente árabes, que aun dentro del Plan de Partición de la UN, figuraban dentro del Estado Árabe.

Entre el 21 de diciembre de 1947 y el 14 de mayo de 1948, las organizaciones terroristas israelíes montaron las siguientes operaciones de gran envergadura, fuera de los límites de Israel, que en todos los casos significaron ocupación de territorio, toma o destrucción de ciudades y pueblos, y expulsión de árabes: Qazaza (21.12.47); Sása (16.2.48); Haifa (21.2.48); Salameh (1.3.48); Biyar Adas (6.3.48); Qastal (4.4.48); Deir Yassin (10.4.48); Lajun (15.4.48); Saris (17.4.48); Tiberias (20.4.48); Haifa (22.4.48); Jaffa (26.4.48); Acre (27.4.48); Safad (7.5.48); Beisan (9.5.48). La fuente es el New York Times.

Estas incursiones, y los extensos relatos que las documentan, prueban que Israel no esperó siquiera el día de su Independencia, fijado por la UN, para lanzarse a la conquista de territorio árabe; y que fueron sus organizaciones armadas las que desencadenaron la guerra.

En este contexto, importan relativamente poco las citas de funcionarios árabes que en su mayoría pertenecían a gobiernos corrompidos y reaccionarios, de fuertes vínculos con el colonialismo. Lo que hayan dicho o dejado de decir el rey Faruk, o el rey Abdullah, o el títere británico en Irak, Nuri as Said, tiene tan poca importancia como lo que hayan declarado los Comisionados designados por el gobierno británico, a quienes cita la Embajada (Abdul Khader, el único dirigente amado y seguido por los palestinos, murió en combate). Pretender que sobre esos testimonios se pueda erigir el derecho a la dominación de un pueblo; suponer que el relato de “un refugiado” (entre un millón), aparecido en un diario jordano, justifique las infames Leyes de Expropiación dictadas por el Estado de Israel sobre las tierras árabes; hablar de una imaginaria “transferencia de poblaciones”; todo eso es defender lo indefendible.

Comprendo que el señor Sejatovich, lo haya hecho, por encargo de su Embajada, con tan poca convicción.

Para reflexionar

Con respecto a los datos verificables, sólo me resta agregar que las cifras de refugiados que di en mi serie de notas proceden de la UN. La Embajada de Israel se permite, sin embargo, teorizar sobre mi actitud frente al terrorismo y la violencia, que expliqué claramente en mi serie sobre la Revolución Palestina.

Dije allí que apruebo la violencia de los pueblos oprimidos que luchan contra sus opresores. Eso significa que el terrorismo que se inscribe en esa lucha es -más allá del juicio particular sobre cada acción- tan legítimo en el caso de los palestinos como en el caso de la Resistencia francesa. Y que la insurrección de los palestinos frente a los ocupantes de su patria es tan legítima como, por ejemplo, el alzamiento del ghetto de Varsovia contra los nazis.

El testimonio de un escritor religioso judío ayudará a comprender el paralelo:

“En lo que a mi concierne” ha dicho Moshe Menuhin “mi religión es el judaísmo profético y no el judaísmo-napalm. Los nacionalistas ‘judíos’, el nuevo tipo de guerreros ‘judíos’ no son judíos, sino nazis ‘judíos’ que han perdido todo el sentido de la moralidad y la humanidad judías... A pesar de todos los artificios de encubrimiento y la construcción de imágenes ficticias; a pesar de los torrentes de trucos sofisticados, publicidad astuta, retórica polémica, ocultamiento de los hechos, redacción tendenciosa de la historia, el hecho trágico es que los nacionalistas ‘judíos’ se apoderaron por la fuerza de las armas, del terror y de las atrocidades, de los hogares, la tierra y la patria de los campesinos, trabajadores y comerciantes árabes, en la vieja Palestina; construyeron una ‘Patria Judía’ y la expandieron durante los meses anteriores al 14 de mayo de 1948 por medio de masacres, despojos, terrorismo, entre el 10 de abril y el 14 de mayo, expulsando a los árabes de ciudades tan típicamente árabes como Deir Yassin, Jaffa, Acre, Ramleh, Lydda, etc.. Los nacionalistas ‘judíos’ son nazis ‘judíos’ y yo siento vergüenza que me identifiquen con ellos y con sus causas herejes”.

Rodolfo Walsh
Periodista,
Buenos Aires, 1974.
Fuente: Diario Noticias.

Hezbollah es parte integrante de nuestro Ejército nacional

El presidente está convencido de que Hizbulá «forma parte del Ejército libanés» y afirma que para impulsar el alto el fuego no hay que proceder al desarme del Partido de Dios, sino que «deben retirarse inmediatamente las tropas israelíes» y hay que enviar 15.000 soldados regulares al sur del río Litani, «al lado de Hizbulá».

Oyendo hablar a Émile Lahud uno comprende que en el Líbano los tiempos de paz aún quedan lejos, puesto que el país se halla profundamente dividido. El primer ministro, Fouad Siniora, daría cualquier cosa por neutralizar la fuerza militar de Hizbulá, mientras que el presidente elogia al «ejército de liberación nacional». Lahud, un maronita al que muchos cristianos consideran un «traidor al servicio de Siria», es presidente desde 1998 y posee un mandato renovado hasta noviembre de 2008 por voluntad de Damasco. No cree posible que Israel y Siria firmen un tratado de paz bilateral. Ayer, en el palacio presidencial de Baabda, dijo: «Los libaneses permaneceremos en estado de guerra con Israel hasta que no se resuelva la cuestión palestina».

Pregunta.- Presidente, ¿cómo se puede impulsar el alto el fuego?

Respuesta.- Cualquier resolución de la ONU debe implicar el retiro inmediato de las tropas israelíes. De no ser así, se le estaría otorgando al enemigo el derecho a ocupar el Líbano. En mayo de 2000 ya se produjo una retirada israelí, pero la resistencia [Hizbulá] ha seguido luchando en buena parte de nuestro país, ya que, desde entonces, la zona de Shebaa y las montañas vecinas han sido víctimas de la ocupación. Hoy en día sería aún peor, estallaría de inmediato una guerra de liberación. La ONU, en su documento, debe especificar que Israel abandone Shebaa y las montañas de Hermon, que son nuestras.

P.- Como usted sabe, esas zonas pertenecieron a Siria hasta la guerra de 1967, y así lo declaró la ONU en el año 2000.

R.- Tras la retirada israelí de 2000, mantuvimos conversaciones con los enviados de la ONU durante un mes y medio. Queríamos evitar derramamientos de sangre contra los libaneses que habían colaborado con Israel durante la ocupación. Al final, acordamos que ya trazaríamos más adelante la línea fronteriza exacta. Por eso, Shebaa y las montañas quedaron en una posición ambigua que ahora debe definirse. El departamento jurídico de la ONU declaró que, según el derecho internacional, la cuestión de la frontera deben decidirla Siria y Líbano. Pues bien, Damasco, basándose en documentación de los años veinte, ha declarado que Shebaa es libanesa.

P.- ¿Toda esa historia no es un pretexto para mantener en activo la milicia Hizbulá?

R.- Los hechos demuestran que Israel ya había planificado esta nueva invasión del Líbano. Si lo único que deseaban era la liberación de los dos soldados raptados el 12 de julio, podían haber propuesto un intercambio de prisioneros, como hizo Sharon en 2004.

P.- Israel dice que no tiene intención de volver a ocupar el Líbano.

R.- Y yo le digo que volverá a hacerlo, sólo que ahora se siente derrotado. La capacidad de la resistencia libanesa lo ha pillado por sorpresa, y se venga en los civiles. Hizbulá lucha como los vietcong y yo estoy de su parte. Nosotros no podemos ganar una guerra contra Israel de un modo convencional. Su Ejército es muy superior, pero nuestras técnicas de guerrilla son muy eficaces. Tanto que, tras un mes de conflicto, los soldados israelíes siguen utilizando helicópteros, porque el territorio está en manos de nuestros valientes guerrilleros.

P.- ¿Entonces, según usted, Hizbulá forma parte del Ejército libanés?

R.- Desde luego que sí. Y, para ser eficiente, debe seguir siendo un movimiento de guerrilla paralelo a nuestras Fuerzas Armadas.

P.- ¿Estaría dispuesto a retirarlo del norte del Litani a cambio del alto el fuego?

R.- No es necesario. Nuestro Ejército puede garantizar el alto el fuego. Además, Israel está masacrando a la población civil con sus bombas de fósforo y uranio.

P.- Los médicos de Tiro y Sidón lo niegan.

R.- Tenemos pruebas de ello y las hemos mandado a la ONU. También poseo pruebas de que los agentes israelíes mataron a Rafik Hariri.

P.- Por lo que respecta a la muerte de Hariri, todo el mundo sospecha de Siria.

R.- Lo hizo Israel, porque envidia nuestros éxitos.

P.- ¿Es posible la paz entre Israel y Líbano?

R.- En nuestro país viven más de 500.000 palestinos. Representan un grave problema demográfico. Sólo habrá paz cuando la cuestión palestina quede resuelta de una vez por todas.

P.- ¿Irán y Siria apoyan a Hizbulá a expensas del Líbano?

R.- No es cierto. Hizbulá es, ante todo, una fuerza libanesa. Como mínimo, tres de cada cuatro libaneses están con la resistencia. Los norteamericanos ayudan a Israel, lo arman con las bombas más terribles... ¿Acaso nosotros no podemos recibir ayudas externas?

Hezbollah: algo más que terroristas

El domingo pasado fui a una concentración frente a la Embajada de Israel en Madrid y encontré a muchos camaradas, amigos de la Universidad, o compañeros que trabajaron conmigo en el Cervantes de Beirut o en el Comité de Solidaridad con la Causa Árabe. En todos los casos, al acercarse sonrientes para saludarme, antes de preguntarme “¿cómo te va?” e interesarse por mi estado, me decían “baja esa bandera”, “¿qué haces?”. Y es que yo llevaba una bandera de Hizbolá y, por supuesto, dejé ondeando al viento la bandera mientras discutía infinidad de aspectos que son los que ahora me llevan a escribir esto. Ya que a mi entender, se hacen necesarias algunas precisiones sobre la naturaleza y el papel de Hizbolá.

 

La bandera flameaba y todos los árabes con los que cruzaba la vista me sonreían. Uno que estaba a mi lado me dijo “ponte en la primera fila para que te vea la televisión”, y otro, que más tarde me veía distraído y enfrascado en una discusión, me asaltó “déjamela a mí, yo la agito”. Y es que los árabes son una realidad y nosotros otra. ¿O no? En cualquier caso la lengua con la que se designa a la realidad en la prensa son muy diferentes a uno y otro lado. Nuestras formas de entender no creo que sean diferentes, los conceptos son universales, pero el lenguaje deforma nuestra percepción y se hace necesario compartir un mismo lenguaje para entenderse. Una u otra palabra, para designar a una misma realidad, puede hacer que sientas brío o sonrojo al flamear una misma bandera.

 

Primero, algo obvio sobre Hizbolá. Evidentemente no es “un grupo terrorista”, ni “una guerrilla”, ni “una milicia” como pretende la Resolución 1559. ¿Por qué? Vayamos término por término.

 

El uso que se hace del término “terrorista” es realmente increíble y se le dan varios significados. Por una parte, la mayoría acepta por terrorista quien designe la Administración Norteamericana como tal, así de simple. Después hace una lista en la que incluye los nombres de las organizaciones, partidos o estados que le parecen molestos en algún lugar del mundo. Recientemente hemos visto cómo han quitado a Libia. En su día metieron a Hamás. Todavía no entiendo cómo los dejaron participar en las elecciones palestinas. Por otra parte, aún con imprecisión, podemos aceptar por terrorismo el hecho de asesinar civiles indiscriminadamente para conseguir un fin político. Las operaciones de Hizbolá –operaciones y no atentados- antes de este conflicto siempre se han dirigido exclusivamente a militares del Tsahal.

 

Por “guerrilla” siempre se ha entendido un grupo armado que quiere hacerse con el poder del país de forma no democrática para cambiar el modelo político. Nada más lejos en el caso de Hizbolá puesto que nunca ha utilizado sus armas contra el Ejército Libanés y además, no sólo tiene dos ministros en el gobierno actual y varios diputados en el parlamento, sino que en las elecciones de mayo de 2005 fue el partido político más votado del Líbano y, por si alguien dudase de su carácter nacional y democrático, tiene suscrita una alianza con el Partido Nacional Libre del general Michel Aoun, compuesto en su gran mayoría por cristianos. Hay muchos ejemplos de honestidad democrática en la persona de Hasan Nasralá, cualquiera que haya seguido la ajetreada política libanesa sabe el respeto que le dispensan en todas las esferas empezando por el difunto Rafiq al-Hariri.

 

Con “milicia”, en el contexto de la Guerra Civil Libanesa, se ha designado a los brazos armados de los partidos políticos que, además, generalmente estaban vinculados a una confesión. Estas milicias, por tanto, se consagraban a proteger sus intereses confesionales y políticos frente a otros partidos. Hizbolá, después de la Guerra, nunca ha utilizado sus armas para dirimir disputas internas. Es más, cuando se retiró Israel del Sur del Líbano en el año 2000 y no acogió en su territorio más que a los líderes del colaboracionista ESL (Ejército del Sur del Líbano) dejando del lado libanés a la tropa, no se supo de nadie en Hizbolá que tomará represalias contra los que durante muchos años anduvieron torturándoles ante los ojos de oficiales israelíes en la prisión de Jiam. Incluso en Bint Ybeil, conocidos por todos, todavía viven los soplones de Israel. No obstante, a raíz de la resolución 1559 que en su segundo artículo pide el desarme de las milicias en Líbano, algunos han propuesto la definición que les conviene para desarmar a Hizbolá y a los palestinos dentro de los campos: todo ejército no regular.

 

Y es que Hizbolá es, en parte, un partido democrático dentro de Líbano y un movimiento de resistencia islámica- y así es como ellos se llaman a sí mismos- cuyo objetivo es defender al país de las permanentes agresiones israelíes y restituir la soberanía nacional libanesa combatiendo la Ocupación Israelí de las Granjas de La Chebáa, las alturas de Kfar Chuba y el pueblo de Najila.

 

Pero Hizbolá no es sólo eso, es mucho más. La televisión al-Manar que las Fuerzas de Ocupación del Ente Sionista bombardearon nada más empezar su agresión, al más puro estilo de la OTAN en Kosovo o del golpe de estado en Rusia, y que ya había sido prohibida en Europa y EEUU, ¿qué delito cometió? ¿gozar de libertad de expresión? Asimismo la revista semanal y la página de Internet al-Intiqad ¿Por qué no se puede abrir en internet? Aún con todo, alguien podría decir que se trata de aparatos de propaganda propios de cada partido, así que sigamos.

 

La minoría chií siempre ha sido la tesela menos destacada del mosaico libanés. Siempre ha estado oprimida y mal o nada representada, sus partidarios constituyen el sector más desfavorecido del Líbano. De hecho, la mayor parte de los que han hecho posible el progreso del peso político de Hizbolá son los desplazados de la anterior ocupación israelí que, procedentes del Sur, se afincaron en la Dahiya Yanubiya y en Harat Harek, barrios del Sur de Beirut, rodeados de campos de refugiados palestinos como Bury el Bereyneh, Chatila, etc. Y que hoy, de nuevo, se ven desplazados. La avenida Hadi Nasralá, de la que poco debe quedar a estas horas, era un ejemplo de urbanismo sin parangón en todo Beirut; avenidas con aceras e islitas, pequeñas zonas verdes, pasos de cebra, semáforos, edificios modernos de ocho o más plantas en sintonía, con sentido de conjunto. (Quien haya visitado Beirut, valorará estas palabras).

 

Toda esa gente pobre que estaba construyendo un presente democrático y organizado son las principales víctimas de esta guerra. Aunque esta guerra, no lo olvidemos, va dirigida a todos los libaneses sin excepción. En esos barrios hoy masacrados y abandonados, Hizbolá atendía a los ciudadanos y llenaba a través de una amplia red de asistencia social el hueco dejado por las instituciones gubernamentales de un estado ausente y malogrado. Al menos tres hospitales, varias escuelas, centros de estudios y de investigación, fondos de ayuda a los huérfanos y a las familias de los mártires (otra palabra con muy distinto valor aquí y allí), y un largo etc. Ni que decir tiene que son obras sociales, muy distantes de las religiosas o militares, con las que Hizbolá ha ganado un amplio respaldo popular al brindarle una brizna de esperanza.

 

Y así necesitaríamos horas para ‘traducir’ términos como “conflicto” por “guerra”, “secuestrados” por “prisioneros de guerra”, “concesión” por “derecho”, “estado de Israel” por “ente sionista”, “operación” por “atentado”, “mártir” por “suicida”, “terrorista o miliciano” por “combatiente” que nos desfiguran la realidad y nos llevan inconscientemente, y esto es lo peligroso, a posturas conciliadoras con el imperialismo. De hecho al hablar del tema, solo por el lenguaje, ya se ve si nos podemos entender o no.

 

HIZBOLÁ FRENTE A ISRAEL EN LA GUERRA ACTUAL

 

Cuando Condoleezza Rice dijo que lo que estamos presenciando no son más que las contracciones de un nuevo Oriente Medio que va a ver la luz, se puso de manifiesto que la razón de la guerra obedece a un plan norteamericano israelí -previo a la captura de soldados- para implantar un nuevo orden en la región. Y en ese plan Israel es la mano de hierro que ejecuta esa política unilateral e impuesta. Israel no quiere vivir en paz, no quiere permanecer ni insertarse en el entorno. Si quisiese, negociaría tomando como base la iniciativa árabe de la Cumbre de Beirut de 2002, la Hoja de Ruta o los defenestrados Acuerdos de Oslo.

 

Pero Israel no quiere negociar. Su ejército, el Tsahal, es el único elemento de cohesión de una sociedad artificial, cobarde y paranoica cuyo gobierno solo entiende el lenguaje de las armas con sus vecinos. Se sabe el Ejército más moderno y el Estado solo se apoya en su arrogancia y en la política de hechos consumados mediante el uso ciego de la fuerza. Ese es el único lenguaje que entiende. No respeta la vía diplomática o del diálogo, ni a los representantes electos, ni la legalidad internacional. Frente a esta actuación, la lógica de la resistencia es la más eficaz. Capturar prisioneros y forzar a negociar. De hecho, esta ha sido la única forma de sentarlos a negociar en repetidas ocasiones. Además, apresar militares israelíes mientras haya presos libaneses en Israel es un deber moral para forzar el intercambio para conseguir su liberación.

 

La Resistencia Islámica, que tomó el relevo de la Resistencia Nacional en el 82 tras liberar Beirut, en los sucesivos intercambios de prisioneros y de cadáveres (1985, 1996 y 2004) ha recuperado presos del Partido Comunista Libanés, gesto que da una semblanza de su sentido nacional más allá del confesional, y prisioneros de otros países árabes, que le da el sentido de lucha por la Causa Árabe, es decir por la liberación de Palestina. Y es que esta cuestión se omite frecuentemente en la prensa, pero detrás de quitar las armas a Hizbolá viene la nacionalización o la expatriación de los refugiados palestinos del Líbano, ya que es necesario acabar con todas las fuerzas discordantes para hacer posible el parto que propone Rice.

 

Israel sabe muy bien que no puede acabar militarmente con la Resistencia, por eso destruye sociedades, sobre todo si son democráticas como las de Palestina y Líbano, para impedir que ningún país de su entorno pueda prosperar y así eternizar los desequilibrios y posponer indeterminadamente una solución para la región. El primer objetivo es destruir y el segundo castigar a la población civil por haber votado a quien no les conviene a ellos. Invertir con las armas el resultado democrático, arrancarles a Hamás y Hizbolá el respaldo popular que los sustenta. Una estrategia bruta, antidemocrática y criminal que además una y otra vez se demuestra inútil.

 

Preguntémonos: ¿Es Israel un enemigo del Líbano? Sí, no cabe la menor duda de que la política hostil y agresora de Israel supone una amenaza constante al Líbano. ¿Puede el Ejército Libanés enfrentarse a Israel? No, por la falta de misiles, de cazas (que tiene prohibido por los acuerdos de Taif -¡Qué glorioso y valiente el Ejército del aire israelí que bombardea durante un mes un país que tiene prohibida la aviación militar y los mísiles tierra aire!) y sobre todo por la falta de consenso político que lo tiene relegado a desempeñar funciones administrativas y de prevención de disturbios internos. Además el 85 por ciento de su material es estadounidense y es completamente inútil frente a Israel. Un ejemplo; el ejército del aire libanés tiene 30 helicópteros Bell UH-1H de los que se hicieron famosos en la guerra de Vietnam hace 40 años y que ahora están jubilados en la mayor parte del mundo. Aparte de ser poco más que chatarra frente a las armas israelíes, los estadounidenses se los vendieron en condiciones escandalosas: prohibición de ponerles radares y de proveerlos de armas, incluso ametralladoras, con el fin de proteger a Israel. La desfachatez de la administración norteamericana es asombrosa; a la vez que morían cuatro militares libaneses al estrellarse el 5 de mayo un helicóptero por su mal estado (no les vendían siquiera piezas de recambio), especialistas del Pentágono visitaban el Ministerio del Interior Libanés para negociar la venta de los más sofisticados y modernos sistema de defensa y vigilancia para instalar en la frontera con Siria.

 

La Resistencia Islámica de Hizbolá, al igual que en sus obras sociales, nace de una necesidad nacional y de la falta de consenso a nivel institucional y de gobierno. Seguramente Hizbolá no sea en absoluto la mejor opción, pero, ahora, sobre el terreno es la única. Esto tiene que estar muy claro. Y en efecto todo el Líbano está unido a la Resistencia porque saben por la experiencia que si no lo estuviesen estallaría la guerra civil y la posible fragmentación del país. Por lo tanto, solo alinearse con la resistencia de Hizbolá garantiza la integridad, la unidad y la soberanía libanesas.

 

 

HIZBOLÁ Y EL RENACER DE LA CAUSA ÁRABE

Hace casi 40 años, en junio del 67, los árabes salieron de la historia o pasaron a un tercer plano. Hoy han vuelto a entrar con el mismo enemigo enfrente, pero planteando una nueva estrategia defensiva. Al igual que en el 67, los resultados de este nuevo episodio van a influir de manera directa- bien como un lento resurgir, bien como otro largo letargo- en el mundo árabo-islámico desde Irán a Sudán, pasando por Siria, Irak, Palestina, Líbano y Somalia.

 

De hecho, 40 años después del fracaso Naserista, los Estados Árabes y sus ejércitos regulares son incapaces de enarbolar la bandera de la Causa Árabe debido a tanto contemporizar en busca de su propia estabilidad. Por eso, si el arrojo de Hizbolá y Hamás se propaga entre los pueblos de la región y desestabiliza los gobiernos y las monarquías “moderados” supondrá el mayor triunfo de la democracia, de la democracia verdadera y no como resultado de una política impuesta por EEUU e Israel. Esta es la única esperanza a corto plazo para el mundo árabe islámico de parar la fragmentación interna y el neocolonialismo occidental.

 

Porque no lo olvidemos, la reciente agresión israelí al Líbano no es más que el último episodio de una larga guerra que lleva casi un siglo y que por supuesto no es consecuencia de la captura de los dos soldados prisioneros. Hoy, después de un mes de atroces bombardeos y de negociaciones, no podemos ignorar – como viene haciendo en la prensa- la relación entre el asesinato de Rafiq al-Hariri y el proyecto norteamericano-israelí en la zona que abarca desde la tregua de 1949, pasando por las invasiones y ocupación de 1978 y de 1982 y la retirada del 2000, hasta lo que vemos hoy y lo que falta por venir.

 

Una aproximación a Hezbollah

Por Lara Deeb

 

Hizbollá, el movimiento chií libanés cuya milicia está combatiendo al ejército israelí en el sur del Líbano, ha venido recibiendo un tratamiento erróneo en la cobertura que sobre la guerra en curso han llevado a cabo gran parte de los medios. Mucho más que una milicia, el movimiento se conforma también como partido político y actor poderoso de la política libanesa, siendo, además, proveedor de importantes servicios sociales. Hizbolá, que no es una criatura auspiciada por el patrocinio sirio o iraní, surgió para combatir la ocupación israelí del sur del Líbano desde el año 1982 hasta el 2000 y, con una mira más amplia de objetivos, para defender a la comunidad musulmana chií que permanecía históricamente privada de la capacidad de votar en el Líbano. Aunque cuenta con muchos adversarios políticos, Hizbolá está muy enraizado en el país – un hecho que la campaña militar israelí está sacando a la luz.

 

LOS CHIIES LIBANESES Y EL ESTADO LIBANÉS

 

En Líbano, la relación sociedad-estado es “confesional” y el poder gubernamental y sus cargos se distribuyen sobre la base de una procedencia religiosa. Hay 18 comunidades étnico-confesionales reconocidas oficialmente hoy en el país. Las distribuciones originales, establecidas en 1943 en un Pacto Nacional tácito entre cristianos maronitas y musulmanes sunníes al finalizar el mandato francés, adjudicaron los puestos de mayor poder, el de presidente, a un cristiano maronita, y el de primer ministro, a un musulmán sunní, recayendo un cargo de relativamente menor importancia, el de portavoz del Parlamento, en un musulmán chií. Otros puestos gubernamentales y escaños del Parlamento se repartieron utilizando una proporción de 6/5 entre cristianos y musulmanes. Estos acuerdos respetaron supuestamente la proporción de población que aparecía en el censo de 1932, el último censo que se realizó en el país.

 

Este sistema confesional se había quedado obsoleto al no tener en consideración los cambios demográficos que se habían producido. Mientras la población chií creció a buen ritmo en comparación con otros grupos, la inflexibilidad del sistema exacerbó la infra-representación chií en el gobierno. Mientras tanto, la pertenencia a una secta se convirtió en un medio para poder acceder a los recursos estatales, ya que el gobierno soltaba el dinero para establecer redes de asistencia social e instituciones tales como colegios y hospitales sobre la base de dicha pertenencia. Al estar mal representados los chiíes en el gobierno, podían canalizar menos recursos hacia su comunidad, contribuyéndose así a que se fuera creando una pobreza desproporcionada entre los chiíes libaneses. Este efecto se vio agravado por el hecho de que los escaños chiíes del Parlamento eran normalmente ocupados por terratenientes feudales y otras elites favorecidas.

 

Hasta la década de 1960, la mayoría de la población chií en el Líbano vivió en zonas rurales, principalmente en el sur y en el Valle de la Bekaa, donde las condiciones de vida no se aproximaban a los niveles medios del resto de la nación. Tras un programa de modernización que estableció una red de carreteras e introdujo políticas de cultivos comerciales en el país, muchos musulmanes chiíes emigraron a Beirut, estableciéndose en un anillo de empobrecidos suburbios alrededor de la capital. La rápida urbanización que se produjo con la incorporación del país a la economía capitalista mundial ensanchó aún más las desigualdades económicas en el Líbano.

 

Esa población urbana en proceso de crecimiento, integrada mayoritariamente por pobres chiíes, no se organizó inicialmente a base de líneas sectarias. Durante la década de 1960 y los primeros años de la de 1970, fueron integrando gran parte de la base del Partido Comunista Libanés y del Partido Nacionalista Socialista Sirio. En los años siguientes, Sayyid Musa al-Sadr, un clérigo carismático que había realizado sus estudios en la ciudad-santuario iraquí de Nayaf, empezó a desafiar a los partidos de izquierda buscando la lealtad de los jóvenes chiíes. Al-Sadr puso en marcha como alternativa el “Movimiento de los Necesitados”, dedicado a conseguir derechos políticos, dentro del régimen libanés, para los desposeídos. En 1975 se fundó una milicia y rama de este movimiento, Amal, al comienzo de la guerra civil libanesa. Junto a al-Sadr, había también otros líderes religiosos chiíes activistas libaneses, la mayor parte de los cuales habían estudiado también en Nayaf, quienes trabajaron para establecer bases sociales y redes religiosas en las barriadas chiíes de Beirut. Entre ellos estaban Sayyid Muhammad Husayn Fadlallah, actualmente una de las más respetadas “fuentes de emulación” entre los musulmanes chiíes del Líbano y más allá, y Sayyid Hasan Nasrallah. Una “fuente de emulación” (marja’ al-taqlid) es un académico religioso de tan ampliamente reconocida erudición que los individuos musulmanes chiíes buscan y siguen sus consejos en asuntos religiosos. Entre los chiíes, el título de sayyid implica la reivindicación de descender de Muhammad, el profeta del Islam.

 

Entre 1978 y 1982, una serie de acontecimientos propulsaron la naciente movilización chií hacia un alejamiento cada vez mayor respecto a los partidos de izquierda: dos invasiones israelíes del Líbano, la inexplicable desaparición de Musa al-Sadr y la Revolución Islámica en Irán. En 1978, estando de visita en Libia, al-Sadr se evaporó misteriosamente, y su popularidad aumentó a partir de entonces. Ese mismo año, para repeler a los combatientes de la OLP que entonces tenían sus bases en Líbano, Israel invadió el sur, desplazando a 250.000 personas. La consecuencia inicial de esos dos hechos fue la revitalización de Amal y, como milicianos de Amal, los chiíes lucharon con las guerrillas de la OLP en el sur del Líbano. La percepción de que la izquierda libanesa había fracasado era cada vez mayor entre los chiíes, tanto a la hora de asegurar más derechos para los pobres como a la hora de proteger el sur de los combates entre la OLP e Israel. Al año siguiente, la Revolución Islámica en Irán ofreció un nuevo modelo para los musulmanes chiíes de todo el mundo y proporcionó alternativas diferentes al capitalismo liberal occidental de las propugnadas por la izquierda.

 

El último, y sin duda más importante, factor de este conjunto de acontecimientos fue la segunda invasión israelí del Líbano en junio de 1982. En esa ocasión, las tropas israelíes, tratando de expulsar totalmente del Líbano a la OLP, marcharon hasta el norte y establecieron un asedio en el este de Beirut. Decenas de miles de libaneses fueron asesinados y heridos durante la invasión, y otras 450.000 personas fueron desplazadas. Entre el 16 y el 18 de septiembre de 1982, bajo la protección y dirección del ejército israelí y del entonces Ministro de Defensa israelí Ariel Sharon, una unidad de las Milicias Falangistas Libanesas entró en los campos de refugiados de Sabra y Shatila en Beirut, y violó, asesinó y mutiló a miles de refugiados civiles. Aproximadamente una cuarta parte de aquellos refugiados eran chiíes libaneses que habían huido de la violencia en el sur. No debe subestimarse la importancia de la invasión israelí del Líbano en 1982 en la formación de Hizbolá.

 

Tras los sucesos de 1982, muchos miembros importantes de Amal abandonaron el partido, que cada vez estaba más inmerso en políticas clientelistas y había ido olvidando las luchas más importantes contra la pobreza y la ocupación israelí. En esos años, surgieron en el sur, en el Valle de la Bekaa y en los suburbios de Beirut pequeños grupos armados de jóvenes organizados bajo la bandera del Islam. Esos grupos se dedicaron a combatir a las tropas de ocupación israelí y también participaron en la guerra civil libanesa, en la que llegaron a estar implicados hasta unos 15 ejércitos y milicias. Fue Irán quién proporcionó el entrenamiento militar inicial y el equipamiento de las milicias chiíes. Con el tiempo, aquellos grupos se fusionaron formando Hizbolá, aunque la existencia formal del “Partido de Dios” y de su ala armada, la Resistencia Islámica, no fueron anunciados hasta el 16 de febrero de 1985, mediante una “Carta Abierta a los Oprimidos del Líbano y del Mundo”.

 

ESTRUCTURA Y LIDERAZGO

 

Desde 1985, Hizbollah ha ido desarrollando una compleja estructura interna. En la década de 1980, se formó un consejo religioso de dirigentes importantes llamado majlis al-shura. Ese consejo de siete miembros incluía ramas sobre diversos aspectos necesarios para el funcionamiento del grupo, incluyendo comités financieros, judiciales, sociales, políticos y militares. Había también consejos locales regionales en Beirut, en la Bekaa y en el sur. Hacia el final de la guerra civil libanesa, cuando Hizbolá empezó a entrar en la política estatal libanesa, se fundaron otros dos órganos de toma de decisiones: un consejo ejecutivo y un politburó.

 

A menudo se describe a Sayyid Muhammad Husayn Fadlallah como el “líder espiritual” de Hizbolá. Tanto Fadlallah como el partido han negado siempre esa relación; además, de hecho, durante un tiempo hubo desavenencias entre ellos acerca de la naturaleza de la institución islámica chií de la marja’iyya. La marja’iyya se refiere a la práctica e institución de seguir o emular un marja’ al-taqlid. Fadlallah cree que los eruditos religiosos deberían trabajar en múltiples instituciones y que no deberían afiliarse a un único partido político o implicarse en temas mundanos de gobierno. En esas creencias está más cercano a la jurisprudencia chií tradicional, y más distante del concepto de velayat-e faqih (el gobierno de los clérigos) promulgado por el Ayatolá Ruhollah Jomeini de Irán.

 

Hizbolá y su majlis al-shura siguen oficialmente al Ayatolá Ali Jamenei, el sucesor de Jomeini como Líder Supremo de la República Islámica de Irán, pero los adeptos individuales o miembros del partido son libres para elegir qué marja siguen, y muchos emulan entonces a Fadlallah. El tema central está en que la lealtad política y la emulación religiosa son dos cuestiones separadas que pueden, o no, coincidir dependiendo de quién lo considere.

 

Sayyid Hasan Nasrallah es el actual líder político de Hizbolá. Aunque es también un erudito religioso y estudió asímismo en Nayaf, no alcanza un grado suficientemente alto como para ser marja’ al-taqlid y por esa razón es un seguidor religioso de Jamenei. Nasrallah se convirtió en secretario general de Hizbolá en 1992, tras el asesinato por Israel de su predecesor, Sayyid Abbas al-Musawi, junto con su mujer y su hijo de cinco años. Nasrallah es considerado en amplios sectores del Líbano como un dirigente que “dice las cosas como son” – incluso por aquellos que no están de acuerdo con la ideología del partido y con sus acciones. Fue bajo su dirección cuando Hizbolá se comprometió a trabajar dentro del estado y empezó a participar en las elecciones, una decisión que le distanció de algunos de los clérigos más revolucionarios del liderazgo.

HIZBOLÁ Y LOS ESTADOS UNIDOS

 

En Estados Unidos se asocia por lo general a Hizbolá con las bombas colocadas en Beirut en 1983 en la embajada estadounidense, en los cuarteles de la marina y en la sede de la fuerza multinacional que Francia comandaba. El segundo atentado con bombas sirvió directamente para echar al ejército estadounidense del Líbano. En el Departamento de Estado se alude también al movimiento relacionándolo con el secuestro de occidentales en Líbano y con la crisis de los rehenes que produjo el asunto Irán-Contra, el secuestro de un vuelo de la TWA y las bombas colocadas en la embajada y centro cultural israelíes en Buenos Aires a comienzos de la década de 1990. Estas asociaciones son las razones exhibidas para la presencia del nombre de Hizbolá en la lista de organizaciones terroristas. En 2002, el entonces Secretario de Estado Adjunto Richard Armitage describió de maravilla a Hizbolá como el “Equipo-A de los terroristas”, que disponía de “alcance global” y sugirió que “quizá al-Qaeda es actualmente el Equipo-B”. Sin embargo, la implicación de Hizbolá en esos ataques sigue siendo un tema controvertido. Incluso aún aceptando que estuviera implicado, es al mismo tiempo inexacto y desaconsejable reducir a Hizbolá a la condición de grupo “terrorista”.

 

Hay varias razones importantes para ello. Primera, la actividad militar de Hizbolá ha estado por lo general comprometida con el objetivo de acabar con la ocupación israelí del sur del Líbano. Desde la retirada israelí de mayo de 2000, han operado en gran medida dentro de tácitas, pero mutuamente sobreentendidas, “reglas del juego” en las continuas escaramuzas fronterizas de bajo nivel con Israel a fin de evitar víctimas civiles. Además, Hizbolá ha crecido y cambiado significativamente desde sus principios y se ha ido desarrollando tanto como legítimo partido político libanés como organización-paraguas de una miríada de instituciones de asistencia social.

Otro aspecto de la inclusión de Hizbolá en la lista de terroristas de EEUU se refiere a la reputación del grupo como emprendedor de numerosos “ataques suicidas” u “operaciones de martirio”. De hecho, de los cientos de operaciones militares emprendidas por el grupo durante la invasión y ocupación israelí del Líbano, sólo 12 supusieron la muerte intencional de un combatiente de Hizbolá. La mitad, al menos, de los “ataques suicidas” contra las fuerzas ocupantes israelíes en Líbano fueron llevados a cabo por miembros de partidos laicos e izquierdistas.

 

Un tercer elemento de la insistencia de EEUU en etiquetar a Hizbolá como grupo terrorista se relaciona con la noción de que la razón de ser de Hizbolá es la destrucción de Israel, o “Palestina ocupada”, en la retórica del partido. Esta perspectiva se ve apoyada por la Carta Abierta de 1985, que incluye declaraciones como: “La salida final de Israel del Líbano es un preludio de su eliminación final y de la liberación de la venerable Jerusalén de las garras de la ocupación”. Uno podría cuestionar la viabilidad de tal proyecto, especialmente teniendo en cuenta la gran asimetría en el poderío militar destructivo que ahora se está exhibiendo. Los ataques con cohetes de Hizbolá de julio de 2006, que se iniciaron tras los bombardeos israelíes del Líbano, han matado con mucho a 19 civiles y dañado numerosos edificios – nada que ver con la devastación y muerte causadas por la fuerza aérea israelí en Líbano. Hay también razones que cuestionan el intento de Hizbolá, a pesar de la frecuente repetición de la retórica de la Carta Abierta. Anteriormente a mayo de 2000, casi todas las actividades militares de Hizbolá iban enfocadas a liberar el territorio libanés de la ocupación israelí. Los ataques fronterizos desde mayo de 2000 a julio de 2006 no eran más que pequeñas operaciones con objetivos tácticos (Israel ni siquiera respondía militarmente a todas ellas).

 

El documento fundacional de Hizbolá dice también: “No reconocemos ningún tratado con [Israel], ningún alto el fuego y ningún acuerdo de paz, ya sea por separado o conjuntamente”. Este lenguaje fue redactado en un tiempo en que la invasión israelí del Líbano había provocado la aparición de la milicia de Hizbolá. Augustus R. Norton, autor de varios libros y artículos sobre Hizbolá, señala que: “Aunque la enemistad de Hizbolá hacia Israel no se ha visto aminorada, la verdad que ha estado tácitamente negociando con Israel durante años”. Las negociaciones indirectas de Hizbolá con Israel en 1996 y en 2004, y su explicitada voluntad de acordar hoy en día un intercambio de prisioneros, indican realismo por parte del liderazgo del partido.

 

RESISTENCIA, POLÍTICA Y REGLAS DEL JUEGO

 

En 1995, Israel se retiró de casi todo el Líbano, pero siguió ocupando la zona sur del país, controlando aproximadamente un diez por ciento del mismo con soldados israelíes y testaferros de una milicia libanesa, el Ejército Libanés del Sur (SLA, por sus siglas en inglés). La Resistencia Islámica de Hizbolá tomó la dirección, aunque participaban otros contingentes, en la lucha contra esa ocupación. El partido también trabajó para representar los intereses de los chiíes en la política libanesa.

 

La guerra civil libanesa terminó en 1990, después de la firma del acuerdo de Ta’if en 1989. El acuerdo de Ta’if reafirmó una variante del Pacto Nacional, otorgando más poder al primer ministro y aumentando la cantidad de escaños musulmanes en el gobierno. Pero, aunque existen serias dudas sobre la fuerza numérica real de los grupos confesionales en Líbano, cálculos conservadores señalan que al terminar la guerra civil, los musulmanes chiíes representaban por los menos a un tercio de la población, convirtiéndolos en la mayor comunidad confesional. Otros cálculos son muy superiores.

 

Cuando se realizaron las primeras elecciones de la posguerra en Líbano en 1992, muchos de los diversos grupos de milicias (que frecuentemente habían surgido de partidos políticos) volvieron a su condición de partido político y participaron. Hizbolá también decidió participar, declarando su intención de trabajar dentro del sistema político libanés existente, mientras conservaba sus armas para continuar su campaña de guerrillas contra la ocupación israelí en el sur, como lo permitía el acuerdo de Ta’if. En esa primera elección, el partido conquistó ocho escaños, convirtiéndose en el mayor bloque en particular en el parlamento de 128 miembros, y sus aliados ganaron otros cuatro escaños. Desde ese momento, Hizbolá desarrolló una reputación – incluso entre los que estaban vehementemente en desacuerdo con sus ideologías – de ser un partido político « limpio » y capaz, en el ámbito nacional y local. Esta reputación es de gran importancia en el Líbano, donde la corrupción gubernamental es generalizada, el clientelismo político es la regla y los puestos políticos son a menudo hereditarios. Como grupo, los parlamentarios libaneses forman el parlamento más acaudalado del mundo.

 

Aunque la política parlamentaria del partido fue respetada en general, los niveles de apoyo nacional para las actividades de la Resistencia Islámica en el sur fluctuaron a través de los años. Los ataques israelíes contra civiles y la infraestructura libaneses-incluyendo la destrucción de plantas de energía eléctrica en Beirut en 1996, 1999 y 2000– contribuyeron generalmente a aumentar el apoyo nacional para la Resistencia. Fue especialmente el caso después de que Israel bombardeó el 18 de abril de 1996 un refugio de la ONU en Qana en el que estaban asilados civiles, matando a 106 personas.

 

La ocupación del sur de Líbano fue costosa para Israel. El primer ministro israelí Ehud Barak prometió la retirada en las elecciones de 1999, y posteriormente anunció que tendría lugar en julio de 2000. Un mes y medio antes de este plazo, después de deserciones del SLA y del colapso de conversaciones potenciales con Siria, Barak ordenó una caótica retirada de Líbano, que sorprendió a muchos. A las tres de la mañana del 24 de mayo de 2000, el último soldado israelí abandonó suelo libanés y cerró tras de sí la puerta en la frontera de Fátima. Muchos predijeron que el desorden, la violencia sectaria y el caos llenarían el vacío dejado por las fuerzas israelíes de ocupación y el SLA, que se derrumbó rápidamente tras la partida de Israel. Estas predicciones resultaron ser falsas ya que Hizbolá mantuvo el orden en la región fronteriza.

 

A pesar de la retirada, sigue existiendo una disputa territorial sobre una región fronteriza de 391 kilómetros cuadrados llamada las Granjas de Shebaa que sigue bajo ocupación israelí. Líbano y Siria afirman que la ladera montañosa es tierra libanesa, mientras que Israel y la ONU la han declarado parte de las Alturas del Golán y, por lo tanto, territorio sirio (aunque ocupado por Israel). Desde 2000, el Líbano ha estado también esperando la entrega por parte de Israel de un mapa con la ubicación de más de 300.000 minas terrestres que el ejército israelí colocó en el sur de Líbano. “Reglas del juego” no declaradas, que se basan en un acuerdo de no atacar civiles escrito después del ataque de Qana en 1996, han regido la disputa fronteriza entre Israel y Líbano desde 2000. Los ataques de Hizbolá contra puestos del ejército israelí en las Granjas de Shebaa ocupadas, por ejemplo, llevaban a bombardeos israelíes limitados de posiciones de Hizbolá y a rupturas de la barrera del sonido sobre Líbano.

 

Ambos lados, ocasionalmente, han roto las “reglas del juego,” aunque informes de los observadores de la ONU sobre el número de violaciones de la frontera establecen que Israel ha violado la Línea Azul entre los países con una frecuencia diez veces mayor que Hizbolá. Las fuerzas israelíes han secuestrado a pastores y pescadores libaneses. Hizbolá secuestró a un empresario israelí en Líbano en octubre de 2000, afirmando que se trataba de un espía. En enero de 2004, a través de mediadores alemanes, Hizbolá e Israel concluyeron un acuerdo bajo el cual Israel liberó a cientos de prisioneros libaneses y palestinos a cambio del empresario y de los cuerpos de tres soldados israelíes. En el último minuto, funcionarios israelíes desafiaron el dictamen de la Corte Suprema y se negaron a entregar a los últimos tres prisioneros libaneses, incluyendo al detenido más antiguo, Samir al-Qantar, que ha estado encarcelado durante 27 años por matar a tres israelíes después de infiltrarse por la frontera. En aquel entonces, Hizbolá prometió abrir nuevas negociaciones en algún momento futuro.

 

EL NACIONALISMO DE HIZBOLÁ

 

Como hemos señalado, Hizbolá sigue oficialmente a Jamenei como el marja’ del partido, y ha mantenido una calurosa relación con Irán desde los años ochenta, cuando Irán ayudó a capacitar y armar a la milicia. Hizbolá consulta a los líderes iraníes y recibe una cantidad indeterminada de ayuda económica. Irán también ha continuado la ayuda militar a Resistencia Islámica, incluyendo algunos de los cohetes del arsenal de la milicia. Esta relación no significa, sin embargo, que Irán dicte la política o la toma de decisiones de Hizbolá, o que pueda necesariamente controlar las acciones del partido. Mientras tanto, los esfuerzos iraníes por infundir a los chiíes libaneses una identidad pan-chií centrada en Irán han tropezado con la identidad árabe y el creciente nacionalismo libanés del propio Hizbolá.

 

Puede llegarse a una conclusión similar respecto a Siria, considerada a menudo tan cercana a Hizbolá, que se apoda a la milicia del partido la “carta libanesa” de Siria en sus esfuerzos por recuperar los Altos del Golán de Israel. Aunque el partido mantiene buenas relaciones con el gobierno sirio, Siria no controla ni dicta las decisiones o acciones de Hizbolá. Las decisiones del partido son tomadas independientemente, de acuerdo con la visión de Hizbolá de los intereses de Líbano y de los propios intereses del partido dentro de la política libanesa. Después del asesinato del ex primer ministro libanés Rafiq al-Hariri en febrero de 2005, y la subsiguiente retirada siria de Líbano, la posición de Hizbolá fue descrita con frecuencia como “pro-siria.” En realidad, la retórica del partido fue elegida cuidadosamente para que no se opusiera a la retirada siria, sino para reformularla como una retirada que no rompería todos los lazos con Líbano, y que tendría lugar bajo un manto de “gratitud.”

 

No cabe duda de que Hizbolá es un partido nacionalista. Su visión del nacionalismo difiere de la de muchos libaneses, especialmente de la del nacionalismo de orígenes fenicios propugnado por la derecha maronita cristiana y de la del nacionalismo neoliberal, respaldado por EEUU, del partido de Hariri. Hizbolá ofrece un nacionalismo que ve al Líbano como un Estado árabe que no se puede distanciar de causas como la cuestión palestina. Su ideología política mantiene una perspectiva islámica. La Carta Abierta de 1985 subraya el deseo del partido de establecer un Estado islámico, pero sólo a través de la voluntad popular. “No queremos que el Islam reine en el Líbano por la fuerza,” dice la Carta. La decisión del partido de participar en elecciones en 1992 insistió en su compromiso de trabajar a través de la estructura existente del Estado libanés, y también cambió el enfoque del partido de una resistencia pan-islámica a Israel hacia la política interna libanesa. Además, desde 1992, los dirigentes de Hizbolá han reconocido frecuentemente las contingencias de la sociedad multi-confesional del Líbano y la importancia de la coexistencia de las sectas y del pluralismo dentro del país. También hay que subrayar que muchos de los electores de Hizbolá no quieren vivir en un Estado islámico; prefieren que el partido represente sus intereses dentro de un Líbano pluralista.

 

La visión nacionalista del partido ha crecido durante la transición de Hizbolá de una milicia de resistencia a un partido político y más. Después de la retirada siria, se hizo evidente que el partido jugaría un papel más importante en el gobierno libanés. Por cierto, en las elecciones de 2005, Hizbolá aumentó su participación en el parlamento a 14 escaños, en un bloque con otros partidos, que obtuvieron 35. También en 2005, por primera vez, el partido decidió participar en el gabinete, y actualmente ocupa el Ministerio de Energía.

 

Hizbolá no considera su participación en el gobierno como una contradicción de su mantenimiento de una milicia no-estatal. En realidad, el primer punto en la plataforma electoral de Hizbolá en 2005 promete “salvaguardar la independencia del Líbano y protegerla de la amenaza israelí salvaguardando la Resistencia, el ala militar de Hizbolá, y sus armas, a fin de lograr la liberación total de las tierras libanesas ocupadas.” Esta posición coloca al partido en conflicto con la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad de la ONU, que llamó al “disolución y desarme de todas las milicias libanesas y no-libanesas” en septiembre de 2004, y con aquellas fuerzas políticas en Líbano que tratan de implementar la Resolución. Antes de los eventos de julio, Nasrallah y otros dirigentes del partido asistieron a una serie de reuniones de “diálogo nacional” orientadas a fijar los términos para el desarme de Hizbolá. El diálogo no había llegado a ninguna conclusión cuando comenzó la actual violencia, en parte por la insistencia de Hizbolá en que todavía necesitaba sus armas para defender a Líbano.

 

Pero el partido también tiene una plataforma social, y se considera como representante no sólo de los libaneses chiíes, sino también, de modo más general, de los pobres. La milicia Amal formada por Sayyid Musa al-Sadr se convirtió también en un partido político, y ha sido el principal rival político de Hizbolá entre los libaneses chiíes, aunque ahora trabajan conjuntamente. El presidente del parlamento durante tantos años, Nabih Berri, líder de Amal, es el intermediario entre Hizbolá y los diplomáticos que se informan sobre las condiciones para un cese al fuego y para un intercambio de prisioneros. El partido también participa en el juego político usual en Líbano, bajo el cual los candidatos se presentan en listas multi-confesionales por distritos en lugar de hacerlo como individuos, y se alía (aunque sea temporalmente) con políticos que no apoyan su programa. En la contienda parlamentaria de 2005, la sunní en la lista de Hizbolá en Sidón fue Bahiyya al-Hariri, hermana del ex primer ministro asesinado. Desde las elecciones, el mejor aliado del movimiento chií ha sido el ex general Michel Aoun, el personaje anti-sirio por excelencia en la política libanesa. El movimiento de Aoun, junto con Hizbolá, fue un componente importante en las enormes manifestaciones del 10 de mayo en Beirut contra los planes de privatización del gobierno, que costaría puestos de trabajo en el sector público de Líbano.

 

ASISTENCIA SOCIAL

 

Las consecuencias de la guerra civil libanesa produjeron estancamiento económico, corrupción gubernamental y una brecha creciente entre la clase media en permanente reducción y el continuo aumento de las filas de los pobres. Las áreas chiíes de Beirut también tuvieron que enfrentar un masivo desplazamiento desde el sur y desde la Bekaa. En ese clima económico, el clientelismo sectario se convirtió en un instrumento indispensable de supervivencia.

 

En los años setenta y ochenta se desarrolló una red chií musulmana de asistencia social, siendo al-Sadr, Fadlallah y Hizbolá los autores fundamentales de dicho desarrollo. En la actualidad, Hizbolá funciona como una organización-paraguas que aglutina a numerosas instituciones de ayuda social. Algunas de estas instituciones dan apoyo mensual y ayuda mediante suplementos nutricionales, educacionales, de vivienda y salud a los pobres; otras se concentran en el apoyo a orfanatos; algunas se dedican a la reconstrucción de áreas dañadas por la guerra. También hay escuelas, clínicas y hospitales a precios reducidos para afiliados a Hizbolá, incluyendo una escuela para niños con síndrome de Down.

 

Estas instituciones de asistencia social se encuentran por todo el Líbano y sirven a la gente local sin tener en cuenta su secta, aunque se concentran en las áreas esencialmente chiíes musulmanas del país. Trabajan casi exclusivamente con voluntarios, sobre todo mujeres, y gran parte de su financiación proviene de donaciones individuales, del apadrinamiento de huérfanos y de impuestos religiosos. Los chiíes musulmanes pagan un diezmo anual llamado el khums, la quinta parte de los ingresos que no necesitan para el mantenimiento de su propia familia. La mitad de este diezmo es entregado al marja’ que reconocen. Desde 1995, cuando Jamenei nombró a Nasrallah y a otro líder de Hizbolá como sus representantes religiosos en Líbano, los ingresos por khums de los chiíes libaneses que siguen a Jamenei han ido directamente a los fondos de Hizbolá. Estos chiíes también aportan su zakat, los óbolos que deben pagar todos los musulmanes que se lo pueden permitir a la vasta red de instituciones de asistencia social de Hizbolá. Gran parte de ese apoyo financiero proviene de chiíes libaneses que viven en el extranjero.

 

¿QUIÉN APOYA A HIZBOLÁ?

 

Dado que uno de los principales objetivos admitidos por Israel en la guerra actual es la “eliminación” de Hizbolá en el sur, es importante notar que el partido tiene una base amplia de apoyo en el sur y por todo el país, una base de apoyo que no necesariamente depende de la secta. Nacer en una familia musulmana chií, o ser un piadoso y practicante musulmán chií, no determina ninguna afiliación política.

 

Tampoco lo hace el status socio-económico personal. Algunas veces se asume que Hizbolá usa sus organizaciones sociales para sobornar a sus simpatizantes, o que estas organizaciones sólo existen para favorecer “actividades terroristas”. Estas opiniones revelan un punto de vista muy simplista acerca del partido. Una lectura más precisa sugeriría que la popularidad del partido se basa en parte en su dedicación a los pobres, pero también en sus plataformas políticas e historial en Líbano, en sus ideologías islámicas y en su resistencia ante la ocupación y ante las violaciones de la soberanía libanesa por parte de Israel.

 

La popularidad de Hizbolá se basa en una combinación de ideología, resistencia y enfoque hacia el desarrollo político-económico. Algunos consideran que las ideologías de Hizbolá facilitarían una alternativa viable a un gobierno respaldado por EEUU y su proyecto económico neoliberal en Líbano, así como una oposición activa contra el poderío estadounidense en Oriente Próximo. Sus electores no sólo son los pobres, sino que provienen cada vez más de las clases medias e incluyen a muchos libaneses en ascenso en la escala social y con un alto nivel de educación. Un gran número de sus partidarios son musulmanes chiíes, pero hay también muchos libaneses de otras esferas religiosas que apoyan al partido y/o a la Resistencia Islámica.

 

“Partidario de Hizbolá” es en sí una frase vaga. Hay miembros oficiales del partido y/o de la Resistencia Islámica; hay voluntarios en organizaciones de bienestar social afiliadas al partido; están todos aquellos que votaron por el partido en las últimas elecciones; están quienes apoyan a la Resistencia en el conflicto actual, sin importar si están de acuerdo o no con su ideología. Postular como meta la desaparición de Hizbolá del sur de Líbano supondría la completa despoblación del sur y equivaldría a la limpieza étnica del área.

 

En los términos del conflicto actual, mientras la opinión pública libanesa parece estar dividida sobre si la culpa debe cargarse a Hizbolá o a Israel por la devastación en curso del país, esa división no descansa necesariamente en líneas sectarias. Lo más destacable es que hay muchos libaneses que no están de acuerdo con las ideologías islamistas de Hizbolá o con sus plataformas políticas y que creen que su operación del 12 de julio fue un error, pero que al mismo tiempo apoyan a la Resistencia Islámica y consideran que su enemigo es Israel. Estas posiciones no son mutuamente exclusivas. Uno de los efectos de los ataques israelíes sobre áreas escogidas de Beirut ha sido el de ampliar las divisiones de clase en el Líbano, lo que podría servir para incrementar aún más la popularidad de Hizbolá entre aquellos que ya se sentían alienados de la reconstrucción y desarrollo del país al estilo Hariri.

 

LA VIOLENCIA ACTUAL

 

El 12 de julio 2006, combatientes de Hizbolá atacaron un convoy del ejército israelí y capturaron a dos soldados. El partido declaró que habían capturado a esos soldados para utilizarlos como moneda de cambio en negociaciones indirectas para la liberación de tres libaneses detenidos sin proceso legal y en desafío al Tribunal Supremo de Israel. Como se ha señalado antes, hay precedentes de tales negociaciones. El ataque se planeó durante meses, y el partido hizo anteriormente al menos otro intento para capturar soldados. Nasrallah había declarado previamente que 2006 sería el año en el que tendrían lugar negociaciones para la liberación de los tres prisioneros libaneses que aún permanecían en las cárceles israelíes. En una entrevista del 20 de julio en al-Yazira, señaló también que otros dirigentes del Líbano conocían su propósito de ordenar los intentos de captura, aunque no los detalles de esta operación en particular.

 

Después de la captura de los soldados, Israel desató un ataque aéreo sobre las ciudades e infraestructuras del Líbano a una escala no vista desde la invasión de 1982. Este ataque fue acompañado por un bloqueo naval y, posteriormente, por una invasión terrestre. La invasión terrestre se ha encontrado con la firme resistencia de los combatientes de Hizbolá, junto con los de otros partidos. Tanto el Partido Comunista Libanés como Amal anunciaron la muerte de combatientes en los enfrentamientos. Al menos han muerto 516 libaneses, la mayoría civiles; el gobierno libanés ofrece la cifra de 750 o más [que aumentan con cada día que pasa]. Un recuento de Naciones Unidas informa que una tercera parte de las víctimas son niños. En muchos de los casos, aldeanos que habían recibido una advertencia para dejar sus hogares a través de folletos israelíes o mensajes telefónicos automáticos, murieron asesinados poco después al convertirse sus vehículos en objetivo de los ataques cuando trataban de escapar. El 30 de julio, los aviones israelíes bombardearon en Qana una casa de tres pisos que era utilizada como refugio, matando al menos a 57 civiles y despertando, una vez más, los recuerdos de la masacre de Qana de 1996. El gobierno libanés estima que, desde el 12 de julio, han resultado heridas 2,000 personas y 750,000 han sido desplazadas de sus hogares. Desde que empezó la campaña de bombardeos israelíes, Hizbolá ha respondido disparando centenares de cohetes hacia Israel, matando a 19 civiles hasta el momento. Además, han muerto en combate 33 soldados israelíes.

 

En Líbano, aldeas enteras han sido arrasadas en el sur, también lo han sido como barriadas enteras en los suburbios al sur de Beirut. Han sido elegidos como objetivos y destruidos autopistas y tanques de gas en el Aeropuerto Internacional de Beirut, carreteras, puertos, plantas de energía, puentes, gasolineras, transmisores de TV, torres de comunicación celular, una fábrica de leche y otras industrias, silos de trigo, así como camiones con suministros médicos, ambulancias y pequeñas furgonetas atestadas de civiles. Naciones Unidas ha advertido ya de inminente crisis humanitaria e indicado que se han puesto en marcha investigaciones ante crímenes de guerra por los ataques a civiles tanto en Líbano como en Israel. Human Rights Watch documentó la utilización de artillería dotada de bombas de racimo, que creen “puede estar violando la prohibición de ataques indiscriminados contenida en el derecho humanitario internacional”, pues las “bombetas” se dispersan mucho y a menudo no explotan con el impacto, convirtiéndose así en minas terrestres. Testigos en Beirut han informado que los efectos de la pauta de destrucción en los vecindarios especialmente machacados semejan los causados por armas termobáricas, o “bombas aspiradoras”, cuyos efectos explosivos son en sí indiscriminados. Los doctores libaneses que reciben muertos y heridos han manifestado que las bombas israelíes contienen fósforo blanco, una sustancia que, si se usa para operaciones ofensivas, es considerada un arma química ilegal.

 

El objetivo inicialmente declarado por Israel de asegurar la liberación de los dos soldados capturados se ha desvanecido del discurso israelí y ha dado abierto camino a otros dos objetivos reconocidos: el desarme, o al menos la “degradación” de la milicia de Hizbolá, y su desaparición del sur de Líbano. Según un artículo del San Francisco Chronicle del 21 de julio, “un alto oficial del ejército israelí” había presentado ante EEUU y otras diplomacias, un año antes de la captura de los dos soldados por parte de Hezbolá, los planes para llevar a cabo una ofensiva con los objetivos mencionados. Aunque Israel no está de acuerdo con muchas resoluciones de la ONU, el ejército israelí parece estar intentando unilateralmente –aunque con la aprobación estadounidense– poner en práctica la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad.

 

No resulta fácil de entender cómo los bombardeos aéreos de infraestructuras y la matanza de civiles libaneses pueden llevar a conseguir alguno de esos objetivos, especialmente en un momento en que parece estar creciendo el apoyo a Hizbolá y a la Resistencia Islámica. La atrocidad de las acciones de Israel está consiguiendo a estas alturas acabar con el desacuerdo ideológico con Hizbolá de muchos libaneses y, de ese mismo modo, es probable que los apoyos al partido sigan creciendo.

 

Lara Deeb, antropóloga cultural, es profesora ayudante en los estudios sobre la situación de la mujer en la Universidad de California-Irvine. Es autora de “An Enchanted Modern: Gender and Public Piety in Shi’i Lebanon”.

Texto original en inglés: www.merip.org/mero/mero073106.html

 

Sinfo Fernández es miembro del colectivo de Rebelión. Germán Leyens y Ulises Juárez Polanco son miembros de los colectivos de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta traducción es copyleft y se puede reproducir libremente, a condición de mencionar a la autora, a los traductores y la fuente.

Los palestinos en los territorios ocupados en el 48

Por Lidon Soriano

 
Hoy me han llamado de Gaza y entre otras cosas me han dicho que la niña a la que estuvimos visitando en el hospital de Shifa ha muerto como consecuencia de las heridas y fragmentos de metralla que tenía dentro del cráneo. Y me viene a la cabeza una y otra vez la cara y la pena de su madre. Además de ella, en la ultima semana Israel ha asesinado en Palestina a 14 personas y ha herido a otras 34, aunque lo peor una vez más no es eso sino las condiciones de pobreza, la falta de movimiento, la ausencia de libertades basicas, la humillación permanente que supone la ocupación, especialmente en Gaza.

 
Todos los años, tras conocer la realidad de los territorios del 67, acabábamos la brigada conociendo la realidad de los territorios del 48, yendo a Haifa, Akka, Nazareth y Ein Hod entre otros lugares de Galilea y a Bersheva, Laquia, Al Naam, Tal Sheva, entre otros pueblecitos del Neguev. El objetivo es conocer la realidad de la población árabe que vive en los teritoris del 48. Son 1.200.000 personas que estan sometidas a unas leyes discriminatorias y racistas que les impide tener los mismo derechos que el resto de la ciudadanía en Israel.

 
Y es que la eliminación de la poblacion palestina ha sido desde la primera mitad del siglo XX el principal objetivo sionista para asi poder certificar su famosa frase de "una tierra sin pueblo, para un puebo sin tierra". Para ello llevan a cabo todo tipo de estrategias, la prioritaria el control demográfico.

 
En 2002, tras la publicación de un estudio que demostró que el ritmo de crecimiento demográfico entre la poblacion palestina era superior al judio, se reactivó el "Israel Council for Demography", implantando politícas de ayuda a la maternidad para fomentar la natalidad israel y asi "preservar el caracter judío del estado".

 
En 2003 B. Netanyahu afirmó públicamente en una conferencia en Herziliya sobre asuntos de seguridad, que la demografía se había convertido en un problema para Israel.

 
El 27 de julio de 2005 el Knesset aprobó una enmienda a la ley de Reunificación Familiar del 2002, que básicamente impide que las parejas mixtas (una provenientede los TT67 y otra de los TT48) puedan vivir juntos porque a la persona que viniera de los TT67, bien Cisjordania, bien Gaza, nunca le darían la nacionalidad, con lo que se expondria a una existencia ilegal y a ser deportado en cualquier momento.

 
El 4 de abril de 2005 Sharon en una declaraciones afirmó que no hacia falta disfrazar estas políticas demográficas, tanto las positivas hacia la población judía, como las negativas hacia la población palestina, como de "seguridad", confirmando que sencillamente eran necesarias para mantener la naturaleza judía del estado de Israel.

 
Otros ejemplos de las políticas racistas de Israel para con la población palestina en los territorios del 48 los encontramos en el mercado laboral. Los y las palestinas no pueden acceder a ningun trabajo institucional gubernamental, incluso algunas empresas directamente no contratan a población árabe.

 
Los puestos de responsabilidad les están prácticamente vetados y la mayoría tiene dificultades para encontrar trabajo como licenciados o doctores. lLes prohiben al acceso a algunos trabajos como en compañías de aviación, en industrias eléctricas, en la central nuclear.

 
Ubican las industrias mas contaminantes, eléctricas, químicas, en las zonas en las que se encuentran los pueblos no reconocidos. De hecho las cifras de abortos, de malforciones congénitas, de leucemia o de linfoma es mucho mayor en esta población, sobre todo entre la población infantil, que en el resto del país.

 
Prohiben ademas a la poblacion arabe comprar ni un metro cuadrado de tierra.

 
En educación la discriminación es fácilmente apreciable. Los y las estudiantes palestinas tienen una red educativa diferente de la judia, con unas infraestructuras obsoletas e insuficientes.

 
Las universidades son todas judias y los filtros para la población árabe son muy duros, a parte de las humillaciones que los y las estudiantes palestinas sufren en los campus.

 
A nivel presupuestario y aunque la población árabe paga los mismos impuestos que la población israeli,el Knesset solo dedica entre el 3-5 % del total del presupuesto a la comunidad árabe, musulmana y cristiana, cuando son una quinta parte de la población. Normalmente, además, los proyectos que se aprueban en el parlamento para mejorar las condiciones de la población árabe nunca se llevan a cabo.

 
Israel tiene 30 leyes de confiscación de terrenos y casas y los motivos son de lo mas irrisorio, desde haber pintado la casa de un determinado color, a haber reparado una grieta en el tejado sin el obligatorio permiso israelí, que por otra parte nunca llega, pasando por la ley del ausente u otras tantas más.

 
Por si esto no fuera poco si ademas de confiscarte la casa te la destruyen, después van a buscarte para que corras con los gastos de los bulldozers y las escavadoras. Surrealismo en su maxima esencia.

 
Estas políticas son facilmente apreciables simplemente paseando por las ciudades, en aquella como Haifa con población palestina y judía, enseguida te das cuenta de por qué barrio estás pasando pues los barrios árabes los tienen abandonados, les recogen las basuras una o dos veces a la semana, los edificios estan descuidados y hasta las farolas y la papelera son diferentes, mas feas y medio rotas.

 
Si a todo esto le sumamos que los impuestos que tienen que pagar son muy elevados y que mucha gente no tiene trabajo o tiene trabajos con salarios muy bajos, nos encontramos con otra politica de limpieza étnica, sutil y efectiva.

 
Ademas en este racista marco sociopolítico nos encontramos con la realidad de los pueblos no reconocidos, es decir pueblos que físicamente existen pero que israel no reconoce ni situa en el mapa.

 
A pesar de pagar sus impuestos estos pueblos no reciben ningun tipo de infraestructuras, ni carreteras, ni desagues, ni canalizaciones de agua, y tampoco reciben servicios ni educación , ni salud, nada, sencillamente son ignorados.

 
En la actualidad hay aproximadamente un centenar de pueblos no reconocidos en los TT48, de ellos unos 45 estan ubicados en el desierto del Neguev, con las consiguientes dificultades que un contexto desértico conlleva.

 
Debido a la situación que se está viviendo en el norte del país en esta ocasión sólo pudimos ir al desierto del Neguev.

 
Fuimos a Bersheva la ciudad mas grande del desierto del Negev. El desierto del Negev constituye el 62% de la Palestina historica, la población que ancestralmente había poblado el desierto del Negev es la población árabe beduina. Es una población seminómada con un tipo de vida propia y peculiar, viven en jaimas o en casas sencillas, muchos de ellos tienen ganado y en determinadas zonas incluso algunos cultivos. Esta comunidad esta muy unida a la tierra y es una gente que no entiende de fronteras, que siempre ha sido libre y que tiene su ritmo de vida que (afortunadamente para ellos) nada tiene tiene que ver con nuestro tipo, ni ritmo de vida en occidente.

 
El sionismo desde el principio (incluso, antes del 48) intentó por todos los medios judeizar completamente la zona del Negev, pues la consideraban una zona estrategica de gran importancia al estar entre Egipto, Jordania, Gaza, Cisjordania y el mediterráneo.

 
De hecho antes de 1948 habia una población de 80.000 personas que tras la primera guerra árabo-israelí en 1948 fue reducida a 10.000. De los 70.000 restantes unos fueron asesinados, otros fueron obligados a salir sobre todo hacia Jordania y otros tuvieron que marchar como refugiados a Gaza y Cisjordania.

 
Del total del territorio por el que se movía libremente la población beduina, les dejaron tan solo el 7% del territorio, para ubicarse y moverse con el ganado.

 
Bersheva, en 1948 fue totalmente "limpiada" de su poblacion autoctona y repoblada con comunidades exclusivamente judias, de hecho en la actualidad de un total de 200.000 habitantes que tiene la ciudad solo unos 3000 son árabes y su mayoria venidos de Haifa en las últimas décadas.

 
Desde el 48 al 68 la zona fue declarada "área militar", durante esos años el sionismo fue asesinando a los lideres de las diferentes comunidades beduinas. Tambien en esa época fueron cortando la posibilidad de comunicacion entre los árabes del Negev o beduinos y los árabes de Gaza y Cisjordania. Otra de las medidas que adoptaron (y aqui podemos observar la importancia que el imperialismo concede al lenguaje) fue eliminar de los documentos la palabra "árabe" para referirse a la población autóctona y pasaron a denominarles simplemente beduinos (hoy en dia, continuan con la misma estrategia intentando eliminar todo lo relacionado con el concepto "árabe" sustituyéndolo, intencionada y erroneamente, por "islam", concepto al que ya han conseguido adjudicar conotaciones negativas, en nuestras mentes occidentales, manipulables e ignorantes).

 
En 1969, puesto que no conseguian eliminar a la poblacián árabe beduina decidieron recluirles en ciudades construidas exclusivamente para ellos. La primera ciudad se llamo Tal Sheva, era una ciudad dormitorio con casas de unos 30 a 50 metros (ellos las denominaban "las pequeñas cajas") para familias de 8 a 20 miembros. Por supuesto en estas ciudades no ubicaban ninguna fabrica, comercio o tienda que les pudiera dar trabajo o/y abastacer de los productos basicos y por supuesto no les construían granjas, ni invernaderos donde poder cultivar algunos vegetales o tener al ganado ¿Os suena de algo? Guetos, encarcelar a la poblacion, destruir su forma de vida, muros, muros, muros... Limpieza étnica.

 
Algunas personas accedieron a ir a vivir a estas ciudades-dormitorio o mejor se podrian definir como ciudades-cementerio, pero muchas otras personas se negaron a abandonar su forma de vida ancestral, porque sabian que eso era matarles en vida y esta negacion se convirtio en una forma de resistencia valiente y noble. Estas personas continuaron viviendo en pequeñas comunidades que fueron y son definidas hoy en dia como pueblos no reconocidos y por tanto todas sus construcciones, casas, granjas o vallados para el ganado, como construcciones ilegales.

 
Con el pretexto de esa "ilegalidad" no solo les impiden construir nuevos habitáculos, sino que al tener el decreto promulgado en los años 60 que les declaraba ilegales, caracter retroactivo, todas sus construcciones "debían" ser demolidas. Por ello todos los dias una seccion de la policia militar israeli, creada en exclusiva para tal fin, se dedica a destruir casas, granjas, amenazar a los habitantes de los poblados a los ninyos y ninyas cuando van a la escuela, para lo que deben recorrer varios Km por el desierto y a las familias que tienen ganado (esto es extensible para la gente que vive en los pueblos reconocidos y en los no reconocidos) no se molestan en matarles las cabras, utilizan técnicas mas sutiles como prohibir a las fabricas de productos lacteos israelies que les compren la leche, impedir que les llegue la suficiente cantidad de agua como para dar de beber a las cabras o impedirles el acceso a las zonas que tienen algo de hierba y paja para que estas puedan comer.

 
En 1973 se diseñó un plan para construir 6 pueblos mas solo para la población árabe, iguales a Tal Sheva. Por aquel entonces la población árabe habia ascendido de 10.000 a 40.000. La gente que iba a estos pueblos como perdia sus tierra y su ganado tenia que trabajar para los granjeros israelies, o trabajar en negro en lo que les saliera y por lo que les pagaran. Mucha gente igual que en el 69 se negaron a ir y permanecieron en sus pueblos "no reconocidos".

 
En la actualidad, de una poblacion de 120.000 árabes aproximadamente la mitad vive en estos pueblos no reconocidos, resistiendo toda las politicas genocidas del racista estado de Israel.

 
Pero, alli siguen en unas condiciones de precariedad total, constantemente sometidos a las decisiones y acciones militares, vivendo en una incertidumbre permanente.

 
Pero, insisto, alli siguen, esa es la enorme grandeza de este pueblo. El compañeero con el que estuvimos todo el día visitando y conociendo la zona, nos dijo que ellos tienen muy claro que:" todo esto sucede porque Israel no nos quiere libres en nuestra tierra".

 
Afortunadamente la poblacion palestina de aproximadamente 5.200.000 millones entre los teritorios ocupados en el 67, incluido Jerusalen y en los territorios ocupados en el 48, es decir Israel, va a continuar ejerciendo su derecho a resistir y van a continuar luchando, la inmensa mayoría, sencillamente con su presencia.
 
 
Fuente: www.rebelion.org